¡Se busca un millonario! romance Capítulo 38

POV: Ashley.

Si me hubieran dicho que salir de compras con Esme, era tan agotador, hubiera comido algo más que un sándwich en el desayuno. Literalmente, solo hemos entrado a una tienda y ya no puedo más. Entre faldas, pantalones, blusas elegantes, chaquetas y zapatos, me he cambiado alrededor de veinte veces.

...Esa combinación me gusta. Agrégalo...

...Esta falda la puedes usar con esta blusa y llevar estos zapatos. Lo llevamos...

...Pruébate este pantalón con esta chaqueta. Perfecto. Me encanta...

Varias combinaciones de estas palabras han sido más que repetidas. Esme puede ser muy insistente cuando le viene alguna idea a la mente y, si lo acompaña de unas palmadas emocionadas, puedo confirmar que vale la pena.

Si antes estaba preocupada porque no tenía ropa para asistir de manera decente a la oficina, toda la preocupación se fue al traste cuando Esme me confesó que ella era la sorpresa de William. Me alegré, obvio, porque de hacerlo sola no hubiera sabido qué comprar, ni dónde. Steph no podía acompañarme y yo soy nula para estos temas. Así que, la compañía de Esme me vino muy bien y gracias a esta salida, podemos tener un acercamiento.

—Ashley —llama Esme y yo vuelvo a la realidad. Me miro al espejo otra vez y por supuesto, me gusta lo que veo—. ¿Ya terminaste? ¿Te gusta?

—Ya casi salgo —grito de vuelta y termino de acomodar la blusa por dentro de los pantalones altos.

Tomo la chaqueta que está sobre el perchero y mientras me la pongo, salgo del vestidor.

—Wow...me encanta —chilla Esme, emocionada—, sabía que esa blusa azul eléctrico combinaría genial con el juego blanco.

Aplaude y sonríe, mientras camina hasta donde yo estoy. Me arregla el cuello de la chaqueta y coloca bien la blusa.

—La verdad es que sí me gustó —digo, todavía un poco cohibida, cuando vuelvo a mirarme al espejo.

—Ahora solo faltan los zapatos —dice y se aleja, para llamar a la dependiente—. Señorita, ¿tendrá algunos stilettos del mismo color de la blusa?

Giro la cabeza a tiempo de ver cómo la dependiente asiente orgullosa por tener lo que se le solicita y va en busca de los dichosos zapatos.

Vuelvo a mirarme y observo cada detalle. El pantalón blanco de vestir, es alto y sencillo y hace juego con una chaqueta del mismo color; esta última solo tiene dos bolsillos y una ligera rectitud en las hombreras. Por debajo, llevo una blusa de tirantes, de seda, color azul eléctrico.

Mientras veo mi reflejo, pienso en que algo falta y, no solo son los zapatos; más bien, tiene que ver con mi propia imagen. Mi cabello no llama la atención, aunque es rubio natural; no tiene brillo y yo lo comparo con el color de las mazorcas de maíz.

«Arrgg...es que odio mi cabello».

Esme regresa y me observa, con el ceño fruncido.

—¿Qué te sucede? —pregunta y yo pienso que es demasiado observadora—, si en algún momento crees que te voy a volver loca, tú solo dime y yo paro.

Suelta una risita nerviosa y yo la sigo, niego con la cabeza, para aliviarla.

—No, no es eso —aseguro—, estoy muy agradecida contigo por toda la ayuda. Yo no tengo idea de nada de esto y no me imaginaba haciéndolo sola.

—Te entiendo —afirma—, y no imaginas cuánto.

Pienso en ella de más joven, en la foto de la graduación de William. También la recuerdo en la suya, a la que su hermano me dijo que no quería asistir. Independientemente de toda la situación personal que ella carga, vivió un proceso como el que yo estoy pasando ahora, así que, no dudo y decido contarle lo que me sucede.

—Lo que pasa es que veo toda esta ropa hermosa y cuando me miro al espejo siento como si yo, fuera el problema, la que no combina —confieso y, frustrada, me siento en el inmenso sofá que está frente al vestidor.

Esme suspira y me sigue; se sienta a mi lado y apoya su cabeza en la parte superior del sofá. Cierra sus ojos y toma varias respiraciones. Cuando se siente lista, vuelve a abrirlos y me mira con una sonrisa.

—Yo también sentía que no pertenecía a este mundo —comienza, mirándome—, me costó mucho adaptarme al hecho de que podía comprar lo que quisiera, vestir como me diera la real gana. Y no solo con la imagen; los viajes, los paseos, los estudios. Infinidad de eventos que pueden considerarse normales, pero que cuando tienes un poco más de dinero que los demás, pueden convertirse en algo único y excepcional.

Pienso en lo que William hizo por mí en menos de un día. De atender a mi madre en un hospital público y con mil limitaciones, pasó a estar en una clínica privada con todas las atenciones y un servicio de salud de calidad, además de la garantía de efectividad en todas las gestiones que pudieran hacerse. Ese cambio vino asociado al viejo confiable de ¿cuánto estás dispuesto a pagar?

—Hoy es tu primera vez y puedes verlo de esta forma —continúa—: Necesitas ropa elegante para trabajar. Ese es el motivo principal por el que estás aquí y ahora, dispuesta a cambiar tu imagen de siempre. Después, cuando le tomes el gusto a la ropa combinada y a una colección de zapatos, entonces, estaremos hablando otra vez, el mismo idioma.

Soltamos una carcajada y puedo decir que me siento más relajada. Sigo pensando que es demasiado, pero debo mantenerme enfocada en la razón por la que estoy aquí.

La dependiente regresa y trae en sus manos una pequeña caja; la deja sobre la mesilla.

—Son del mismo color, espero sea de su agrado —dice, con una sonrisa. Esme se inclina para abrir la caja y sus ojos se iluminan cuando ve los zapatos—. ¿Desean tomar algo?

La pregunta de la dependiente llama su atención y, con una sonrisa de cien megavatios, asiente con firmeza.

—Amo estos zapatos y eso hay que celebrarlo —farfulla y las demás, sonreímos.

La chica se aleja y yo veo como Esme saca los zapatos de la caja. Miro mi blusa y combinan perfecto, porque son del mismo color.

—¡Póntelos! —exige con entusiasmo—, quiero ver cómo te quedan.

Yo niego divertida y cumplo su petición. Los zapatos tienen un tacón fino y no muy alto, lo que es una buena noticia para mis pies, que no están acostumbrados a llevar zapatos altos.

Me levanto del sofá y camino hasta el espejo. Me paro delante de mi reflejo y observo mis pies; me encanta como lucen. Además, el color azul es tan intenso que contrasta por completo con el blanco impoluto de la chaqueta y el pantalón.

—Te ves hermosa —comenta Esme, cuando se para a mi lado. Mira mi reflejo, buscando qué es lo que falta. Toma mi cabello, peinado como siempre en una coleta alta y agrega—: Este peinado me gusta, solo tenemos que darle un poco de volumen a tu cabello y algún cambio de color solo en las puntas. Tal vez unas ondas. O completamente liso.

Me vuelvo a mirar e imagino lo que dice. Sorprendentemente, logro asimilar la idea y me gusta.

La dependiente regresa con dos copas de vino espumoso y las deja sobre la mesilla. Le agradecemos y luego se retira.

—Bueno, voy a cambiarme —digo y veo como Esme va hasta la mesa, para tomar su copa.

—Sí, ve —murmura y da un largo trago. Cierra sus ojos, mientras saborea el vino—, nos tomamos esto y vamos a comer algo. Estoy hambrienta.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!