¡Se busca un millonario! romance Capítulo 36

POV: Ashley.

Dejo el teléfono a un lado y espero su respuesta. Muerdo mi labio inferior con ansias y mis pies rebotan sobre el suelo de madera.

Intento tranquilizarme, porque no quiero volver a sentir la mirada escrutadora de mi madre. Generalmente, no nos ocultamos nada; pero esta forma diferente de tratar con William me está haciendo sentir diferente, normal. Y quiero mantenerme así el mayor tiempo posible. Cómo está todo funcionando y evolucionando a mi alrededor, no quisiera romper la burbuja por miedo a caer al vacío.

El celular vibra sobre la mesilla y yo brinco de la impresión; mis manos sudan y casi se me resbala en el intento de ver cuanto antes lo que respondió.

"Estoy de acuerdo. Te voy a dar dos días para que prepares todo y te enviaré unos documentos que debes ir revisando para tu trabajo. Cuando llegues a la oficina, solo seremos jefe y empleada; nada más."

Leo su mensaje y sonrío. Es como si estuviéramos asumiendo un nuevo juego de roles. Me gusta su idea, porque complementa lo que le pedí. Me dispongo a escribir un mensaje, cuando llega otro mensaje suyo.

"Una aclaración...solo será en la oficina. En la vida personal, no estaremos tan distantes. No aguanto dos días sin verte. :("

Tengo que taparme la boca para no soltar una carcajada. Por un momento pensé que mantendría la actitud profesional todo el rato y me viene con esto. Niego con la cabeza, divertida, y tecleo una respuesta.

"Creo que tendremos que discutir los términos..."

Le mando un sticker pensativo y sonrío, de solo imaginar su expresión. De verdad quisiera verlo ahora mismo, sería refrescante observar sus reacciones. William es tan elegante y formal, que imaginarlo, mientras nos mensajeamos como dos adolescentes, se siente extraño. Además, ya él es un adulto hecho y derecho, con responsabilidades importantes y, que actúe de esta forma tan sencilla, me hace sentir halagada.

—Ashley —llama mi madre y me giro para verla. Dejo el teléfono sobre la mesilla—. ¿Estás hablando con William?

Me pongo colorada con su pregunta y asiento, sin poder ocultar la sonrisa pequeña que se forma en mis labios.

—Me alegra que hayas encontrado a alguien tan increíble como ese muchacho —dice y yo suspiro—. A pesar de su posición, es humilde.

Asiento a las palabras de mi madre, de acuerdo con su declaración. Le explico los orígenes de William y, aunque mantengo para mí todo lo que él me mostró hoy, le hablo de sus principios y metas; las razones por las que es así de atento.

No obstante, al hablar de él, pienso en algo que hasta ahora no había considerado. William es una figura pública, seguido por miles de personas y en especial, revistas de corazón que están al tanto de cada uno de sus movimientos.

—Mamá, no quiero hacerme muchas expectativas. Él lleva una vida que para nada es la que conocemos —comento, exponiendo mi mayor preocupación con todo esto.

Por unos segundos, todo lo que acabamos de decirnos a través de mensajes, me parece tan irreal. William es muy seguido por la prensa y, todo lo que acontece en su vida, es aireado a los cuatro vientos. Pensando ahora en eso, no sé cómo me tomaría el hecho de salir en las portadas de la prensa rosa, como una de las tantas mujeres que ha caído en sus redes. Además, toda mi vida podría ser expuesta, criticada y analizada por personas que no tienen nada mejor que hacer.

Me da un bajón; los ánimos se me tiran al piso y ya no me parece tan emocionante abrir mi corazón. Los actos y palabras de él, solo me han hecho creer que estará dispuesto a todo por mí; pero, es difícil confiar.

Me deprime y me frustra a la vez, pensar en estas cosas. No tengo nada por lo que quejarme, al contrario, su posición ha estado más que clara. Me siento como una malagradecida rencorosa, con alguien que se ha portado tan bien conmigo; pero ahora, solo puedo pensar en eso.

—Se siente así ahora, hija —murmura mi madre—, pero cuando comiences a trabajar para él, podrás aprender de su mundo y acostumbrarte. Es normal que sientas la diferencia, porque sí existe. Ahora.

—Él es maravilloso, mamá —digo, con emoción—, no es sólo que nos ayude de forma desinteresada o esté dispuesto a ofrecernos lo que haga falta porque puede hacerlo; es que, es un hombre como pocos. Atento, sincero, romántico. Me hace sentir especial con solo sentir su mirada sobre mí, su mano entrelazarse con la mía —suspiro y hago una pausa, antes de añadir—: Ha sido tan perfecto todo, que siento miedo.

Mientras hablo, miro hacia un punto invisible en el piso. Pienso en todo, recuerdo nuestras palabras y promesas.

«¿Será que podemos hacerlo real?», me pregunto y suspiro.

—Ashley —llama mi atención mi madre. Levanto la cabeza y la miro, ella me hace un gesto para que me siente a su lado en la cama. Me levanto de la silla y lo hago—, déjate llevar.

—No es tan sencillo, mamá —niego, con voz apagada.

—¿Por qué no lo es? —replica—. ¿Qué te detiene? ¿Quién dice que no puede serlo?

La miro, sin saber qué responder. En mi mente existen muchos motivos, pero me avergüenza decirlos en voz alta. Tal vez eso sea una prueba de lo ridículo que es todo.

—Como yo lo veo, es simple —comienza y yo la miro atenta—. William te gusta. Él, es evidente que está interesado en ti. Si ambos se sienten atraídos, ¿por qué deben negarse? Vivan su amor bonito, disfruten cada nueva sensación, cada nueva experiencia juntos. Aprendan a conocerse y caminen de la mano. Si tiene que ser, será.

Termina con una sonrisa satisfecha dibujada en sus labios. Se levanta un poco y se sienta, recostada al espaldar de la cama. Con un brazo me atrae hacia ella y yo apoyo mi cabeza en su hombro.

—No te niegues, Ashley, a algo que deseas, solo por perseguir o mantener prejuicios. Vive tu vida, mi niña. Es hora de que lo hagas.

Abrazo a mi madre y ella me corresponde. Noto que su fortaleza ya no es la misma, su agarre es menos fuerte que hace unos años. Cierro los ojos y aspiro su perfume; dulce y suave. Me aferro a ella con ansias y le ruego a Dios para que la mantenga a mi lado por muchos años más. No solo por sus consejos, que siempre son acertados; sino porque la necesito junto a mí y deseo que ella pueda tener una vida mucho mejor.

Mi madre, no ha sido completamente feliz. Y también lo merece.

—Gracias, mami —susurro en sus brazos.

—No, mi niña, gracias a ti —responde y frota su mano por mi espalda—, llevas años sacrificándote tanto, que mereces un cambio. Mereces que alguien esté dispuesto a todo por ti.

—¿Tú crees que ese alguien sea William? —pregunto, luego de unos segundos, esperanzada.

—Yo sí lo creo —asegura, con una sonrisa—, solo hay que ver cómo te mira. Está loquito por ti.

Ella suelta una carcajada y yo río, nerviosa. Recuerdo el teléfono y el mensaje que estaba esperando del susodicho. Me levanto de la cama y voy hasta la mesilla, para revisarlo.

No solo hay un mensaje; cuatro burbujas blancas esperan para ser leídas.

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