Pía Melina.
Limpio las lágrimas que se escurren por mis mejillas, me siento como una estupida y eso solo aumenta mis ganas de huir de esta mierda; ahogándome en una miseria que no merece mis lágrimas, pero es algo más que inevitable cuando la persona que más me gusta me trata como la mierda para luego ser un príncipe azul.
Me envuelvo en las suaves sabanas de seda blanca imperiales, queriendo desaparecer este dolor que me carcome el alma, a la vez que sorbo mis mocos, limpiando los restos de agua salada que aún continúa en mis pómulos; completamente decida de darme mi lugar y disfrutar al menos este viaje que ya me está dando unas inmensas ganas de escapar desde ya.
Descubro mis cuerpo, sintiendo mi visión nublada aún por las lágrimas que permanecen listas para dar acto de aparición; cuando mis ojos divisan la tarjeta dorada que se encuentra en la pequeña mesita de noche, Justo al lado de la cama; llevándome a escuchar el llamado de una venganza más que satisfactoria.
Cierro mis ojos, tomo aire suficiente para que llegue a mis pulmones, mientras ato mi cabello en un moño alto un poco desaliñado para después a toda marcha encaminarme al baño de mi habitación com la idea de eliminar sus estupidas caricias.
________________$________________
Ir de compras es algo más que agotador; y más cuando estás completamente sola con un hombre que te dobla el tamaño siendo un iceberg con el que no puedes conversar de nada ya que su jefe le prohibió hablar conmigo.
Ja, que se cree este jodido capullo.
Continuó mi caminar, percibiendo las ampollas que ya se han creado en mis píes debido a los altos tacones que no se para que mierdas me lo puse; a la misma vez que relamo mis labios, tratando de elegir otro vestido de corte princesa rosa francés.
Achico mis ojos, moviendo las perchas; mientras muerdo mi labio inferior con suavidad mostrando mi expresión de concentración.
Deslizo, descartó y así continuó hasta que me decido por uno que parece ser el perfecto para mi, impulsándome a cogerlo con emoción, encaminándome a toda prisa a los vestidores con la mirada del pelinegro encima de mi.
Corro las cortinas del cambiador, llevando acabo mi tarea de desnudarme.
Los jeans ajustados de mezclilla clara cubren mis piernas delgadas, ajustándose a mi cintura diminuta y mi trasero insuficiente, un jersey tejido se adhiere a mis senos, abdomen y brazos, incluyendo un cuello de tortuga. El moño alto aún continúa estando ahí, a la vez que unos tacones stiletto recubre mis pies.
Finalizo mi tarea, saliendo con una frondosa sonrisa del vestidor, modelando a mi cuidador, dándome una vuelta que solo lo hace rodar los ojos.
—¿A que me queda mono? —inquiero con una flamante sonrisa.
Sin embargo, no responde; solo realiza un asentimiento de cabeza provocándome una sensación estrepitosa que me desforma un poco.
Cierro mis ojos queriendo desparecer lo antes posible para sin importarme nada, comprar el vestido que agregó a otro de las bolsas.
La salida está abarrotada de personas con bolsas, odio ser la única que ya está sola sin ningún acompañante cuando elevo mi mirada.
Observo como Dante viene a paso apresurado en nuestra dirección; continuó fingiendo que no lo he visto y me dispongo a ayudar a la señora.
—¿Esta bien señora? —cuestiono a la vez que ella asiente y me muestra una sonrisa alegre.
—Gracias señorita.
Me acerco y la ayudo a subir las bolsas cuando siento las manos de Dante en mi cintura. Mi cuerpo actúa por inercia y se tensa, las imágenes y los recuerdos de lo sucedido hace unas horas vuelve a mí mente mojando mi entrepierna.
Mis mejillas se sonrojan y por primera vez me doy cuenta de cómo reacciona mi cuerpo a sus toques agresivos y demandantes. Intento alejarme de su cuerpo pero es en vano.
Las fuertes manos de aquel chico continúan en mi cintura impidiendo mi movimiento y que me aleje.
Dice unas palabras que no escucho am quedarme totalmente pérdida en el marrón de su mirada y en el movimiento de sus labios tan carnosos, que cada quisiera que me besaran y aunque quisiera descartar ese pensamiento lo dejo ahí cuando se me ocurre una idea muy malvada.
