POV: Ashley.
Tomo de mi Coca Cola sin mirar a Esme. Intento concentrarme en otra cosa que no sea su mirada perspicaz.
—Ashley —llama, con tono divertido—, es normal que se sientan atraídos. Ya no me ignores.
La miro y está haciendo un puchero, mientras finge que le entristece mi posición.
—No te ignoro, solo estoy avergonzada —confieso, pero me enfoco en el vaso con la cabeza gacha.
—¡Ja! Y... ¿Por qué se supone que estás avergonzada? Como ya te dije, es normal que se gusten, no hay nada de malo.
Yo resoplo, en un gesto infantil. La miro apenada y le comento lo que sucede.
—Yo llevo tres años sintiéndome atraída por él —digo y nada me había preparado para el chillido que suelta de repente.
Sonrío al verla, con su boca abierta y haciendo gestos con sus manos. Miro alrededor y los ocupantes de las mesas más cercanas la miran también, entre divertidos y confusos.
—Por favor, eso es algo que necesito saber —pide, a la vez que coloca las palmas de sus manos sobre la mesa y me mira desorbitada.
—¿Por qué? —río con su reacción y me da curiosidad.
—Porque William es mi vida, Ashley —dice de repente, seria y nostálgica. Sus ojos son dos pozos aguados—, quiero lo mejor para él.
Suaviza su expresión y me mira a la expectativa. Yo pienso en su posición y la comprendo. William y ella son muy unidos, eso pude notarlo aquella noche en que él recibió su llamada; por supuesto, no menciono nada de esto porque es algo privado, que yo no debería saber. Es normal que ella quiera saber si mi interés es real, aunque creo que no ha desconfiado de mí en ningún momento, viendo cómo me ha tratado todo el rato.
—Nunca pensé que él pudiera estar interesado en mí —comienzo, mientras enfoco mi mirada en un punto alejado, pensando y recordando aquellos días que ahora parecen lejanos—, se veía tan distante, tan inalcanzable. No sé si fue el morbo de sentir tantas cosas en silencio, que cada día se volvió una rutina esperarlo, observarlo de lejos. Pocas veces tuve la oportunidad de acercarme, aunque pudieras pensar que en tres años eso debe haber sucedido con regularidad. Pues no, no fue así.
Alzo mis hombros y me quedo en silencio unos minutos.
—Hace unos pocos días —continúo y noto que Esme, que tiene su codo apoyado sobre la mesa y la mano cubriendo su mejilla, se acerca un poco más, atraída por la historia—, tuve que tomar su orden y ahí fue donde comenzó todo el cambio. De tanto visitar el local, me sé de memoria lo que pide. Así que, escribí su orden sin que él dijera una palabra y él, se dio cuenta. Cuando me pidió la libreta quise morir de vergüenza.
Me tapo los ojos cuando siento la carcajada de Esme.
—William puede ser bastante molesto —dice, entre risas.
—Pues sí, lo supe de la peor manera.
La acompaño en su diversión y dejo, por unos minutos, la historia de lado.
—¿Qué te dijo cuando vio la nota? —pregunta curiosa, limpiando las lágrimas de sus ojos.
—Que era normal —digo y me río de lo simple que se desarrolló todo—, y que él no era muy original.
Esme vuelve a reír y confirma ese comentario. Me hace algunas anécdotas, donde William siempre reacciona igual; porque, según el razonamiento de ella, le da pereza crear algo diferente.
—¿Qué siguió? —insiste, al poco rato.
Yo le cuento todo, absolutamente todo lo sucedido; incluido la pequeña nota que aún, a estas alturas, no sé qué decía. Esme me comenta que William le explicó todo lo que había pasado, de camino a la cafetería aquel mismo día. Y que, por eso, ella pudo darse cuenta de mi rechazo hacia ella.
—Ahora que lo mencionas —comento, apenada, muerdo mi labio inferior—, quisiera disculparme, te traté muy mal.
