PERVERSIÓN romance Capítulo 41

En cuanto cerré la puerta de aquel piso, bajé las escaleras corriendo y me monté en el coche intentando poner tierra de por medio de aquel sitio donde había estado a punto de caer en la tentación y entregarme al placer con aquellas dos bellas mujeres.

Me maldije interiormente por mi debilidad. Sí, porque aunque había conseguido huir sin culminar mi infidelidad, me había dejado masturbar por Judith y pensado seriamente en hundir mi polla dentro del coño de Daniela que me llamaba a gritos. Joder si es que incluso en ese instante, mientras conducía, tenía una empalmada de campeonato recordando cada imagen de los cuerpos desnudos de aquellas dos espléndidas mujeres.

¿Cómo había podido suceder aquello? Aunque buena parte de la culpa era mía por haber confiado en Judith, tuve que reconocer que hubiera sido muy difícil adivinar sus intenciones teniendo en cuenta la cantidad de cosas que desconocía tanto de ella como de la otra pareja.

¿Rubén casado con Daniela?

¿Matrimonio abierto y sexo con terceros?

¿Judith amante oficial de Rubén con el consentimiento de Daniela?

Y por alguna extraña razón, ellos tres confabulados para hacernos entrar en su juego tanto a mí como a Sara. Sara… la pobre en casa, ajena a todo aquello, pensando en salir esa noche conmigo y dispuesta a disfrutar de una noche memorable con su marido que, seguramente, pensaba culminar en uno de aquellos polvos memorables que últimamente tanto disfrutábamos…

Ajena a que había estado a punto de engañarla, ajena a que, pese a lo que ella creía, su amiga para nada había desistido en su intento de follar conmigo sino todo lo contrario, ajena a que el monitor que reconocía que le atraía estaba casado y encima con su compañera y rival Daniela, ajena a que él deseaba hacerla suya, ajena a que ella y su jefe estaban jugando con ella y sus pretensiones de conseguir el ascenso, ajena a que su marido también la había engañado para engatusarla con aquella salida donde pensaba hacerla coincidir con sus colegas de trabajo.

Aunque, bien pensado, tampoco es que ella hubiera sido completamente sincera conmigo.

Por alguna extraña razón, me había ocultado que había mantenido una conversación con Judith sobre el tema de los mensajes del móvil. Y, si creía en lo que me había contado su amiga, qué le habría dicho mi mujer para que ella estuviera segura que Sara deseaba acostarse con Rubén.

¿Había algo más que desconocía? En ese estado alterado conduje por la ciudad camino de mi casa donde me esperaba mi mujer, sin saber muy bien qué decirle y qué contarle. Porque claro, si le contaba lo que había descubierto y lo que pretendían aquellos tres, cómo hacerlo sin confesarle lo que yo había hecho o, peor, que se acabara enterando por boca de terceros lo que aún iba a ser peor.

Con ese ánimo abrí la puerta de mi casa encontrándome con Sara que vino a recibirme dándome un cariñoso beso y diciéndome lo mucho que me había echado de menos. La seguí hasta el salón oyendo como mi mujer se interesaba por cómo me había ido en el gimnasio, que si me había encontrado con alguien, deseando que no me hubiera cansado demasiado porque quería que le aguantara toda la noche…

Yo cada vez me encontraba más aturdido si cabe ante toda la verborrea que salía por la boca de mi mujer pero, si algo me quedó claro, era que estaba deseando que llegara la noche para salir juntos los dos… o bueno, eso creía yo…

-Sabes, hace un rato he hablado con Judith y me ha preguntado que si me apetecía salir esta noche y, claro, le he dicho que ya había quedado contigo para salir a tomar algo. Total, que al final y como sabía que no te iba a importar, le he dicho que si quería podía venirse con nosotros. Me ha dicho que iba a preguntarle a Rubén por si quería apuntarse también… cuántos más mejor ¿no? –me dijo Sara haciendo que empalideciera con cada palabra que salía por su boca.

-Sí… claro… -contesté titubeando. El único consuelo que tenía era saber que al menos Judith no le había contado nada de lo ocurrido esa tarde. -¿Estás bien? Te veo un poco pálido –me preguntó Sara.

-Solo es que estoy un poco cansado, nada más –intenté tranquilizarla- como algo y enseguida estoy como nuevo. -Eso espero. Que para una vez que salimos… -me dijo a modo de reproche. Sí, para una vez que salimos… en menudo follón me encontraba metido.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PERVERSIÓN