Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 8

Y dos semanas después Danielle, estaba tan tensa que todos temían hablarle. Nicholas, estaba disfrutando de lo lindo el hacerla trabajar en ambos puestos de trabajo, ya que ni siquiera se había tomado el tiempo de solicitar una secretaria a Recursos humanos. El teléfono de la “secretaria fantasma” sonaba todo el día, y a eso hay que sumarle que debía bajar a recibir correspondencia, abastecer la sala de descanso, asegurarse que aseen correctamente la oficina del jefe y un listado bastante largo de tareas.

Estaba estresada, dormía poco y ya todos lo notaban, eso incluía a Tamara, jefa de recursos humanos, la encargada del personal. Ella intentó visitar a Danielle, para hablar unos minutos, pero era imposible, corría de un lado al otro todo el día.

Para cuando llegó la reunión mensual de Nicholas y Tamara, esta no dudó en mencionar la cantidad de trabajo que le estaba lanzando a la pobre chica. Pero según explicó él, la estaba poniendo a prueba, no se fiaba que llevara tanto tiempo sin hacerlo enfadar, sin torpezas, sin errores. Era perfecta y no lo quería aceptar.

— Si sigues presionándola tanto va a colapsar y esta vez te quedas sin asistente y secretaria —le advierte con calma—. Tendremos que incluir un bono por el doble trabajo que ha estado realizando y sin decir nada, eso sin contar con el evento al que la llevaste la semana pasada.

— ¿Detecto cierto tono de reproche en tu tono de voz? —soltó sin siquiera sentir cargo de conciencia.

— No, claro que no…, pero tengo que cuidar de Danielle, es mi responsabilidad, además es una chica trabajadora y no quiero que acabe renunciando.

— ¿Crees que piense renunciar?

De pronto su seguridad se vio interrumpida por la idea. Odiaba tener que trabajar con personal nuevo.

— Si no te buscas otra secretaria o re incorporas a la señorita Thomas, sí. Puede que incluso te acuse de explotación —exagera a propósito.

Nicholas, pensó por unos segundos en qué hacer para evitar aquello, observó a Tamara, estaba seria y hablaba muy en serio. Ambos siempre se han llevado bien, tuvieron un par de clases juntos en la universidad, por lo que se tienen cierta confianza.

— Añade su nombre al menú ejecutivo y auméntale el salario.

— Muy bien —toma nota en su iPad—. Y trátala con cortesía, es una chica inteligente.

— Lo sé —coincide pensativo, con la mirada fija en su teclado.

— Fue buena idea buscar a un prospecto sin experiencia —comenta Tamara.

— Sin dudas…

— Considera darle el viernes libre, se lo merece.

— Tendré en cuenta tu petición —responde en piloto automático.

— Muy bien ¿programo entrevistas?

— ¿Para qué?

Seguía dándole vueltas a lo que le había dicho sobre Danielle.

— Vamos Nicholas, concentración —pide en tono suave—. ¿El puesto de secretaria?

— La próxima semana.

— Muy bien, ahora pasemos a ese informe que enviaste después de tu inspección…

Tres golpes en la puerta detuvieron la reunión. Tamara observó a Nicholas, tal vez esperaba a alguien más, pero este ignoró su mirada y se concentró en la puerta antes de alzar la voz con calma.

— Adelante Danielle.

Con un semblante demasiado serio para tratarse de ella Danielle, empujó la puerta del despacho y entró. Estaba incómoda, odiaba interrumpir reuniones, pero aun así le dedicó media sonrisa a Tamara, antes de dirigirse a su jefe.

— Señor Allen, tengo un mensaje personal para usted… —anunció nerviosa.

— Podrías haber usado la línea privada —arqueó una ceja con ironía. Su expresión lo decía todo… ¿para eso me interrumpes?

— Es importante, creí prudente darle el mensaje en persona…

Solo eso bastó para que la actitud calmada que Nicholas, estaba mostrando se alertara. Se acomodó en la silla y miró a Tamara.

— Necesito unos minutos en privado con mi asistente.

— Sí, claro, no hay problema. Iré a buscar los informes de esta semana y regreso para terminar la reunión.

— Muy bien.

