Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 7

Todo el día. Este hombre es demasiado literal.

Nicholas, paseó a Danielle, por toda la ciudad, aunque solo visitaron 3 terrenos y ninguno pareció agradarle, o al menos esa fue la impresión que le dio a cada uno de los agentes de bienes raíces a quienes interrogó minuciosamente, detestaba perder el tiempo hablando con “representantes”, siempre tenía que reagedar otra cita con el dueño, los agentes pitaban todo lindo para que los idiotas compraran los terrenos.

Estaba furioso por la falta de compromiso, y Danielle, tensa, no quería que le entrara el demonio y acabara dejándola allí. Así que procuró grabar las conversaciones para no perderse detalle ya que si comenzaba a tomar nota era posible que su libreta no diera abasto.

Al acabar la tercera visita Danielle, esperaba que al igual que la vez anterior el señor Allen, la dejara a su suerte para regresar a la oficina. Pero no. Le indicó que subiera a su deportivo y condujo en silencio de regreso al edificio. Estaba bastante cabreado por no haber conseguido lo que buscaba.

Para cuando se detuvieron en el estacionamiento subterráneo del edificio ya eran las 9 de la noche, y Danielle, no entendía por qué quería regresar al despacho. El edificio estaba completamente desierto…, algo espantada bajó del auto y caminó mirando constantemente a su alrededor, el estacionamiento resultaba escalofriante eso y el silencio sepulcral, solo faltaba que algún maniaco saltara contra ellos y los asesinara.

— Señorita Ross, entre de una vez en el ascensor

La voz de Nicholas, sonaba molesta, le había hablado varias veces a Danielle, pero ella estaba pegada mirando hacia el vacío pensando en asesinos seriales apareciendo de la nada.

Un poco avergonzada entró en el cubículo y esperó en silencio llegar hasta su piso. La situación a cada instante era más incómoda, y el intenso aroma del perfume masculino de Nicholas, no ayudaba mucho… tensos minutos encerrados en el ascensor transcurrieron lentamente, ninguno dijo nada, así que cuando las puertas se abrieron en el piso 16 automáticamente ambos salieron y caminaron hacia su lugar de trabajo.

Algo sucedía, Danielle, estaba segura de eso, el modo en que Nicholas, se detuvo frente al pequeño escritorio de ella para observarla le decía que lo que fuera a salir de esa sensual boca no le iba a gustar, sobre todo por ese semblante serio que no se lo sabana ¡ni a palos!

Y su mirada oscura…, “perversa” le insinuaba que estaba planeando algo…, y entonces lo dijo.

— Prepárese, debemos estar en la gala a las 10 de la noche.

¡¡¡¿QUEEEEEEEEEEE?!!!

Gritó Danielle, en silencio, aunque su expresión lo dijo todo.

— ¿Cómo dice? —susurró esperando que de pronto estuviera considerando convertirse en comediante.

— La gala de esta noche —repitió molesto—. Está en la agenda, Danielle.

Señaló la agenda sobre el escritorio de su asistente.

— Sí, pero es un evento nocturno…, y social, us..usted suele ir solo…, o con, con compañía —tartamudeó esperando que le estuviera nuevamente tomando el pelo.

— ¿Qué parte de “vas donde ti vaya” no fue lo suficientemente clara?

Gruñó algo exasperado por su negativa.

— Pero… —una sola mirada a esos furiosos ojos y se sintió pequeña—. He estado todo el día en el trabajo, ya me quiero ir a casa, estoy cansada –suspiró derrotada.

— A eso se le llaman horas extras —insistió cortante.

Como si le hubiesen dado una patada en el culo Danielle, intentó no gritarle furiosa por lo descarado que estaba siendo, Y APROVECHADOR.

— Se está aprovechando un poco del significado de esa palabra, SEÑOR.

— ¿Me estoy aprovechando? —repitió fingiendo sorpresa.

— Sí. Llevo más de 12 horas trabajando, no puede pedirme que además trabaje de noche y sin previo aviso. Sin descanso ¡ni siquiera he bebido un vaso de agua en toda la tarde!

— La sala de descanso está muy bien equipada señorita Ross, sírvase usted misma —dijo burlón.

— Claro que lo haré…, antes de irme a casa —lo desafió cruzándose de brazos.

Un duelo de miradas chispeantes después…

— AYER cuando la llamé fui lo suficientemente claro, además recuerdo haber dicho “tenemos la gala anual de Goldwick” ¿qué le dice eso?