Justo en estos momentos descubro que este hombre está haciendo que cambié mi personalidad y es algo que a pesar de todo me va gustando un poco más. Cuando me quiero dar cuenta ya estamos dentro del centro comercial con su mano entrelazada a la mía.
Me libera de su duro agarre y por inercia mi mano se dirige a sus pómulos, estampandola como un póster en una pared. Coloca su mano en el lugar y me muestra una sonrisa que me descoloca más de lo debido.
—¿¡Qué juego es el que estás jugando!? —grito de forma desesperada, agitada y con los puños apretados a mis costados.
—No es ningún juego; mi virgen favorita, simplemente me dio curiosidad saber que se siente tener una pareja; por primera vez tengo esa curiosidad —hago un mohín al escuchar ese sobrenombre que se ha ocurrido por pura molestia.
La idea que segundos antes pasa por mi mente y todo se vuelve visible.
«Haré que se enamore de mi y así me vengaré por todo lo que me ha hecho pasar desde el día que lo conocí»
Internamente una sonrisa malvada se alza en mis labios y me preparo para lo que tengo propuesto.
—Vamos hacer algo —cambio mi expresión a una de completa seriedad y me acerco a aquel castaño—, fingiremos ser lo que quieras solo en el tiempo que estamos aqui, pero ...
—¿Pero? —cuestiona él y todo se comienza a plantear en mi cabeza.
—No me faltarás más al respeto y solo será delante de las personas —el asiente y me toma de la mano bruscamente acercándome a él, aproximando su cara a la mía con intensiones de besarme.
—Sabes —se detiene y mi vista se queda pendiente en los movimientos de sus labios—, quiero besarte.
Su voz había salido de un modo muy seductor y picaron, me había sonrojado como solo el sabía y bajé mi mirada por la vergüenza; conocía con certeza lo que él era capaz de hacer, y no sería otra de sus fasilonas.
Acercó su cuerpo al mío y su cara a la mía, permitiendo que sintiera su dulce colonia de hombre envolviendo a mí mente con su olor solamente.
Mis manos se posicionaron en su cuello, ocasionado que mostrara gesto sorprendido y por segunda vez en mi interior una sonrisa maliciosa fuera creada.
La maldad se estaba apoderando de mi cuerpo y aunque ser buena no iba a desaparecer nunca, esa sería una de mis nuevas cualidades. Su vista se fija en mis labios y por inercia me paso la lengua por ahí invitándolo a que los pruebe, luego fija su vista en mis ojos azules casi verdes.
Me preparo mentalmente para mí respuesta de malvada, a la vez que vuelvo a mostrar una sonrisa, pero está vez externa.
—Pero yo a ti no...
Me doy la vuelta, saliendo de ahí como alma que lleva al diablo, pero justo en ese momento se quedó - a mi lado y tomo mi mano.
Sentir el cálido tacto de su piel y el simple rose me esta volviendo totalmente loca, observo nuestras manos entrelazadas compartiendo calor corporal, levanto una ceja y luego lo miro a él como preguntándole qué mierdas hace; mientras el solo se encoge de hombros.
«Esta semana va a ser muy interesante»
Caminamos juntos hasta la cafetería y nos detuvimos buscando con la mirada una buena mesa.
Al ver una lo halé de la mano y caminé a paso apresurado antes de que nos la quitaran; para mí mala suerte unas chicas que parecían modelos famosas o que sé yo, tomaron asiento sin pensar en que era mi mesa.
—Estas en nuestra mesa —le comunique inmediatamente acercándome y aunque intentaba liberarme del agarre de Dante era imposible.
La chica de cabellos negros me escaneo por completo, levantó una de sus cejas y alzó una sonrisa de pura maldad en sus labios.
—No veo que diga tu nombre en ninguna parte —dijo con molestia y las demás comenzaron a reírse como si nada.
—Nos íbamos a sentar ahí —exprese un pilin estresada sin darme ni una pizca de pena que Dante continuara a mí lado.
—No nos iremos —fijó su vista en el chico que estaba a mi lado y se levantó de forma coqueta moviéndose en dirección al castaño.
Todos seguíamos sus movimientos con atención.