En silencio tanto Danielle, como Nicholas, observaron a Tamara, dejar la oficina. Y una vez a solas la mirada de Nicholas, se centró en el rostro serio de Danielle, que seguía mirando la puerta cerrada.

— Señorita Ross ¿qué es lo tan importante como para detener mi reunión?

Tragando saliva dio media vuelta para enfrentarse con la oscura mirada de su jefe. Estaba incómoda por tener que hablar de este asunto con él…

— He hablado con la señorita Kris Allen, no quiso que le transfiriera la llamada, tenía algo de prisa…

— Mi hermana tiene prohibido llamarme a la línea del trabajo —espeta molesto.

— Explicó que como usted no contestaba y…--

— Estaba en medio de una reunión –interrumpió de malhumor.

— Lo sé señor, tomé el mensaje y si no me interrumpe otra vez quisiera dárselo –soltó intentando contenerse.

— Adelante, termina el circo —gruñó fulminándola con la mirada.

— Es respeto… —lo riñe antes que vuelva a interrumpirla—. Su abuelo está en el hospital, es grave, su hermana y familia creen que es momento de prepararse para lo peor y despedirse ahora que sigue algo lúcido… —suelta el aire más tranquila ahora que había dado el mensaje

— ¿QUÉ?

— Si necesita que haga algo por usted solo nómbrelo y lo haré lo mejor posible señor… —ofreció nerviosa. Su jefe por primera vez se había ido a blanco.

Nicholas, tenía la mirada clavada en un punto más allá de Danielle, sus ojos asustados, procesando lo que ella acababa de decirle. Intentando calmar su repentina respiración acelerada y tratando de no demostrar nada frente a Danielle, se tomó varios minutos de silencio antes de decidir qué hacer.

— Vacía mi agenda y reprograma con Tamara —se pone de pie—. No voy a regresar.

— Enseguida señor

De inmediato se marchó a su escritorio para comunicarse con Tamara. Comenzaba a vaciar la agenda cuando Nicholas, salió a toda prisa cerrando de un portazo la puerta de su despacho.

— Vete a casa y no comentes este asunto con nadie —soltó en tono severo.

— Claro que no, señor.

— Hasta mañana…

En shock por el solo hecho que se despidiera, Danielle, lo observó alejarse, estaba preocupado, su perfecto y suave bronceado de niño rico no existía, iba pálido como el papel…

Preocupada acabó con su trabajo y se fue a casa, eran apenas las 3 de la tarde y en todo cuanto podía pensar era en lo preocupado que lucía su jefe. Él nunca dejaba que nadie viera lo que sentía, era un hielo andante, las apariencias le importaban demasiado, así que la enfermedad de su abuelo debía importarle mucho…

Pensativa llegó hasta su pequeño apartamento y tal y como hacía todos los días, comenzó su rutina. Tiró su bolso sobre el único sofá en la sala, pateó sus tacones lejos, dejó la chaqueta colgada en el respaldo de la silla en la pequeña mesa solo para dos y caminó directo a su habitación, tirando de su blusa para sacarla de su falda y entonces se recostó en su cama, enterró la cara en su adorada almohada e intentó dejar de pensar en su jefe, el hombre era insoportable, no quería sentirse preocupada por él, no lo merecía, solo la explotaba, la hacía estar tensa y malhumorada todo el tiempo…, y aun así su corazón de abuelita pensaba en que tal vez necesitara algo…

Comenzaba a dormirse sobre la cama perfectamente hecha, sin duda su tía Jazmin, había pasado por allí. Siempre estaba pendiente de ella.

Media hora después su celular comenzó a sonar y lo primero que vino a su mente fue que podría tratarse de su jefe… ¡maldición! Su siesta había acabado demasiado pronto. Con miedo y con los ojos cerrados buscó su celular sobre la cama y contestó la llamada.

— Habla Danielle —dijo en tono neutro.

— Hola encanto, es Cameron

Y en un segundo estuvo sentada y con los ojos muy abiertos.

— Doctor Russell —sonrió, llevaba dos semanas mensajeándose con el pediatra.

— ¿Doctor Russell? Vamos, un intento más —pidió risueño.

