POV: Ashley.
Salgo del vestidor, mirándome los pies y acomodando la falda negra elastizada.
—Wow... —ovaciona Steph—. Creo que este es el elegido.
La miro y tiene sus pulgares arriba. Ruedo los ojos y resoplo, con sus palabras.
—Steph, has dicho lo mismo de los últimos cinco conjuntos —comento, un poco frustrada.
—Es que todos son geniales y te quedan hermosos —dice, con un puchero—, pero este —señala mi cuerpo— es el indicado para tu primer día.
Levanto una ceja ante su seguridad y voy camino al espejo. Steph me alcanza la chaqueta negra a juego con la falda y la coloco por encima de la blusa blanca medio transparente. Al ver mi reflejo, soy consciente, al fin, del cambio tan drástico que estoy experimentando.
—Sí, sí, se siente raro —comenta Steph, al imaginar lo que estoy pensando. Hace un gesto con su mano y se acerca, para arreglar mi cabello—. Me encanta tu nuevo look.
Sonríe y comienza a hacer lo que quiere con mi cabello. Hace una coleta alta, una coleta baja, un recogido más formal, luego lo deja suelto.
—Steph, solo voy a trabajar. —Ruedo los ojos por su insistencia.
—Sí, pero con William —replica, como si eso fuera suficiente para pasar horas frente al espejo—, debes estar impecable.
—Como si él no me hubiera visto durante tres largos años, con una coleta deshecha y un uniforme sencillo de camarera —ironizo.
Steph me mira por el espejo y alza una ceja. En sus labios se forma una sonrisa intimidante.
—Más razón, amiga —susurra—, más razón.
Guiña un ojo y sigue a lo suyo. Yo me quedo pensando en su punto de vista. William nunca me ha visto arreglada, aun así, él ha dejado más que claro su interés por mí. No es que ahora vaya a cambiar mi forma de ser por tratar de adaptarme a su mundo. Puedo cambiar mi imagen, pero sigo siendo la misma.
—Déjalo en la coleta alta —digo, segura y con una sonrisa—, es lo que llevaré mañana.
—Por lo menos, dime que llevarás ondas y un poco de maquillaje —ruega, con otro puchero.
Frunzo el entrecejo y me quedo mirándola. Alzo los hombros, despreocupada.
—Puede ser.
Un resoplido sale de sus labios y se va, para buscar unos zapatos que combinen con mi ropa. Luego de eso, me ignora todo el tiempo.
Yo solo río divertida con su actuar infantil y caprichoso.
(...)
Después de la sesión de modas, Steph y yo bajamos al salón para pasar el rato con mi madre y Christopher. Ellos ven una peli, mientras yo me encargo de hacer la comida; me encanta hacerlo y esta nueva cocina me entusiasma mucho más. Preparo toda una variedad de platos italianos, los que son mi especialidad y mis favoritos, además.
Nos sentamos juntos en la terraza y degustamos algunos bocadillos, mientras disfrutamos de las vistas y conversamos de temas al azar. Luego de comer, nos despedimos y cada uno sigue a lo suyo. Mi madre y Steph se dirigen a sus respectivas habitaciones para dormir, Christopher se queda viendo algún programa de deportes en la TV y yo, pretendo seguir estudiando los documentos que me dejó William y que dejé a un lado cuando Steph se presentó más temprano en mi habitación.
—Hasta mañana, odioso —murmuro, para despedirme de mi hermano.
—Hasta mañana, Ash —dice, sin despegar sus ojos de la TV.
Niego con la cabeza y subo las escaleras, divertida. Al entrar a mi cuarto, voy directo a cepillarme los dientes y luego arreglo lo que me pondré mañana, en una percha justo al lado del espejo. Entro al vestidor y es todo un caos, que no voy a recoger hoy, lo dejaré para mañana porque todavía me falta estudiar.
Busco mi teléfono y reviso que no tenga mensajes de William. Me decepciona un poco no ver al menos uno dando las buenas noches, pero me digo que estoy exagerando. Ya mañana nos veremos y estaremos, sí o sí, en la vida del otro.
Recojo la carpeta que había dejado sobre el pequeño escritorio, ubicado a un lado de los ventanales de vidrio. Voy hasta la cama y me siento con los pies cruzados sobre el colchón.
Antes ya había revisado la primera parte, donde se describen los principales procesos de la compañía, la estructura de sus departamentos y las ramas principales; así que voy directo a la cartera de clientes y proveedores y comienzo a estudiarlos todos. De alguna forma, ya sea directa o indirecta, tendré que interactuar con ellos y quiero estar informada.
Son unos cuantos, pero hay algunos que llaman mi atención por encima de los demás; el nivel de compenetración que tienen esas compañías con la nuestra, es digna de mención.
El primero es Textiles Green, dirigido por Blake Green. Se adjunta una ficha con información importante sobre la compañía y sobre su dueño. Lo leo a detalle y me informo de que la compañía pasó en herencia a su actual dueño y que luego de esta transición, ha alcanzado sus mejores indicadores de venta. Desde hace años mantiene contratos de compraventa con O' Sullivan Enterprises y es su mayor proveedor de productos textiles hasta el momento.
