¡Se busca un millonario! romance Capítulo 23

POV: William.

—Bueno, como pudiste ver tú mismo, la tal Ashley, sí está interesada en ti —menciona mi hermana, sonriendo radiante, en cuanto la rubia se aleja de nosotros.

—No te he contado toda la historia —digo y hago una mueca extraña; viene siendo como una sonrisa que no se logra del todo—. Yo...hice algo estúpido.

—¡Ay, no, Will! —interrumpe, poniendo una mano sobre su frente—. ¿Qué diablos hiciste?

Tomo una respiración profunda antes de hacerle un resumen de todo lo sucedido, a mi hermana. Ella me mira con indignación casi todo el tiempo. Cuando termino, tiene el ceño fruncido y me mira con fastidio.

—Ojalá no te perdonara, por imbécil —exclama y yo abro la boca, sorprendido. No conoce de nada a Ashley y ya la defiende. Se lo hago saber y ella me responde muy fresca—: El poder femenino y esas cosas, Will. Lo que hicieron, tú y esa chica, estuvo muy mal. La engañaron. Eso se paga.

Con la última palabra, alza su mano, llamando la atención de Ashley a lo lejos.

—¿Qué vas a hacer? —pregunto alarmado.

—Nada, hacer mi pedido —responde ella y rueda sus ojos, vuelve a levantar el brazo. Yo suspiro, pero no sé si de alivio o de algo más—, ¿Qué...pensabas que iba a solucionar tu problema? No, hermanito; eso te toca a ti. Tú te metiste solito.

Cuando voy a responder, siento que alguien llama a Ashley; me giro y veo que un chico, de poco más de quince años, llega hasta ella con dificultad. Veo a Ash de espaldas, pero la tensión en su cuerpo es evidente. Escucho su voz, gritando con desesperación, preguntándole al chico sobre el estado de salud de alguien.

—Algo pasó, Will —exclama mi hermana, con voz acelerada.

Asiento y ambos nos levantamos a la vez, para ir a ver qué sucedió. A la par que nosotros, llega Adelfa. Ashley está abrazada al chico y le susurra palabras tranquilizadoras al oído, mientras por las mejillas de ambos caen lágrimas dolorosas.

—¿Ashley, le sucedió algo a tu madre? —pregunta Adelfa, preocupada. Se acerca a ella y la rubia reacciona, se separa de los brazos del muchacho e intenta secar sus mejillas. Asiente—. Ayy mi niña, ¿está en el hospital? ¿A dónde la llevaron? ¿Quién está con ella?

—Steph se la llevó para el Hospital General —interviene el chico; que creo es el hermano de Ashley—. Ella fue quien se dio cuenta de que madre se sentía mal; antes de que se...desmayara y se...diera un golpe en la cabeza.

Ashley lo mira, asustada; al parecer todavía no sabía muy bien lo que había sucedido. Reacciona en una fracción de segundo y sale corriendo. El chico se queda en shock; a todos los demás les cuesta reaccionar a tiempo, pero yo estaba esperando algo así. Salgo detrás de ella, pero antes, le grito a Esme que pida las pertenencias de Ashley.

La alcanzo justo cuando sale de la cafetería. Tan nerviosa que está, no decide hacia dónde ir y mira de un lado a otro.

—¡Ashley! —hablo fuerte, pero ella no me escucha—. ¡Ashley!

Llego detrás de ella y la abrazo, antes de que se lance a la calle, como loca.

—¡Suéltame! —exige, patalea e intenta soltarse. Pero yo me mantengo fuerte y no cedo.

—Cálmate, por favor, Ash —ruego, con un susurro en su oreja—. No vas a ganar nada actuando a lo loco. Yo te puedo llevar con tu madre. Solo necesito que te calmes.

Ella se queda tranquila y yo aprovecho para continuar.

—Tu hermano te necesita, preciosa —murmuro, aflojo mi agarre y la apoyo en el suelo. Como soy más alto, mi cabeza queda demasiado inclinada; pero me mantengo abrazado a su espalda, con mis brazos rodeándola—. Cuando estés lista, podemos irnos.

Ashley suspira, toma varias respiraciones para tranquilizarse y, cuando se siente lista, se separa de mí. Se gira, para colocarse de frente y me mira con ojos llorosos.

—Por favor, William, llévame —ruega.

Su voz es un susurro ahogado y roto. Asiento y bajo mi mano, para tomar la suya. Entrelazo nuestros dedos y antes de dar un paso, miro hacia atrás, porque la campanilla de la puerta suena.