Iba a protestar pero Nicholas, no le dio tiempo para hacerlo, se dirigió al perchero donde su esmoquin seguía colgado, tomó el paquete con sus zapatos y se acercó a la puerta de su despacho, pero no sin antes advertirle.

— Tiene media hora para prepararse.

Y desapareció tras la puerta.

¡Maldito, maldito endemoniado humano! Gruñó Danielle, de camino a la sala de descanso ¿por qué estaba tan pesado con ella? ¿Qué había hecho mal? ¿Era por haber llegado tarde por culpa del anciano de la sastrería?

Frustrada encendió la luz de la sala, fue a la nevera por una coca cola bien helada y luego buscó un paquete de galletas con chispas de chocolate, estaba hambrienta, no ha comido nada desde el miserable sándwich de queso y lechuga que sacó de la máquina del piso 9. Ofuscada dejó las galletas de lado y se cruzó de brazos, no pensaba ir a ninguna parte.

Y treinta minutos después un apuesto y elegante jefe en esmoquin entró en la sala de descanso y la miró de pies a cabeza con el ceño bien fruncido.

— Aún no estás lista

— ¿Lista para qué? No pienso ir a ningún lado, salvo a mi casa —declaró decidida.

— ¿Ah sí?

— Sí, es lo que acabo de decir –gruñe de malhumor.

— No te estoy preguntando si tienes ganas de salir, no soy tu amigo, soy tu jefe y te he dado una orden.

— Está abusando, SEÑOR ALLEN —lo increpa

— Vas o no te molestes en regresar mañana. Hay una larga lista de postulantes para tu puesto.

De pronto sin aliento y con los ojos abiertos como plato supo que hablaba en serio y claro no iba a cometer el mismo error que su amiga Frida. Suspiró con pesar y se puso de pie.

— Estoy lista, señor

— ¿Vas a ir a una gala vestida así? —suelta con una mueca de desaprobación.

— Es mi ropa de trabajo y hasta donde sé estoy trabajando

— Realmente no sé por qué tengo que soportarte

— Deberá ser más específico para la otra.

Sintiéndose un pato feo no volvió a hablar. Se limitó a seguirlo y a escribir lo que fuese necesario. Subieron al ascensor y esta vez bajaron hasta el lobby del edificio, el guardia los saludó y le anunció al señor Allen, que la limusina ya lo esperaba. Y entonces solo entonces Danielle, supo a qué se refería su jefe cuando preguntó por su vestimenta. Pero enseguida recordó lo molesta que estaba con el señorito.

— Necesito que a cada persona con la que hable le entregues mi tarjeta de presentación y respondas sus dudas si llegase a ser necesario. También debes pedirles sus tarjetas o directamente su número de contacto en caso que no tengan.

Danielle, solo asintió.

— Y cambia la cara de desgracia, la gala estará llena de personas muy importantes, no quiero que piensen que eres mi esclava.

— ¿A no lo soy? Es bueno saberlo —bromeó con sarcasmo.

— Al menos eres capaz de hablar —responde algo más relajado.

Al llegar, alguien desde fuera abrió la puerta del lado de Danielle, ella miró a su jefe en busca de aprobación, solo así aceptó la mano que le ofrecían.

Caminó siempre detrás de Nicholas, nunca a su lado, y lo hizo a propósito, quería dejarle claro que sabía hacer su trabajo y que no metería la pata. Así que por la siguiente hora fue su sombra, lo siguió por la recepción ofreció tarjetas y anotó muchos números de gente interesada en su jefe.

Al concluir la recepción todos los invitados fueron guiados al salón donde la cena sería servida, el personal acomodó a los invitados y el anfitrión dio inicio a la velada.

Fue la cena más larga del mundo, pensó Danielle, aburrida en un cómodo sofá del lobby del hotel en que se estaba llevando a cabo la gala.

Finalmente dos horas más tarde Nicholas, llamó a Danielle, a su celular.

— ¿Se puede saber dónde estás? —espetó en voz baja

— Fui un minuto al baño —mintió dirigiéndose al salón

— Te necesito AHORA.

Y enseguida estuvo a su lado, un atractivo hombre y su hermosa esposa hablaban con Nicholas, todos sonreían y se halagaban superficialmente. El hombre le dirigió una mirada a Danielle, y enseguida le lanzó una mueca de desaprobación a su vestuario de lo más maleducada.

— Mi asistente con gusto te enviará toda la información que desees, puedes llamarla a cualquier hora, olvida la zona horaria.

