Quemame con tu pasión romance Capítulo 64

Carina pensó que María no estaba siendo razonable y pretendía probar los huevos ella misma, pero al momento siguiente María volcó el plato.

Carina no pudo aguantar más y miró a María con maldad y le dijo.

—Tía, ¿qué quieres decir con eso? He tenido la amabilidad de prepararte un desayuno, ¡sólo quiero armonía familiar! Sé que tienes prejuicios contra mí, pero no te pases, ¿vale? Si no fuera porque estoy embarazada, ni siquiera estaría casada con tu hijo.

—Oye, ¿también sabes que sólo pudiste casarte con nuestra familia gracias al bebé? Si no fuera por el constante corazón blando de mi hijo, ¿crees que mi hijo se fijaría en una mujer de aspecto medio como tú? Puesto que te has casado con un hombre rico, ¡tienes que acatar las reglas de un hombre rico! He visto muchas niñas como tú.

—Tú... tú... —Carina estaba temblando de rabia y dio dos pasos hacia atrás.

Sentía más frío por dentro que si hubiera caído en una cueva de hielo. Pensó que si actuaba con la suficiente humildad, ¡podría facilitar la relación entre ella y María!

Pero ahora sabía que María nunca podría aceptarla sinceramente, y que nada de lo que pudiera hacer cambiaría la actitud de María. En un instante, una profunda sensación de desesperación inundó a Carina.

Carina tomó la decisión de que cuando el niño cumpliera un año, lo cogería y se iría, para no volver a un hogar así y no volver a vivir con alguien como María...

—Tía, es cierto que mi familia es pobre, pero mi madre me ha enseñado a comportarme de la manera más dura desde que era una niña, ¡y nunca he querido el dinero de tu familia! No pienses en mí de forma tan desagradable.

—Cuando tenga el bebé, no quiero nada, sólo quiero llevarme a mi bebé conmigo... —dijo Carina con una mirada firme.

La réplica de Carina provocó una oleada de ira en el corazón de María, por lo que dijo con aún más desprecio.

—Nuestra familia no te dará nada, incluidos los niños. Al final no será nada más que darte una suma de dinero para arreglar todo.

Justo cuando estaban discutiendo, el timbre de la puerta sonó de repente.

—Tía, ¿estás en casa? Es Diana —dijo la dulce voz de Diana en la puerta.

Emma se apresuró a abrir la puerta.

Diana entró y, nada más entrar en el salón, vio a María y Carina, que estaban discutiendo.

Cuando Diana vio a Carina, el resentimiento que sintió fue indescriptible y sus pensamientos volvieron a ese día.

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