Bella rio para sus adentros.
En su vida anterior, había esperado durante ocho años, pero, al final, lo único que había recibido era un certificado de divorcio y la noticia de que él se había casado con Anna. Era imposible que él se enamorara de ella tan solo un mes.
—Acabo de preguntarte que, si Pedro descubre tu bondad y se enamora de ti, ¿aún querrás divorciarte? —repitió Lucía.
—Sí —respondió Bella, mientras asentía firmemente ante los esperanzados ojos de la anciana.
Después de todo, sabía que aquello no iba a suceder. Ya no quería tener ni la más mínima relación con Pedro en su nueva vida. Ya había sufrido suficiente por amor. Lo único que quería en ese momento era alejarse de él y rehacer su vida.
***
Después de salir de la vieja mansión, Bella vio a Pedro sentado dentro del coche con el rostro frío y hosco. Ella era consciente de que él creía que todo aquello era una representación de Lucía y ella.
Había planeado el divorcio por tanto tiempo, pero había fracasado, lo que convertía todo en algo sumamente sospechoso.
Bella pensó que, si se montaba en el coche, Pedro, inevitablemente, la humillaría y la interrogaría, por lo que decidió ignorarlo, con la intención de tomarse un taxi.
—¡Sube al coche! —le ordenó Pedro, adivinando sus pensamientos.
—Gracias, pero no en la misma dirección —respondió Bella con acritud.
Ella también se sentía molesta por el fracaso del divorcio. ¿Por qué tenía que obedecerlo y sufrir su humillación?
—¡Bella! —la llamó con tono de advertencia.
—¿Por qué gritas? Si tienes la habilidad, vamos a hacer los trámites del divorcio ahora —replicó Bella, con la voz cargada de furia.
Era la primera vez que le hablaba a Pedro en ese tono, y la primera vez que replicaba de aquella forma, por lo que pudo ver que Pedro se enfurecía aún más.
—¡Muy bien! —respondió el hombre con una risa fría.
Antes de que Bella entendiera lo que significaba aquella frase, lo vio bajarse del coche y, cuando reaccionó, dispuesta a escapar, Pedro ya la había agarrado.
—¡Suéltame! —gritó Bella.
Estaba apurada, por lo que giró la cabeza y le mordió el brazo. Pedro sintió un intenso dolor, pero no la empujó, sino que, en su lugar, la lanzó dentro del coche como si se tratara de una bolsa de papas.
—¡Conduce! —le ordenó Pedro a Miguel, quien se encontraba al volante.
El coche ya había arrancado, y Bella no podía huir, por lo que se apresuró a sacar su móvil, apuntó la cámara hacia Pedro y le advirtió:
—Si te atreves a pegarme, llamaré inmediatamente a la policía para desenmascararte.
—¿Llamar a la policía? —preguntó Pedro, como si aquello le resultara ridículo.
Acto seguido, se inclinó sobre ella. Se la acercó como una montaña, haciendo que Bella se sintiera inmediatamente oprimida, y encogió la mano con la que sujetaba el teléfono móvil.
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