— Cam… —suspiró sintiendo mariposas en el estómago—. ¿Cómo estás?

— Como siempre de maravilla ¿tienes tiempo para hablar? Me cansé de escribirte, quiero escuchar esa seductora voz que tanto me gusta —ronronea coqueto.

— Tengo tiempo —ríe bajito, como colegiala enamorada

— Genial ¿El vejete de tu jefe dejó de explotarte?

— Tengo la tarde libre… —ignoró eso de “el vejete de tu jefe”, si supiera…

— ¡Genial! Voy a verte por fin, me conseguí unos días libres y necesito tener una cita contigo URGENTE

— Es un extraño modo de pedirlo…, pero también me gustaría verte, Cam.

— Esto es lo que haremos, me envías un texto con tu dirección y te recojo todo lo rápido que pueda llegar, podemos cenar temprano y luego dar un paseo o ir al cine o a jugar bolos o por un par de tragos o a mi casa…

— Podemos reunirnos en alguna parte, quiero tomar una ducha antes —sugiere nerviosa por esa última sugerencia.

— No, no, no te recojo en tu apartamento, no quiero que vayas sola por la calle.

— Qué lindo, pero no suelo llevar chaperón para salir a la calle —ríe divertida, su voz era peculiarmente expresiva.

— Insisto.

— De acuerdo, dame una hora para estar lista.

— Te doy lo que quieras encanto.

— Voy a fingir que no has dicho nada, nos vemos.

Cortó antes que el doctor pudiera replicar y enseguida le envió su dirección. Luego corrió por una ducha exprés.

Envuelta en su bata esponjosa y roja, con una toalla en la cabeza como turbante absorbiendo el agua de su cabello se vio tirando prenda tras prenda sobre la cama. No conocía a Cameron, no sabía dónde la llevaría o que gustos tenía ¿simple o refinado?

— ¡MALDICIÓN!

— ¡Hija mía! Pero que susto me has dado

Saltó su tía Jazmin, cuando escuchó el grito desde la entrada.

— ¡Hola tía Jaz!

Gritó desde la habitación observando su closet.

De inmediato los tacones de su tía hicieron sonar el piso avisándole que se acercaba.

— ¿Qué haces en casa tan pronto?

— Yo…--

— ¿No te habrán despedido? —se llevó la mano al pecho preocupada interrumpiéndola.

— No tía, aún tengo trabajo —le asegura—. Tengo la tarde libre…, y tengo una cita y no sé qué ponerme –hace un puchero antes de dejarse caer sobre la cama.

— ¿Con el pediatra sexy? —sonrió esperando que dijera que sí.

— Sí tía, con él…

— ¡¿Y cuál es el problema?! —chilla Jazmin, acercándose a su sobrina.

— Es que…, no sé qué ponerme…

— Amor, eres preciosa, lo que lleves deberá encantarle a ese chico

— Gracias —le sonríe con cariño—. Pero mi problema es que no lo conozco, no sé dónde va a llevarme, no sé lo que le gusta, tal vez sea un lugar simple, o puede que sea todo sofisticado y desencaje completamente…

— Un vestido —sentenció echando un vistazo a las prendas sobre la cama

— ¿Un vestido?

— Sí, no es tan formal pero tampoco es como si te hubieses puesto cualquier cosa, además así no le enseñas ese trasero lindo que tienes en la primera cita —le guiña con complicidad.

— Tía Jaz… —la regañó intentando no reír

— Ya cepilla tu cabello antes que se alborote todo, voy a ordenar esos risos rebeldes y te verás maravillosa.

— Gracias

— Ya deja de darme las gracias que solo hago mi trabajo —le hace una seña para que se levante de la cama-. Necesitamos regresarte a las pistas, necesitas un novio, es el camino a encontrar un esposo.

— Anticuada —ríe aliviada.

30 minutos más tarde Danielle, lucía un simple vestido azul marino de manga tres cuartos, escote redondo, ajustado hasta la cintura y holgado hasta medio muslo.

— Me encanta como te has maquillado, tus ojos se ven más oscuros cuando usas sombra negra.

— ¿No es demasiado? —duda nerviosa.

— Es una cita, estas preciosa ¿qué zapatos vas a usar?

