- ¡MALDITO CRETINO! – vociferó con total frustración mientras escuchaba la carcajada de él perderse en el espacio, dejándola sola y con ganas. - ¡ME LAS VAS A PAGAR SANTINO RIVAS, ME LAS VAS A PAGAR! – grito con toda su furia olvidando el lugar donde se encontraba.
Abril respiró hondo un par de veces luego de acomodarse la falda, la camisa y el cabello y luego salió de aquel sitió encontrándose de frente con un empleado de limpieza. Los ojos de ella se abrieron como platos al ver al viejo hombre parada junto a la puerta de emergencia con una escoba y lo primero que se le ocurrió fue negar lo obvio.
- Eh, disculpe. – dijo quedándose petrificada ante la mirada curiosa de aquella persona. – no es lo que . . . – pero el tipo la interrumpió.
- Señorita, ¿se siente bien? Acabo de llegar. – dice mirándola extrañado e intentando saber si algo malo le ocurría.
- Pero . . . – comenzó hablar medio trabándose la lengua, para luego negar con su cabeza y salir inmediatamente del edificio.
Lo peor que le podían hacer a una persona se lo había hecho él y lo que más le molestaba era que la había dejado con las ganas y eso era algo que no solo no se lo iba a perdonar, sino que se lo cobraría con creces.
Al llegar a su casa, intentó calmarse de la única manera en la que podía hacerlo. Para llamar a Alejandro era muy temprano y aunque fuese su sumiso, en cierto modo, debía respetar la vida privada de él. Abril sabía, cuando lo conoció y le propuso ser su esclavo, que estaba en una relación y que en cierto modo su prioridad era esa mujer, pero lo que no sabía ella era que, a Ale, cómo solía decirle, le pasaban cosas con ella que iban más allá de un juego de roles y que ya había comenzado a ser un problema dentro de su pareja.
Sin más, llenó la bañera y se metió dentro luego de desnudarse. Mientras el agua caliente subía su temperatura corporal ella se dejó llevar por el cansancio de una jornada laboral bastante estresante y gracias a lo que no ocurrió con Santino se sentía al borde del colapso orgánico.
Por un momento dejó que los recuerdos la invadan y se vio nuevamente bajo el control de Rivas. Atada de pies y manos, dominada completamente a los deseos lujuriosos de aquel hombre, a sus fantasías, a sus fetiches.
.....
Abril siempre quiso saber para qué tenía una jaula en la esquina de su habitación, y por supuesto cómo es que se usaba. Aquella noche lo sabría.
Le ordenó desnudarse y entrar consigo dentro de aquel objeto. La colocó de espaldas a la puerta de entrada del cuarto. Tomó las cadenas del suelo y se las amarró a ambas extremidades, tanto superiores como inferiores. Las mismas no la inmovilizaban, pero si quisiera salir de la jaula no podría hacerlo, aunque tampoco era sencillo girarse para mirar de frente a la puerta de la habitación ya que, si lo hacía sus brazos, terminarían por quedar cruzados, diferente eran las cadenas que sujetaban sus tobillos ya que eran lo suficientemente extensas como para hacerlo y que no le molestara el moverlas.
Santino se había fijado perfectamente en ese detalle, ya que follarlas dentro de la jaula no era tarea fácil.
En el momento en que la espalda desnuda tocó el frío hierro un escalofrío le recorrió el cuerpo haciendo que su sangre se hiele. Si bien el clima estaba fresco dentro de esas cuatro paredes el calor sexual hacía hervir la sangre y calentar los cuerpos al punto de derretir un glaciar completo.
Sujeta a esos barrotes de hierro, desnuda ante aquel hombre que sabía arrancarle desde los infiernos orgasmos cargados de locura y deseo. Frente a la deseosa boca de aquel que no esperaba por beber de su estrechez, de su exquisito néctar desde lo más hondo de sus entrañas.
- No tienes idea de como disfrutaré follándote. – suelta relamiéndose los labios frente a sus ojos. Ella sonríe, el saber todo aquello que le provocaba hacía que se sienta omnipotente, pero nadie lo era más que él mismo.