Mi hermana sale llevando un bolso, que supongo es de Ashley; junto a ella sale el hermano menor de Ash, a quien la rubia le hace una señal para que se nos acerque.

—Chris, nos vamos con William —dice, pasando su brazo libre por encima de los hombros de su hermano. El chico me mira con confusión, pero no dice nada—. Con él llegaremos más rápido.

Caminamos los tres con paso apurado y Esme, detrás de nosotros. Mi pecho se hincha al notar que Ash no suelta mi mano en el corto tramo hasta el auto. Llegamos a donde Ricardo está aparcado y este sale rápido, alarmado con nuestras expresiones. No pregunta nada, solo abre las puertas traseras y me pide que le informe hacia dónde debe dirigirse. Cuando menciono el Hospital General, asiente apenado y rodea el auto con rapidez, para salir cuanto antes.

Durante el trayecto, que no lleva más de diez minutos, mantengo nuestras manos unidas y, con mi pulgar, hago círculos sobre su piel. Todo el rato, ella va susurrándole a su hermano que todo estará bien, que deben tener fe. Llegamos al hospital y Ricardo nos deja justo en las puertas de entrada. Ashley suelta mi mano y se adelanta; va directo al buró de información y con la mayor cordura que es capaz de sostener, pregunta por su madre. Christopher llega hasta su lado y juntos esperan a que la recepcionista les informe; mi hermana y yo nos quedamos un paso atrás.

—La señora Write entró por urgencias y está siendo atendida por el team de guardia. No se sabe nada más, deben esperar el diagnóstico del médico encargado —informa la mujer delgada detrás de la mesa. Los mira con compasión y les señala una zona a donde pueden dirigirse para esperar noticias—. Al atravesar esas puertas, hay una sala de espera. Pueden esperar ahí.

—La paciente ingresa inconsciente y con un golpe en la cabeza, provocado por la caída luego de desmayarse —explica el médico—. La contusión no tuvo mayores consecuencias; se le realizó una tomografía urgente y arrojó resultados normales.

Todos suspiramos de alivio; al parecer el golpe de la cabeza no fue muy complicado.

—¿Por qué se desmayó, doctor? —interviene Ashley y me queda claro que ahora viene la parte complicada. Aprieto su mano para imprimirle fuerzas.

—De eso quería hablar ahora —comienza el médico; pone una expresión más preocupada—. El cuadro no es sencillo; la señora Write presenta una historia clínica complicada, que nos hace pensar en los motivos que provocaron el desmayo inicial. Ya comenzamos los trámites para hacer las pruebas necesarias y asegurarme antes de darles un diagnóstico...

—Doctor, la verdad, por favor —pide Ashley, valiente y consciente de los riesgos.

El médico suspira y asiente.

—Estamos pensando en una recurrencia del cáncer inicial —declara y Ashley cierra sus ojos. Yo me acerco más a ella y la sostengo, porque creo que en cualquier momento algo le sucederá. Pero ella se mantiene fuerte—. Debo informarle, señorita, aunque no quisiera ser portador de malas noticias, que el seguro médico de su madre no incluye estos casos. Tendrá que pagarle directamente al hospital por los servicios prestados.

—Entiendo —susurra Ash, casi sin ánimos.

Quisiera decirle que no se preocupe por eso ahora, que yo la ayudaré en lo que sea; pero no es el momento ni el lugar para hablar sobre algo tan delicado.

El médico continúa hablando sobre el procedimiento a seguir, haciendo tiempo hasta que lleven a la señora Write para la sala donde quedará internada por hoy. Cuando sale una enfermera y le informa al doctor de que ya quedó listo todo, entonces permiten que la paciente tenga visitas. Por supuesto, Ashley entra con su hermano; mientras, yo me quedo en la salita esperando que salga otra vez para hacerle la propuesta.

—Will, yo creo que tenemos que ayudar a la madre de Ashley —interviene Esme, colocándose a mi lado.

—Por supuesto que sí, solo estoy esperando que ella se calme un poco —respondo y mis palabras llaman la atención de Steph.

—Gracias, Will, por traerlos a todos y por apoyar a Ashley en este momento tan duro. Ella es...muy orgullosa y no te demostrará que necesita ayuda —explica y yo pienso en las ganas que tengo de apoyarla en todo; ser su puntal en momentos complicados y que confíe en mí siempre—. Pero sí la necesita.

—No te preocupes, Steph —aseguro—. Yo me haré cargo de todo.

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