—¿Qué sucede? —cuestiono dándole otra mordida a la hamburguesa a la vez que tomo una papa.
—Te aseguro que no quieres saber que sucede —responde y se acomoda en la silla.
—Ok —respondo cerrando el tema.
—Mi jefe de seguridad ya tiene todas las cosas que compraste en el hotel; sin embargo, quiero y necesito que tengas un vestido de gala para un baile que habrá en dos días antes de irnos; no quiero que te apresures o te estreses buscando un vestido ahora mismo cuando tenemos muchas cosas por vivir juntos en estos días —sus palabras me continúan tomando desprevenida y mucho más cuando coloca su inmensa mano en mi mejilla sonrojandome más todavía teniendo semejanza a un tomate o pimiento, pasa su dedo gordo por mis labios sencibles dejándome con unas enormes ganas de que sean sus labios los que estén en su lugar.
—Esta bien —digo mostrando una sonrisa cariñosa y continuó degustando el dulce sabor de aquellos alimentos enviados por los dioses.
Él solo le va dando algunos sorbos a su cerveza, mientras yo en ocasiones fijo mi vista en su manzana de Adán viendo cómo se mueve al tragar y mis hormonas quieren hacer de las suyas por ser ellas.
Paso la mano por mí cabello y le doy un sorbo a mí refresco Coca cola. Minutos después de llenar mi estómago juntos nos dirigimos a la salida del establecimiento.
Él me toma de la mano y continua caminando airoso como si esto no se le estuviera complicando para nada. En ocasiones lo miro de reojo percatándome de lo extraño que me resulta esto.
Cómo un cabronazo como Dante sería capaz de aceptar algo así conmigo; no tengo ni idea pero prefiero continuar en esa burbuja sin saber nada, antes que conocer la realidad de los hechos.
Llegamos al enorme auto y el desactiva la alarma a la vez que me abre la puerta del copiloto.
Me coloca el cinturón quedando su cara a centímetros de la mía y como si mi cuerpo actuara solo, me acerco lo suficiente como para que nuestros labios se rocen de una manera poco perceptible pero suficiente para que mi vulva se llene de mis flujos vaginales.
«Joder; solo pensarlo me pone más roja que un tomate»
Él muestra una sonrisa y se aleja con rapidez. Me sorprende su aguante, al menos eso pienso.
Se sube en el asiento del copiloto, coloca la llave en la ranura, encendiendo el motor y sintiendo el sonido del rugir de este. Comienza nuestro viaje en un silencio pero no muy incómodo.
Él mantiene su vista fija en la carretera y ni siquiera me da una ojeada aunque yo en ocasiones no pueda dejar de echarle una ojeada a su expresión de concentración.
Coloco mi cabeza en la cerrada ventana y voy cayendo en los bellos brazos de mí Morfeo.
Siento como me alzan en brazos y comienzan a moverme a otro lugar.
Intento abrir los ojos pero el sueño me gana y los continuó dejando cerrados.
Escucho la voz varonil y sensual de Dante diciendo algo que me desconcierta bastante.
—Esto no se lo diré a nadie, solo a ti y porque estás dormida en estos momentos, pero; has sabido dominar a la bestia sin darte una pizca de cuenta; sin embargo, está bestia no descansará hasta convertirte en su Bella, pero mejorada, seguiré siendo como soy como dije; nunca cambiaré por nadie, pero solo quiero que seas igual a mí y eso; eso es algo que cumpliré —pienso que eso es algo de mi imaginación y continuó soñando con unicornios dulces.
Siento mi cuerpo siendo dejado encima de un cómodo colchón, me remuevo un poco y sin pensar hablo.
—Quedate conmigo aquí —no es que sea adivina pero mentalmente me lo imagino como su cuerpo se contrae por mi preposición no muy decente.
—No creo que sea lo mejor.
—Deja de hacerte él que no quieres estar entre mis sábanas que los dos nos conocemos muy bien —suelta un resoplido y se acomoda a mí lado sin camisa, solo con sus calzones.
Continuó con mis ojos cerrados y me acomodo sintiendo el calor de su cuerpo.
—Buenas noches mi virgen favorita —dice y justo ahí caigo en los dulces brazos de Dante; ya Morfeo no tiene mucha importancia en mi mente.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Peligrosa 21+ (COMPLETA)