— Tranquilo que para eso tengo secretaria, le dejaré mi tarjeta —dijo el desconocido extendiendo la tarjeta de presentación.

— Magnifico, nos vemos en otra ocasión.

Los desconocidos no hicieron más que dar media vuelta para que un par de mujeres se le acercaran, Nicholas, se puso algo nervioso pero trató de disimularlo mientras estaba con ellas, no quería ser descortés. Sí claro

— ¿Ya tuviste tiempo de estudiar la vestimenta apropiada para estos eventos?

Esperando que si probaba el bendito pato Nicholas, dejara de observarla, lo hizo, cortó un diminuto trozo y se lo llevó a la boca, lo degustó y si, no sabía mal así que asintió en dirección a su jefe y este se centró en su café que acababa de llegar y en su celular por los siguientes 10 minutos.

La gente a si alrededor comenzó a abandonar las mesas, por lo que Danielle, dejó el tenedor a un lado, bebió un poco de agua y se levantó.

— ¿No vas a acabar el pato?

— No, ya todos se están levantando. Gracias señor —ofreció con timidez.

— Como quieras —soltó indiferente—. Ve por el chofer.

— Enseguida señor.

Aliviada de poder retirarse de aquel salón tan elegante fue al lobby, tomó su chaqueta y su bolso y de camino a la salida llamó al chofer del auto (se aseguró de pedir su número al momento de bajar de la limusina) le pidió que los recogiera en la entrada.

Salió a tomar un poco de aire, se puso la chaqueta y solo cuando vio acercarse el auto fue por su jefe. Caminó de regreso al salón de recepción y con discreción se acercó y le hizo saber sin pronunciar palabra alguna que el auto ya estaba esperando. Nicholas se despidió y comenzó a alejarse, la pareja con la que hablaba la detuvo y solicitó una tarjeta. Preparada para aquello sacó un par de tarjetas de presentación de su jefe y se las ofreció.

Tranquilamente caminó hacia la salida mirando la pantalla de su celular, abrió la aplicación de UBER y solicito un viaje a casa, se detuvo en la entrada a chequear en cuanto tiempo llegaría el más cercano.

— ¿Cuánto tiempo tengo que esperarte? —soltó la molesta voz de Nicholas.

— Señor Allen —lo nombra algo confundida, lo hacía de camino a su casa.

— Sí, soy yo ¿qué haces allí parada? Sube de una vez —señala la limusina estacionada en la entrada.

— ¿Cómo?

— Al auto, es tarde, no hay excusa para que mañana te retrases

— Estoy pidiendo un… —señala su celular sorprendida porque insinuara que la llevará

— No me hagas perder el tiempo, sube.

A toda prisa caminó hacia la puerta del copiloto con la intención de ir con el chofer, pero la mano de Nicholas detuvo su intento de abrir la puerta.

— Atrás.

Asintiendo se dirigió a la puerta que su jefe había abierto y se deslizó hasta la otra puerta, lo más alejada posible de él. Por alguna razón estaba nerviosa. Tal vez sea porque el esmoquin le sienta esplendorosamente bien. En fin no fue capaz de mencionar una sola palabra, se limitó a mirar al frente o por la ventana.

Al llegar a la entrada de la propiedad de Nicholas, mientras aguardaban que el portón se abriera para llevarlo hasta la puerta principal, Danielle, le pidió al chofer que esperara y rápidamente se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta dispuesta a bajarse.

— ¿A dónde vas?

— Me voy a mi casa

— ¿Cómo si se puede saber?

— En un UBER, lo voy a pedir ahora, buenas noches

Soltó rápido, pero Nicholas, volvió a agarrarla por la muñeca para retenerla.

— Cierra la puerta.

— Pero…

— Ahora.

Cohibida cerró la puerta y solo entonces Nicholas la soltó.

— Le das la dirección al chofer y que te lleve a tu casa. Son la 1 de la madrugada, no puedes exponerte a que algo te suceda andando a esta hora en la calle ¿quedó claro?

— Sí señor…

Ruborizada porque dentro de sus órdenes se haya preocupado por ella, volvió a abrochar su cinturón y en silencio observó como el auto se acercaba a la lujosa y maravillosa casa del jefe.

— Buenas noches señorita Ross.

— Buenas noches señor Allen.

Y eso fue todo, estaba agotada y con un sueño de los mil demonios. Le indicó su dirección al chofer y se dejó caer sobre el cómodo asiento. Que noche más larga que día más largo.

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