Era una mañana normal del verano, los rayos de sol se penetraba en el cuarto a través de la ventana y se derramaba suavemente en la cama, donde se acostaba Carina perezosamente y tranquilamente.
Amanda abrió la puerta, entró muy sigilosamente y puso la sopa de pollo aún humeante sobre la mesa. Al ver que su hija todavía dormida, no quería despertarla. Pero justo cuando se dio la vuelta para salir de la habitación, una voz tierna y dulce sonó a su espalda:
—Mamá, buenos días. Te has levantado muy temprano.
Amanda se dio la vuelta y dijo con algo avergonzada:
—Carina, siento haberte despertado otra vez. Solo quiero traerte la sopa de pollo que acabo de preparar.
—No pasa nada, mamá. Ya es la hora de levantarme. Últimamente, el bebé es muy caprichoso moviéndose sin cesar en mi vientre y no me deja dormir bien —Carina dijo a su madre mientras se acariciaba muy suavemente en su vientre.
Después Carina puso una cara un poco seria y abrió la boca después de vacilar unos momentos:
—Mamá, quiero decirte una cosa.
Al ver la expresión de su hija, Amanda adivinó vagamente lo que quería decir su hija y contestó con calma:
—Pues dímelo.
Carina levantó la vista mirando tristemente afuera de la ventana, irradiando algo de amargura e impotencia.
Ella apretó firmemente los labios como si le costara mucho pronunciar las palabras que quería decir.
—Mamá, ¡es que he decido volver a la familia Chicote! —Carina abrió la boca después de vacilar un buen rato.
Amanda se quedó muy sorprendida al oír la decisión repentina de su hija y preguntó con un tono increíble:
—Decido volver allí no porque estoy codiciando la riqueza de su familia ni porque estoy enamorada de Daniel. ¡Lo que ha dicho él en el hospital ese día ya me ha roto el corazón en pedazos! He decidido volver a su familia porque no quiero deber tanto a mi querido bebé. Si Daniel me celebra la boda y se casa oficialmente conmigo, estoy a dispuesta a dar a luz al bebé en su casa... —dijo Carina con una voz temblorosa.
Ya había pasado casi cuatro meses con su bebé, y Carina descubrió que le gustaba cada día más este ángel en su vientre, por eso ella no quería deber a su hijo y quería darle una mejor vida en todo lo que ella pudiera.
Aunque algún día ella tuviera que alejarse de la vida de su hijo para terminar todo esto, haría todo lo que pudiera hacer para él antes de la llegada de ese día.
Amanda miró a Carina a su frente, y, de repente, creyó que su hija se había madurado mucho de una noche a la mañana y ya no era tan inocente como antes. Sin embargo, Amanda no sentía ninguna alegría porque su hija estaba perdiendo poco a poco su alegría y su ingenuidad, lo que era algo que Amanda siempre había estado queriendo guardar para Carian. Como madre, Amanda solo quería que Carina fuera feliz sin preocupación. Pero ahora Carina cargaba con tanto.
Amanda se creía una madre incompetente. Cuando Carina todavía era niña, ella se había divorciado de su marido y había dejado a Carina sufrir muchos agravios con ella durante estos años. Por lo tanto, desde niña, Carina había estado siendo más independiente y trabajadora que otras chicas de la misma edad.
Amanda creía deber mucho a Carina. Si no hubiera sido por sus enormes gastos médicos para la operación, ahora su hija no estaría en una situación tan difícil. Quería hacer algo para ayudar a su hija, pero al final descubrió que era incapaz de hacer nada para ella.
Sumida en sus sentimientos de culpa, Amanda estaba tan impotente que no supo qué decir a su hija por un momento.
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