POV LIA
Estamos acostados en la cama de nuestros padres mirando la televisión tranquilamente. Estoy en el pecho de Sergio y me atrevo a decir que nunca había estado tan cómoda como lo estoy ahora. Pareciera como si todos nuestros problemas y preocupaciones hubieran desaparecido y siento que de algún modo así es o al menos quiero que así sea.
-Sergio- llamo para atraer la atención de este niño, ya que estamos viendo Dragón Ball Z y lo más probable es que esté muy concentrado.
- ¿Ajá? - me dice él sin prestarme mucha atención. No me sorprende.
Me revuelvo un poco arriba de él incómoda por estar desconcentrándolo de su preciado programa, pero es necesario que conversemos de lo que haremos, necesito estar tranquila con lo que estamos haciendo y no quiero que este chico vuelva a romper mi corazón, aunque sea inconscientemente.
Pareciera que Sergio intuyó mi nerviosismo, porque si, lo admito estoy nerviosa, y tomó el control de la T.V y la apagó, aunque estuvieran dando su programa favorito.
- ¿Pasa algo Lianna? - me dice Sergio en tono tierno y haciendo cariño en la cabeza.
Lianna no te hagas ilusiones. Podrías salir herida. Cálmate, solo está acariciando tu cabeza, nada importante. CALMA ESAS HORMONAS.
-Necesito que aclaremos todo. Necesito saber qué es lo que haremos. No puedo estar a ciega haciendo todo esto. Tengo miedo de salir herida.
-Me gustas Lianna, eso es lo que más claro tengo. También sé que quiero estar así contigo todo el tiempo que sea posible. Quiero sentir tus labios besando los míos cada vez que se pueda. Eso quiero y no me importa como lo conseguiré, solo sé que de algún modo lo haré.
Sus palabras, como siempre, me habían dejado boquiabierta. Me quería. Él me quiere de verdad y me lo está diciendo aquí frente a mí.
No atino a nada más que solo lanzarme a sus labios y besarlos con fiereza. Siento lo mismo que él siente. No quiero separarme de este imbécil que quiero tanto. Quiero tenerlo al acostarme y al levantarme. Lo quiero conmigo y en verdad ya no me importa mucho si está bien o está mal. Que se vayan a la mierda todos. Que se vaya a la mierda mi mamá... Que se vaya a la mierda el papá de Sergio. Ellos ya están rehaciendo su vida, creo que es el momento de que nosotros hagamos la nuestra. Sin interferencias, solo nosotros. Si cometemos errores, está bien, nadie es perfecto. Si no funciona, también bien, al menos lo habremos intentado. Nos merecemos eso y mucho más.
-Además- agrega él- nuestros padres nunca están en casa. Viajan demasiado. No nos sería difícil tener una relación y que no se dieran cuenta... Es más, aseguro que ni tendríamos que escondernos y aun así no se darían cuenta de lo que está pasando con nosotros.
Yo simplemente como respuesta ante lo que está diciendo Sergio le doy un beso gigante y juguetón. Él responde inmediatamente y me abraza mientras nos besamos.
Cuando nos separamos volvemos a la misma posición en la que estábamos en un principio. Él de espaldas y yo apoyando mi cabeza en su pecho. Sergio parece estar divertido por alguna razón que no ha compartido conmigo, por lo que lo veo interrogante. Él me da un beso en la frente y me hace cariño en la espalda.
-Tengo una idea un poco infantil, quizá- dice riendo- pero ¿Juguemos a las 20 preguntas?
Yo lo miro y ya entiendo porque estaba tan divertido antes... 20 preguntas es un juego de adolescentes y él claramente ya no se siente así, por su suerte, yo si lo soy y me entusiasma su propuesta.
-20 preguntas es mucho -le digo con una mueca en mi cara- que sean 5, pero preguntas importantes, no las típicas ¿Cuál es tu color favorito?
-Mis dos mejores amigos se llamaban Erick y Gabriel- me cuenta un poco melancólico- los conozco desde siempre. Nuestras madres eran mejores amigas también. Nos criaron juntos. Éramos los típicos chicos populares de la escuela. Las almas de la fiesta. Erick era el payaso, el que hacía bromas siempre que podía. Gabriel era el rompecorazones, el mujeriego. Yo era el más tranquilo, el deportista con novia porrista. Un total cliché.
Sergio se queda callado, pensando con tristeza. Pareciera estar recordando algo que dudo mucho que quiera recordar. Pongo una mano en sus labios diciéndole sin palabras que no es necesario que siga hablando, pero el niega con la cabeza. Alejo mi mano y la pongo en su pecho, él respira profundamente y suelta el aire estruendosamente.
-Perdí a ambos junto con mi madre- me dice con lágrimas en los ojos- Íbamos a hacer un viaje a la nieve. Todos con nuestras madres, pero la mamá de Erick olvidó poner las cadenas a las ruedas del auto y con un mal movimiento las cosas se salieron de control. Empezamos a patinar en el hielo. Cuando chocamos con un cerro de nieve era el único consciente así que salí del auto, con mucho esfuerzo, y busqué ayuda. Cuando estaba ya a unos 10 metros del auto, explotó.
Ya las lágrimas salían desconsoladamente por los ojos de Sergio. Al escuchar su relato y al notar su evidente tristeza no pude evitar ponerme a llorar también. Sergio había pasado por algo muy traumante para él y aquello explicaba totalmente su actitud al principio... Había perdido a todos sus seres queridos, menos a su padre. Por supuesto que eso dolería y a cualquiera. Ni siquiera puedo pensar en una vida sin mi madre, Kathy y Lucas. Pero a pesar de todo esto, algo me estaba rondando la cabeza. Algo un poco egoísta y gracioso a la vez.
-Sergio- llamo su atención cuando ya está mucho más tranquilo y las lágrimas dejan de flotar en sus mejillas- ¿Qué pasó con tu novia porrista?
Él se mata de la risa apenas escucha mi pregunta y yo me sonrojo. Al menos pude hacerlo sonreír un poco, pero no deja de ser vergonzoso.
-No sabía que eras una chica celosa, Lianna- me dice con una sonrisa en su cara y agarra la mía entre sus manos- Terminé con ella apenas salí del hospital. Ya no era lo mismo, me sentía diferente y ella seguía siendo la misma. No la necesitaba, no en ese momento. Y ahora solo te necesito a ti.
Sergio me besa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¿Por qué eres mi hermanastro?