Santino la tomó del cuello haciendo que su cuerpo se recargue sobre el hierro y generando que su piel se erice. Él pega sus labios a su oreja, pero antes de poder decirle algo, le mordió tan fuerte el lóbulo que ella esta vez gritó del dolor.
- ¡AAYY! ¡ME DOLIÓ! – se quejó, pero él no sale de esa posición, estaba cegado por la lujuria y el placer.
- Te va a doler. – le dice metiendo s lengua en su oído. Ella no sabía si dejarse llevar por la excitación rosando el dolor o bien asustarse. La primera opción era la correcta. – te juro que te hare doler hasta el alma de cómo te meteré mi polla. –
Ella jamás lo había escuchado así, tan extasiado, pero engrandecía su ego el saber que una mujer como ella podía generar tanto en un hombre como él y le encantaba ¡DEMONIOS QUE LO DISFRUTABA!
Luego de verificar que esté bien sujeta, salió de la jaula y tomó de uno de los estantes del lugar, algo así como un palo y cuya una de sus extremidades tenía un consolador.
- Sin voltearte, de espaldas, inclínate y abre tus glúteos. – ella quedó quieta sin reaccionar. La manera en la que le hablaba era muy diferente a las otras veces, de echo nunca se había comportado de ese modo, pero le gustaba. Sentirse deseada es lo que más les gusta a todas las mujeres y ella no era la excepción. -¡AHORA! – Insiste y ella obedeces. - ¡dios, tienes un coño exquisito y ni hablar de ese agujero, de ese culo. . . – el escucharlo provocaba en ella que sus esfínteres se contraigan ante sus ojos y ver eso hacía que su polla se le ponga más y más dura.
Sin que se lo esperase, sintió como algo mojado ingresaba poco a poco dentro de su ano y la incomodidad que sintió en un principio, se fue inmediatamente al darse cuenta de que lo que le había introducido era uno de sus dedos.
- Apriétamelo. – le ordena y supuso que se refería a su dedo dentro de ella. Entonces lo hizo. – ohh, Abril ¿tienes idea lo excitante que es que aprietes mi polla cuando estoy dentro de ti? – ella sabía que eso era algo a los hombres los volvía locos y por eso lo hacía, de hecho, hasta saber cuando iban a eyacular y detenerlos antes de que lo hagan sabía hacer.
- Ohhh . . . ohhh Santino. . . - gime al sentir que otro dedo ingresa en ella pero esta vez en su coño.
Ella sujetaba con fuerza las cadenas, dado que su posición provocaba que sus brazos quedasen extendidos y la excitación ya le habían provocado que dejara de abrirse los glúteos y comenzara a intentar soltarse del agarre de las cadenas. En vano por supuesto.
- ¿quieres que te lo meta? – le pregunta mientras sus dedos ya comienzan a moverse salvajemente, ella le gime que sí, pero él no logra escucharla. – no te oigo. Dilo más fuerte. – le ordena al mismo tiempo que utiliza su otra mano libre para tomar el palo a la altura del inicio del falo de goma y comenzaba adentrarse en ella.
- Ohhh dios…. ¡QUE BIEN SE SIENTE! – Gime en un grito y él sonríe, pero no le es suficiente, ese no era el trato que una esclava debe darle a su amo.
- ¿te gusta? – le pregunta y ella vuelve a decir que sí y cómo no le hablo como corresponde, de un solo envión le introduce el consolador hasta el fondo.
- ¡AYYYY! – realmente eso dolió. No mentía cuando le dijo que le dolería.
- Vuélveme a faltarme el respeto y te dolerá peor que ahora. – ella no entendía por qué le decía esas cosas, pero él no jugaría a las adivinanzas. – eres mía, eres de mi propiedad, y debes tratarme como una esclava trata a su amo. Debes arrodillarte a mis ordenes, debe hacer lo que te pida, debes lamer el suelo por donde yo piso. Debes cogerme la polla cuando yo quiera que lo hagas. –
Para ella era extraña esa actitud en él. El besarla se había hecho parte de su rutina sexual y en verdad lo disfrutaba. Le gustaba todo de él, aunque a veces solía perderse en el deseo, era capas de calmar a la fiera.