Paso al siguiente nombre en la lista y me llama la atención, por el alcance a nivel mundial que demuestra. Alessandro Berlusconi, licenciado en negocios internacionales y considerado el “Príncipe del comercio”; transporta las mercancías de la compañía en aguas internacionales y es consejero directo de William en los procesos de negocio con inversión extranjera.
Hay muchos más, algunos enfocados solamente a la rama que dirige Esme, sobre estrategias de negocio o, con los gemelos, que se encargan de los proyectos con pequeñas y medianas empresas, principalmente. Con todo esto, me doy cuenta que funcionan cada uno a su forma, pero al final, se complementan. Uno le aporta al otro y completan un ciclo, donde todo queda en familia.
Avanzo cuánto puedo y cuando ya no aguanto más, lo dejo a un lado y preparo la cama para dormir. El colchón es tan suave y esponjoso, que caigo rendida al apoyar mi cabeza sobre la almohada.
(...)
Un sonido de notificación me despierta. Levanto como puedo mi cabeza de la almohada. Busco a tientas mi teléfono en la mesilla de noche y cuando al fin lo encuentro, mis ojos se achican al ver la luz de la pantalla.
Me giro boca arriba y desbloqueo el teléfono, esperaba que fuera la alarma que puse para despertar, pero resulta que para eso falta una media hora todavía. Sin embargo, hay una notificación de mensaje que hace saltar ni corazón.
—Sí, la verdad es que sí madrugué —respondo, con una sonrisa también. Hoy tengo varios motivos para estar así de alegre.
Martha me sirve el desayuno y me deja solo, para seguir con sus labores. Mientras como, pienso en Ashley otra vez; cada vez está más cerca el momento de salir en su busca. Sonrío, ante la expectativa de iniciar una nueva etapa, que sospecho, será la mejor de todas.
Al terminar el desayuno, todavía me queda tiempo hasta que sean las siete y media, hora en la que le pedí a Ricardo que me recogiera. Voy hasta mi despacho y me pongo a revisar el trabajo de hoy. Busco en mi agenda y un orgullo inmenso me llena al ver la nueva distribución que hizo Ashley con las citas que me quedaban pendientes por ubicar. Logró acomodarlas todas acorde a su importancia, lo que me hace pensar que estuvo estudiando todo lo que le dejé. De igual manera, le pediré a Margot que la supervise con varios temas y le enseñe lo primordial de su cargo de asistente; porque no solo incluye arreglar mi agenda, debe conocer el funcionamiento básico y empaparse con los principales procesos de gestión de la compañía. Ella sería algo así, como un segundo yo, puesto que tendrá en sus manos toda la información importante de mi empresa.
La hora llega; tomo mi portafolio y guardo todo lo que estaba utilizando. Salgo del apartamento y voy hasta el ascensor. Dentro, encerrado entre cuatro paredes de metal, los nervios me carcomen como si fuera todo un adolescente en pleno apogeo.
«Por Dios, William, contrólate», pienso, molesto conmigo mismo.
Miro la pantalla que está encima de las puertas y voy contando cada piso como si fuera una cuenta regresiva. Así de desesperado me siento.
Llego al lobby del edificio y saludo al guardia de la mañana, camino con paso rápido y salgo del complejo. Ricardo me espera con la puerta trasera abierta y no pasa mucho tiempo cuando ya estamos en la avenida principal. Cada kilómetro me parece eterno y comienzo a sentir como mis manos sudan. Cuando al fin veo, al final de la calle, el edificio de Ashley, es entonces que me siento a punto de explotar con los nervios.
«¿Qué carajos me está pasando?», pienso, confundido con mi reacción.
—Ya llegamos señor —comunica Ricardo y yo miro mi reloj.
«8:28 a.m», veo y salgo del auto. Abotono mi chaqueta y me alisto, para entrar al edificio.
El guardia me reconoce y me saluda con un gesto formal; abre las puertas de cristal para que pueda pasar, pero no logro hacerlo.
Al levantar la mirada, me quedo en shock; Ashley, vestida como toda una ejecutiva, está saliendo del ascensor.
Trago saliva, sin saber qué otra cosa hacer. No puedo dejar de mirarla y admiro, desde sus piernas hasta el último pelo. Su andar se vuelve sensual al llevar unos finos tacones; subo mi mirada por sus piernas estilizadas y kilométricas, por su cintura estrecha, el hueco de su cuello y hasta llegar a su rostro hermoso. Una sencilla capa de maquillaje acentúa sus rasgos y el color de sus ojos.
Pero lo más significativo de todo, es cuando sus ojos se cruzan con los míos y un rubor cubre sus mejillas, a la vez que una inmensa sonrisa, se dibuja en sus labios.
—Buenos días, Will —saluda, cuando sale del edificio.
Yo carraspeo, porque no estoy seguro de que pueda hablar luego de haberme quedado, literalmente, sin respiración.
—Buenos días, preciosa. —Mi voz se escucha ronca y baja.
«Este será un largo día».
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