En la encrucijada animada, los peatones iban y venía con mucha prisa. Si no fueran los zapatos de tacones altos que la dejaron a Catalina torcerse el tobillo, ella no habría visto a Isaac ponerse de pie en la entrada del hospital. Isaac tenía una barba de varios días y llevaba una camisa blanca con el escote un poco sucio. Parecía que la vida no le salía bien, porque en el pasado había sido una persona que exigía mucho en la limpieza.
Catalina se alegraba de que su ex no llevara una buena vida después de separarse de ella.
Tal vez fuera porque la brisa de hoy era demasiado fresca, Catalina no pudo evitar temblar un poco mirando el aspecto miserable de su exnovio. Nunca había pensado poder enfrentar a este hombre con tanta calma, sin sentir ni un rastro de emoción.
—Caty, cuánto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?
Parecía que Isaac no esperaba poder encontrarse con Catalina y le saludó torpemente con los ojos llenos de expectativas. Ella conocía muy bien a este hombre.
Al no obtener la respuesta, el hombre preguntó de nuevo:
—Caty, ¿estás todo bien últimamente?
Isaac sonrió levemente y apagó las colillas tiradas descuidadamente en el suelo, con su zapato de cuero.
Catalina sonrió con amarga en el interior.
¿Cómo le iba bien a ella después de ser abandonada tan cruelmente por su propio novio y después de sentir tantas humillaciones en las citas a ciegas una tras otra?
Sin embargo, de ninguna manera revelaría su lado vulnerable frente a Isaac.
Pensando así, Catalina enderezó la espalda y le contestó con bastante confianza:
—Estoy muy bien. En el trabajo, el director confía mucho en mí, y me llevo muy bien con los colegas. Además, he hecho varios amigos nuevos. Justamente voy a acudir a la cita con uno de ellos.
Isaac frunció un poco los labios, lo que era un gesto que solía hacer cuando no sabía qué decir. Quería decirle algunas palabras a Catalina, pero no le pudieron salir esas palabras en la garganta. Al final, solo pudo decir con formalidad:
—Bien, me alegro mucho que todo te haya salido bien. Pues date prisa y no dejes que el otro te espere. También tengo algo que hacer...
—Bueno, pues ve a ocuparte en tus cosas, adiós —Catalina esbozó una sonrisa amable pero falsa.
Isaac se rascó ligeramente la cabeza, pareciendo estar un poco angustiado, no dijo nada, se dio la vuelta y se dirigió hacia adentro del hospital.
Esa espalda le parecía un poco solitaria e impotente a Catalina.
—No estoy bromeando contigo, Caty. Es verdad que me ha pedido tu número.
—Olvídalo, no puedo soportar estar con una persona tan presumida y arrogante como él. ¡No soy digna de él y es mejor que busque a la otra!
—Caty, no seas así. ¿Acaso no crees que él tiene muy buenas condiciones? He oído hablar de que es el director nuevo de la región militar de la ciudad. Personaje muy poderoso, ¿no? Sí que es muy arrogante, pero de hecho está en condiciones de ser soberbio. Por lo menos, es mucho mejor que ese Isaac.
Al oír mencionar el nombre de Isaac, de repente sintió una punzada en el corazón. Ella nunca había comparado sus citas a ciegas con Isaac y era más renuente a comparar a su futuro esposo como Isaac. Pero después de tantos años con él, Catalina inconscientemente tomaba a Isaac como el estándar de elegir a la pareja.
En realidad, en cada cita a ciegas que había acudido ella, siempre pensaba en la cara de Isaac inconscientemente al escuchar la presentación de otra parte.
Florencia tenía razón y es innegable que ese Emanuel Moruga era más destacado en casi todos los aspectos en comparación con Isaac. Pero el amor no se basa en la comparación ni nace de la comparación.
Florencia se dio cuenta de que no habría mencionado ese nombre frente a Catalina y se apresuró a callarse tapándose la boca.
Catalina dibujó una sonrisa forzada y dijo:
—Bueno, si me llama ese tipo, hablaré cortésmente con él por tu bien, ¿vale? Pero no creo que este soldado sea el indicado para mí.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ROMANCE ALOCADO