PERVERSIÓN romance Capítulo 37

El sábado me desperté solo en la cama. Sara debía estar en la cocina porque del baño no salía sonido alguno. Me estiré en la cama, vagueando un poco y rememorando otra vez el tremendo polvo que habíamos disfrutado la noche anterior.

Aún notaba la espalda dolorida por los arañazos con que me había marcado mi mujer.

Lo de anoche sí había sido un polvo memorable, nada que

ver con lo que llevábamos haciendo toda la semana que,

aunque habíamos disfrutado, nada que ver con los orgasmos

de la pasada noche. Sentí trastear a Sara en el salón y me

levanté de la cama, dispuesto a darme una ducha y quitarme

los restos de la batalla que tuvimos Sara y yo en nuestro

encuentro sexual.

Bajo el agua de la ducha, revitalizante, me empecé a plantear

si había hecho bien en proponerle a Sara aquella salida

nocturna. ¿Qué pretendía con aquello? A saber cómo iba a

reaccionar mi mujer cuando se encontrara con su jefe

acompañado con Daniela, la compañera que junto a ella

optaba a sucederle. En el mejor de los casos no iba a pasar

nada y en el peor... pues seguramente la cabrearía y acabaría

con cualquier opción de volver a tener otra sesión de sexo.

No sabía qué hacer pero casi me convencí que lo mejor era

dejarlo pasar, a lo mejor ni se acordaba ya de ello y, si lo

hacía, ya buscaría alguna excusa para evitar la salida. Salí

envuelto en la toalla al dormitorio donde me esperaba

sentada en la cama ya hecha mi mujer.

-Buenos días, cariño. ¿Qué tal has dormido? -me dijo

mimosa.

-Como un tronco -le contesté- y eso a pesar de las heridas -le

dije dándome la vuelta y mostrándole las marcas de sus uñas.

-No te creas que yo estoy mucho mejor -dijo dándome la

espalda, bajándose las mallas y braguitas que llevaba,

mostrándome sus nalgas marcadas por mis manos.

-Vaya dos -dije riéndome mientras me desprendía de la

toalla y empezaba a vestirme ante su atenta mirada.

-Oye y al final ¿Dónde vamos a ir esta noche? Me hace

mucha ilusión, ya hace tiempo que no salíamos una noche

por aquí...Joder y yo esperanzado con que a lo mejor se le había

olvidado... tenía que pensar algo rápido pero no fui lo

suficientemente rápido.

-Si no tienes pensado algo concreto podríamos ir a un local

del que me han hablado bien y en el que nunca hemos

estado. Me lo recomendó el otro día Judith, se ve que ha ido

varias veces y dice que está muy bien -siguió explicándome.

-Bueno, no sé... -joder, ya era casualidad que le hubieran

recomendado el mismo local al que iban a ir Roberto y

Daniela.

-Es para gente de mediana edad, nada de niñatos ni música

destroza oídos... seguro que nos lo pasamos bien -dijo

abrazándome por la espalda y empezando a acariciarme mi

entrepierna. Estaba claro que tenía la batalla perdida.

-Está bien, como tú quieras... pero si no nos gusta nos

vamos a otro sitio -le dije intentando, al menos, conseguir

una forma de salir pronto de allí antes de toparnos con

aquellos dos.

-Claro pero seguro que el sitio está genial. Gente de nuestra

edad, buena música y un sitio elegante donde poder ponerme

mis mejores galas. ¿Qué más se puede pedir? -dijo soltando

mi abultada polla y saliendo del dormitorio.

Pues un sitio donde no te vayas a encontrar a tu jefe

enrollándose con tu contrincante pensé para mí mismo.

Estaba claro que las cosas no estaban saliendo como yo

quería. Ahora era cuestión de buscar la manera de darle la

vuelta a la situación y no salir escaldados de aquella salida.

Acabé de vestirme como pude teniendo en cuenta el estado

en que me había dejado Sara y salí con la intención de

desayunar. Mientras trasteaba por la cocina apareció mi

mujer que se quedó observando como preparaba la comida.Quise aprovechar su presencia para intentar esclarecer algo

que me rondaba por la cabeza desde nuestro encuentro con

Judith en el gimnasio.

-Oye Sara, ¿te puedo preguntar algo? –le dije mientras

empezaba a dar cuenta de mi desayuno.

-Claro, lo que quieras...

-Hay algo que no entiendo de todo este embrollo en el que

me has metido con tu amiga...

-¿El qué? –me animó a seguir ella, curiosa por saber qué

rondaba por mi cabeza.

-Verás, es que me parece muy raro que después de los

mensajes que nos enviamos durante esos días, ha sido volver

y dejar de decirme nada. Y encima, está su falta de reacción

ayer cuando nos vimos, como si no hubiera pasado nada...

-¿Acaso echas de menos sus mensajes y sus fotos? –preguntó

hubiera permitido siquiera empezar con esto? –Me refutó

ella- por nada del mundo voy a poner en riesgo lo nuestro...

-Espero que tengas razón –le dije algo más confiado. Al fin y

al cabo, ella la conocía mejor que yo.-Por cierto –retomé la conversación pero cambiando de

tema- esta noche cuando salgamos ¿con qué Sara me tocará

ir? ¿La recatada esposa o la esposa ardiente?

Ella sonrió viendo el camino que tomaba la conversación.

-¿Y tú cuál prefieres? –me preguntó pícaramente.

-Creo que es obvio ¿no? Lo que no sé es si estás preparada

para mostrarte tan desinhibida como en Sevilla...

-Puede ser.... Pero algún día tendré que empezar a soltarme

la melena ¿no? –lo dijo guiñándome un ojo y dándome a

entender que quizás si se atrevería.

-Pero... ¿y si te encuentras a alguien conocido? ¿O a alguien

del trabajo? –le pregunté sabiendo seguro que su compañera

sí estaría.

-Bueno, no estamos en el trabajo ¿no? Así que supongo que

puedo mostrarme algo más relajada mientras salgo a tomar

algo con mi maridito... -lo dijo en un tono sensual que hizo

que mi cuerpo se estremeciera disfrutando por adelantado de

lo que me esperaba esa noche.

-¿Lo dices en serio? –no acababa de creerme que Sara fuera

capaz de hacer algo como hizo en Sevilla. Y aunque lo fuera,

no estaba seguro de querer que lo hiciera. Sobretodo

sabiendo que allí también estaría Roberto que no iba a dudar

en desnudarla con la mirada, sin importarle que estuviera yo

delante.

-¿Acaso no me crees capaz? –su respuesta tenía un punto

serio, como si se hubiera ofendido por no creerla capaz de

hacer algo así.

-Claro que sí, cariño –le dije cogiéndola de la mano e

intentando parar su enojo- además, si está por allí Daniela, al

menos no tendrás que aguantar a tanto moscón jajaja...Lo dije en tono jocoso pero cuando vi su cara, me di cuenta

que ella no se lo había tomado a broma y que mi comentario,

en lugar de rebajar su enfado, había conseguido lo contrario.

-¿Por qué dices eso? ¿No me crees capaz de resultar más

atractiva que Daniela? ¿Qué los moscones me prefieran a mí

en lugar de a Daniela? –su tono se elevaba y yo, inocentemente, seguía sin entender qué había dicho para causar tal cabreo

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