- ¿Quieres que dejemos todo hasta aquí? – le pregunta rosando sus labios.
A ella le sorprendía como, un hombre que no había experimentado jamás un sentimiento tan bello como el amor, era capaz de tener esas actitudes tan dulces con ella a veces. Cada día que pasaba descubría un Santino que la enamoraba y que le hacía creer que después de todo, podía disfrutar sin culpas.
- No. Quiero que me folles, pero no con esa cosa. – le dice de nuevo y cuando intenta besarlo, él se aleja y delante de sus ojos se quita el arnés, dándole vista a su enorme y tan deseada polla.
- ¿sabes que eso te proporcionara un castigo verdad? – ella asiente. – entonces él volvamos a empezar. – y se le acercó, pero un fuerte sonido comenzó aturdirle la cabeza y al abrir y cerrar sus ojos, vio como todo a su alrededor se desvanecía dejando ver una habitación que conocía perfectamente.
....
De momento a otro los ojos de ella se abrieron y se encontró en el mismo cuarto de baño, con sus manos entre sus piernas, su respiración entre cortada, su pecho que subía y bajaba y con un orgasmo a punto de estallar. Había sido un sueño y debía poder liberarse, entonces volvió hacer lo mismo que cuando le ocurrían este tipo de sueños mojados con Santino, y eso era el masturbarse hasta eyacular.
No tenía el consolador a mano y su hermana estaba en su cuarto usando la computadora, por lo que no podía ir a buscarlo entonces ¿qué haría? Necesitaba desahogarse inmediatamente.
Miró hacía un lado y no había nada que le sirva, miró hacía el otro y lo mismo, nada para usar, pero cuando sus ojos se posaron en frente y vio la canilla se le ocurrió una idea.
Lo primero que hizo fue sacar un poco de agua de la bañera, ya que lo que pensaba hacer si lo ejecutaba con esa cantidad de agua podría ahogarse. Luego de que se escurriera la cantidad necesaria de agua, se deslizó hacía donde estaba la canilla y abrió sus piernas acomodándolas en el borde de la bañera. Abrió la canilla y el primer chorro frío que toco su clítoris hizo que se estremeciera, por lo que tuvo que templar el agua. Una vez lista, se dejó envolver por el placer esos espasmos que el liquido caliente le provocaba en su cuerpo al rozar su punto G.
- Ahhh… ahhh… ahhhhh – gemía por lo bajo en tanto su zona intima comenzaba a latir rápidamente, a contraer y des contraerse una y otra vez. No era mucho lo que le faltaba para terminar.
Ella dejó caer su cabeza hacía atrás y mientras una de sus manos apretaban sus pechos con fuerza, el agua se mezclaba con el néctar de sus partes prohibidas.
- Ohhh Santino… házmelo así… así… - gemía con sus ojos cerrados mientras divisaba su imagen, sus manos apretando y pellizcando sus pezones, mordiendo su cuello, apretando su vagina. Se sentía a punto de liberarse.
Su cuerpo comienza a temblar, y un grito se atora en su garganta. No puede hacerlo, no debe hacerlo, nadie debe enterarse que dentro de esas cuatro paredes, expone sus vergüenzas y que lo hace al mismo tiempo en el que llegando al clímax no puede evitar gritar su nombre de igual modo que en la otra punta de la ciudad, un hombre, sentado en el living de su casa, reproduciendo una y otra vez aquel primer y único video que filmaron con Abril teniendo sexo mientras aprieta y estira su polla más dura que una piedra hasta pasar el limite de la lujuria y abrazar un orgasmo de otra galaxia, con el nombre de ella en su boca.
- Abril .- repitió él mojando su polla con su propio jugo sin abrir sus ojos.
- Santino. – Susurró ella con sus manos aun en sus pechos y su respiración entre cortada sin poder ver la luz del cuarto de baño.
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