—Nah, yo me di cuenta al momento y no te hice caso —desestima mis palabras y vuelve a sonreír—, pero me gusta tu actitud.
Me guiña un ojo y se recuesta en su silla, toma su bebida y le da un sorbo.
—Gracias, supongo —digo, divertida.
Seguimos hablando de mi vida en la cafetería y sobre las cosas que hacía cuando pensar en él se volvía demasiado. En general, también hablamos de mi rutina y de la suya; de lo que me espera en mi nuevo trabajo y sobre Will, en específico. Puedo notar que, en varias ocasiones, ella quiere hacer alusión a algo más privado, pero se detiene. Sin embargo, cubre mi curiosidad haciendo historias de su hermano en los tiempos en que no tenían dinero.
Suspiramos mucho y soltamos alguna que otra lagrimilla.
—De verdad, Ashley —dice de repente, toma mis manos por encima de la mesa—, estoy tan feliz por ustedes, tienen una historia maravillosa.
—Esme, solo somos amigos —aclaro, con una sonrisa nerviosa.
Ella se chupa un diente y rueda los ojos.
—Ya te dije antes, que quiero ver cuánto les dura —insiste ella—. Bueno, vamos, que todavía nos falta mucho por comprar.
—Esme...
—Vamos —repite y me ignora, recoge su bolso y deja propina sobre la mesa. Me da una última mirada y sonríe.
Yo resoplo, porque no me queda otro remedio que seguirla.
(...)
—Ay, tenemos que entrar aquí —farfulla, emocionada, al pasar por una boutique de lencería fina.
Me toma del brazo y nos lleva en dirección a la tienda. Yo trato de negarme, pero es imposible. Solo espero que no se demore mucho escogiendo lo que sea que le guste.
"Amigos, ¿recuerdas?"
Tengo que aguantarme una carcajada, para mantener esta conversación en un perfil bajo; pero es inevitable llamar la atención de Esme.
—¿Ya William anda preguntando por dónde andamos? —pregunta Esme, con una sonrisa.
Mi teléfono vibra y, cuando pretendo responderle a Esme, casi me atraganto con la respuesta de William.
"Jajaja."
"Pues ven y cuéntale a tu amigo, sobre todas las cosas sexys que te compraste."
Al final, resulta que termino tosiendo sin parar, lo que resta de camino. Como puedo, escribo mi respuesta.
"Eres un caso."
"Me voy."
"Besos."
Le doy a enviar y al instante, los mensajes son leídos. Me quedo mirando la pantalla, esperando el momento en que aparezca su respuesta; pero los minutos pasan y nada que hay respuesta. Releo los mensajes que envié y busco en ellos algo que haya ofendido a William.
Llegamos al salón de belleza y miro mi teléfono otra vez. Nada. Ya han pasado diez minutos, así que asumo que no le gustó mi respuesta.
«Y eso me hace sentir demasiado mal».
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POV: William.
Mientras mi madre me habla sin descanso, yo solo tengo una imagen en mi mente: Ashley con lencería fina. Y aunque me resulta un poco vergonzoso, es la verdad.
No sé por qué me hice a la idea de ella comprando ropa interior de lujo. En ningún momento ella lo mencionó; por el contrario, fui yo quien intentó provocarla con ese tema. Pero una vez visualicé en mi mente su menudo cuerpo, solo cubierto por algunas diminutas piezas de tela, no pude parar. Lo peor de todo, es que mi madre llegó en el mismo instante en que mi imaginación comenzaba a volar. El mensaje de Ashley, dándome como un caso perdido, me calentó.
«Vale, soy un enfermo», pienso al reconocer que unas sencillas palabras, me provocaron una erección. Una que tuve que controlar al escuchar la voz de mi madre, mientras abría sin permiso la puerta de mi oficina.
—Hijo. —Escucho su voz y reacciono—. ¿Estás escuchando?
«Madre, a estas alturas, deberías saber que no, no sé qué carajos acabas de decir», hablo en mi mente., completamente frustrado.
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