— Esos zapatos hasta el tobillo que me regaló Amanda —anuncia buscándolos en el desorden del closet.

— ¿Los negros con cordones?

— Sí, creo que los dejé por aquí… —dice revolviendo zapatos y zapatillas

—Ay Dani, eres un caso, los vi en la cocina tirados

— Ops, voy por ellos… —se detiene al escuchar su celular sonar.

Enseguida lo busca debajo de toda la ropa que está tendida sobre su cama y el terror en su rostro la congela.

— ¿Qué pasa? ¿Está llamando el doctorcito? —pregunta Jazmin.

— Es mí…, mi mamá… —susurra preocupada, nada bueno sale de una llamada de su madre.

— Cariño mío, dame ese celular, ve a ponerte los zapatos, yo hablo con esa bruja.

— Es tu hermana —sonríe nerviosa

— Ni que lo digas —extiende la mano esperando a que le entregue el celular.

— De acuerdo

De buena gana le entregó el celular a su tía y fue a la cocina por sus zapatos, se los calzó y antes de regresar a la habitación por su chaqueta echó un vistazo por la ventana.

¡Mala idea!

Apoyado contra la puerta del conductor se encontraba Cameron, llevaba un traje azul marino y camisa celeste, sin corbata y con un par de botones desabrochados…, se veía PERFECTO.

— ¡Tía Jaz! —gritó pegada a la ventana.

Enseguida se escuchó el sonido de los zapatos de su tía acercándose a toda prisa por semejante grito.

— ¡Niña! ¿Qué pasa? Casi me da algo —chilla acercándose a la ventana.

— Míralo, creo que necesito cambiarme AHORA.

Jazmin, se acercó a la ventana y entonces vio al bombón que se apoyaba contra ese BMW blanco.

— ¡Dulce Dios! ¡Pero que pedazo de filete te has encontrado!

— Demonios, ya no me siento segura de este vestido, es muy… ¡barato!

— Calma, está el que te regaló Mika, para tu cumpleaños el año pasado, ese es maravilloso

— Rayos, no quería llevar escote en la primera cita…, espero no lo malentienda

— Tengo una sobrina ardiente, deja de ocultar tus pechos ¡eres una chica!

Riendo corrió a cambiarse, tiró por los aires el vestido que llevaba y sacó de su estuche el hermoso vestido negro, se cambió el sujetador por uno negro y se metió en el vestido sin mangas. Ajustó a su cintura el fino cinturón y buscó su pequeña chaqueta de cuero negra, tomó su diminuto bolso en donde metió su celular, unos billetes, su identificación y las llaves.

— Ahora sí querrá encadenarte a la cama

— ¡Jazmin Ross! —gritó ruborizada al escuchar aquel comentario.

— Mi vida —rió muerta de la risa con su vergüenza.

— Basta ¡estoy muerta de nervios! Hace dos malditos años que no tengo una cita —suelta el aire ruidosamente-. ¿Qué pasa si decide que no le gusto? Porque a mí me gusta mucho y…

— ¡Ay mi amor! Eres lo ÚNICO que tus padres hicieron bien. Preciosa

Con una sonrisa maternal tomó el rostro de Danielle, con ambas manos y la besó en la frente.

— Lo dices porque somos familia —hace un puchero

— Dani…, lo digo porque es la verdad —protesta llevándose ambas manos a la cintura—. A ver ¿Cuándo te he mentido yo a ti?

— Es que…, hace tiempo que no salgo con nadie —murmura apenada.

— Eso es porque tú bloqueas a los hombres, ellos llaman y tú no contestas o lo arruinas con pesimismo…

— Es solo…, inseguridad y trabajo…, lo sabes

— Sí y ya va siendo tiempo que mandes esa inseguridad a la punta del cerro más alto. Ese guapetón está interesado en ti ¡Y quizás cuantos dejaste ir por boba! Ve abajo y se la encantadora señorita que sé que eres —le ordena con cariño.

— Tía… —suspira agradecida—. ¿Mañana te acompaño a hacer las compras?

— ¡Por supuesto! Quiero todos los detalles, y los sucios por adelantado

— Jazmin, compórtate —suelta con humor.

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