El primer sábado de un medio mes después, Catalina recibió una llamada inesperada que le dejó bastante sorprendida.
—¿Hola?
—Hola, señorita Venegas, soy Emanuel Moruga. Nos conocimos en el restaurante la última vez —una voz metálica le llegó a ella desde el otro lado del teléfono.
—¿Cuándo? —preguntó Catalina.
Había acudido a tantas citas a ciegas últimamente, por eso realmente no podía a qué se refería la última vez.
—Hace más o menos medio mes —contestó el hombre.
Después de pensar un rato, se le ocurrió a Catalina ese hombre calvo y ella soltó:
—¿Señor Calvo?
—¿Qué? —Emanuel se quedó un poco desconcertado.
—Nada, nada. Usted ha oído mal. ¿Usted es el subdirector de la Oficina de...? —Catalina se apresuró a cambiar de tema al darse cuenta de haber dicho algo inapropiado.
Emanuel, al otro lado del teléfono, se quedó sin palabras al instante. Evidentemente, esta señorita lo había olvidado a él mismo e incluso lo había confundido con otro hombre. Nunca había sido ignorado así desde niño, Emanuel se puso un poco descontento y decidió decir algo para molestarla a esta mujer:
—Señorita Venegas, si esto es tu forma para llamarme la atención, te puedo decir que has ganado. Ahora tengo mucha curiosidad por ti. Si no es una pregunta abrupta, ¿me gustaría saber si usted ha encontrado a su príncipe azul en la siguiente cita de ese día?
A su vez, Catalina se quedó confundida porque recordaba que ese calvo de edad mediana no hablaba en un tono así en absoluto.
«¡Madre mía! Este tipo es Emanuel Moruga, mientras ese calvo se llama Emanuel Guillén. ¡He confundido a los dos!»
—Eres Emanuel Moruga, ¿verdad? —preguntó Catalina tentativamente y avergonzadamente.
Al otro lado, Emanuel puso una cara sombría. Por lo menos, los dos se habían visto dos veces, pero esta mujer no tenía ninguna impresión sobre él, lo que se equivalía a una gran humillación para él. Y luego le respondió de mala gana:
—¡Sí!
—Je, ¿pues hay algo que puedo ayudar? —Catalina preguntó a sabiendas de que este tipo tenía interés por ella misma.
—Me pregunto si señorita Venegas está libre o no. ¿Le gustaría cenar conmigo esta noche?
—¿Esta noche? Lo siento, pero no tengo tiempo libre —rechazó rotundamente Catalina sin pensar.
Primero, creía que este tipo de militar arrogante realmente no es adecuado para ella y segundo, era verdad que esta noche no estaba libre.
Manuel se contuvo mucho para no soltar groserías y respiró profundamente varias veces para calmarse. Era la primera vez que él mismo tomó la iniciativa a llamar a la protagonista de su cita a ciegas, pero no esperaba ser rechazado. Después de asegurarse completamente de que esta señorita lo había eliminado de su lista de citas a ciegas, Emanuel colgó directamente sin insistir más.
Catalina, a su vez, no se molestó en absoluto, puso casualmente su celular a un lado y se dirigió a su madre:
—Mamá, ¿usas el baño o no? Si no, voy a limpiarlo.
***
Después de medio mes nublado en la Ciudad Tando, el sol finalmente apareció de nuevo en el cielo.
El Distrito Evego se podía considerar con el mejor terreno en toda la Ciudad Tando y el precio de la tierra era muy cara, por eso la mayoría que se habitaban allí eran adinerados, poderosos o funcionarios de rango superior.
La villa de la familia Moruga estaba ubicada en el centro del Distrito Evego, un lugar bastante tranquilo entre la ciudad bulliciosa.
El general ya jubilado, Jonatán Moruga, y su esposa, Estela Espinar, estaban sentados en el sofá mirando atentamente un álbum de fotos, en el cual contenía la información detallada de casi todas las jóvenes solteras con descendencias nobles en la Ciudad Tando.
Los dos estaban tratando de seleccionando a una pareja para su único hijo.
Estela se apresuró a guardar el álbum al oír el ruido del coche afuera de la villa.
Su madre le había organizado numerosas citas a ciegas desde el día en que volvió a la Ciudad Tando. Ya estaba harto de estas cenas interminables, ni mencionar hablar de que no hace mucho había sido rechazado por una mujer con apellido Venegas, quien tenía prisas por acudir a otras citas a ciegas.
—¡Tienes que presentarte en la cena de esta noche, aunque no lo quieras! —en este momento sonó la voz seria de su padre, Jonatán.
Este veterano oficial, quien se había acostumbrado a dar órdenes en el ejército, tenía una aura potente y majestuosa en la casa.
—¡Les he dicho que no quiero ir! ¿A cuál de las citas a ciegas organizaron ustedes no acudí yo? Acabo de regresar hoy y aún no tengo tiempo para quitarme el uniforme. Realmente estoy muy agotado.
Al oírlo, Jonatán dio un paso adelante y dijo seriamente:
—Mira a aquellos subdirectores en tu regimiento, ¿quién de ellos está soltero? ¡Ya tienes 32 años y ya no eres un niño!
—Papá, el mundo está cambiando. ¿Qué importa si yo ya tengo 32 años? ¡Ahora, no es demasiado tarde para casarse a los 40 años!
A un lado, Estela no paró de guiñarle el ojo a su hijo para que no contradijera a su padre y se entremetió:
—Ambos de ustedes tiene la razón...
Ella sabía que tanto su esposo como su hijo tenían carácter violento. Si los dos se pelearan, sería muy terrible, así que tenía que intermediar antes de que la situación estuviera fuera de su control.
—Jonatán, habla con despacio y no te conmuevas tanto...
—Emanuel, tu papá tiene razón, si tienes una esposa hábil y virtuosa al lado, será muy beneficioso para el desarrollo de tu carrera. Mira, esta Agustina es la única hija de Pedro Gutiérrez. Su hermano mayor, como tú, también trabaja en el ejército y se dice que tiene un rango bastante alto. Y su padre, Pedro, es el antiguo director de la Asociación de Escritores. Por lo tanto, creo que esta Agustina es una pareja perfecta para ti. Ve a cena de hoy y segura de que te gustará esa chica.
—Mamá, cada vez que me presentas a una chica, me dices que es la mejor pareja para mí. ¿Entonces qué te parece si me caso con todas a la vez? —refutó Emanuel.
Al escuchar las palabras de este, el padre gritó con enojo:
—¡Emanuel! ¡¿Con qué tono hablas con tu mamá?! No seas tan creído después de obtener unas hazañas militares. ¡De todos modos tienes que participar en la cena de esta noche!
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