Obviamente, Alonso no creía en lo que había dicho Catalina. Él decidió declarar formalmente su amor después de enterarse de que ella había fracasado muchas veces en las citas a ciegas.
Durante estos años, Alonso había visto a Catalina crecer, enamorarse de Isaac, graduarse de la universidad y empezar a trabajar y había estado guardando secretamente su amor por ella en lo más profundo de su corazón. Si no fuera la traición inesperada de Isaac, a lo mejor, nunca habría expresado sus sentimientos por Catalina.
Durante ese tiempo en que Catalina acababa de romper con Isaac, Alonso podía verla sollozar a escondidas en el balcón casi todas las noches, pero aun así levantaba forzadamente el ánimo todos los días para ir a trabajar como de costumbre. Catalina siempre decía sonriendo a los demás que estaba bien, pero solo Alonso sabía lo dolorida que estaba ella.
Sin embargo, muy pronto Román, quien conocía mejor que nadie a Alonso, notó los sentimientos especiales de su hijo por su hijastra y le advirtió a él seriamente que Catalina solo era su hermana menor legalmente y que no se ilusionara con tener más relación con ella.
Esto fue la causa principal de la pelea fuerte entre el padre e hijo.
—Caty, no me mientas. Te conozco muy bien y es imposible que aceptes tan fácilmente estar con un desconocido al que has conocido en la cita a ciegas —dijo Alonso.
Catalina negó con la cabeza sin mostrar mucha emoción y dijo serenamente:
—Nada es imposible. Alonso, la gente cambia. Me ha invitado a cenar juntos mañana y quiere la respuesta final mía. Ya lo he pensado bien y voy a aceptarlo.
Casi al mismo tiempo, Laura y Alonso le hicieron la misma pregunta:
—¿Quién es él?
Catalina les explicó:
—Es un amigo de la infancia del marido de una colega mía y es soldado. Ha estado en el extranjero durante unos años y acaba de regresar a la Ciudad Tando después de trabajar varios años en otro lugar.
Bajo esta situación, Catalina solo pudo contarles todo lo que ella sabía de ese Emanuel Moruga.
En este momento, la puerta se abrió desde afuera con un clic y Román entró tarareando alegremente.
—He vuelto. ¡La cosecha de hoy es bastante buena y he atrapado muchas peces!
Al ver a su padrastro regresar, Catalina dio un suspiro de alivio.
***
Tan pronto como Emanuel cerró la ducha, escuchó que su celular sonaba constantemente afuera, por eso, salió del baño apresuradamente después de envolverse una toalla de baño.
Tomó el móvil sobre la mesa, vio el apellido «Venegas» aparecer en la pantalla y esbozó una sonrisa satisfecha pensando:
«¡Ya conocí tus trucos pequeños! ¿Por final no puedes contenerte más?»
—Hola, ¿dígame? —el hombre preguntó a propósito.
—Hola, es Emanuel Moruga quien habla, ¿verdad? ¿Todavía me recuerdas? —dijo Catalina.
—No, ¿quién eres? —siguió fingiendo.
—Soy Catalina Venegas —contestó.
—¿Sí? —resultó que esto era su nombre completo— ¿en qué puedo ayudar?
—Es que realmente tengo que hacer en casa esta noche, lo siento mucho. ¿Qué tal si quedamos mañana? ¿Estás libre mañana?
Al escuchar lo que dijo la mujer, Emanuel se puso muy contento pensando que esta mujer orgullosa por fin se rindió ante él.
«Esta mujer parece bastante interesante. Incluso quiere llamarme la atención con esta táctica de rechazarme primero a propósito. ¿Una mujer creída, crees que no sé nada de eso?»
Catalina se quedó sin palabras sin saber cómo refutar por un momento al escuchar las burlas del hombre.
Después de sentarse y pedir bien los platos, los dos se mantenían silenciosos sin dirigirse ni una palabra. En apariencia, Catalina parecía muy tranquila, pero en realidad estaba muy inquieta.
Emanuel la observó en secreto atentamente a un lado y descubrió que esta mujer era muy diferentes a aquellas señoritas de familias ricas a las que él mismo conocía. En comparación con esas chicas cursis, esta Catalina era más asequible y natural, quien tenía un par de ojos muy claros y lindos, que eran muy raros entre las chicas comunes. Su vestido era bastante regular, pero tal gusto en el vestir se podía cultivar lentamente. En cuanto a su carácter, Emanuel todavía no lo conocía suficientemente, pero ya sabía que no era una mujer aburrida.
Catalina, sentada incómodamente en su asiento, no pudo más con tal ambiente vergonzoso y habló casualmente para romper el hielo:
—Siento mucho haberte confundido con la otra persona. Después de todo, ha pasado medio mes y ese día la cita no fue muy agradable, realmente no esperaba que pudieras tomar la iniciativa de ponerte en contacto conmigo.
Emanuel dijo honestamente:
—Después de ese día, fui a otra provincia por el trabajo y acabé de regresar a la Ciudad Tando anoche. Debido a la naturaleza especial de mi oficio, no pudo comunicarme con el mundo exterior durante la misión.
—Resulta que es así... He oído a Florencia hablar de que eres un director en el ejército. ¿Qué rango tienes allí? ¿Cuántas personas están bajo tu mando? ¿Cuáles son tus tareas generalmente? —Catalina lanzó una serie de preguntas curiosas al oír a este mencionar su trabajo.
Sin embargo, el hombre le contestó con frialdad:
—No hagas preguntas que no te incumben.
—¡Vaya, qué militar serio y rígido! No es fácil charlar contigo, ¿eh? —dijo embarazosa Catalina— Todos platos ya están servidos, vamos a comer...
Dicho esto, Catalina se sirvió algo de una comida popular mexicana llamada «Chiles de nogada». Sin embargo, este plato era tan picante que le dejó muy incómoda en la nariz a Catalina y ella no pudo evitar dar un estornudo fuerte. ¡Y al momento siguiente, se vio que el flujo nasal de ella salpicó sobre toda la mesa!
Los dos se quedaron de piedra inmediatamente en el acto.
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