¡Se busca un millonario! romance Capítulo 44

POV: Ashley.

Sentir su mirada ardiente sobre mí, me acalora y me avergüenza a la vez. Al escuchar su voz, baja y profunda, con un "buenos días, preciosa" más que significativo, me provoca una corriente que nace en los dedos de mis pies y termina en la nuca, con un estremecimiento.

—¿Vamos? —pregunta William, con un carraspeo y extiende su mano para tomar la mía.

Doy un paso más cerca de él y acepto su mano. La corriente resurge y provoca chispas en nuestros dedos.

—Vamos —respondo con una sonrisa y evito su mirada, pero la siento sobre mí.

Se queda un segundo de más en el mismo lugar; luego reacciona, sacude su cabeza y asiente. Me dirige hasta el auto y me ayuda a entrar.

Nos acomodamos sobre los finos asientos de cuero negro, yo me voy hasta la ventanilla contraria, un poco alejada de él. La tensión entre nosotros hoy es completamente diferente a las que he sentido antes. Los ojos de William tienen un brillo más intenso, depredador, cada vez que me mira.

«Así no puedo aguantar mucho», pienso nerviosa. Está llevando al límite mis esperanzas de mantenerlo todo cómo está.

Hacemos el camino en silencio hasta el edificio de su compañía. Nunca he estado antes en ese lugar, por lo que no tengo idea de su ubicación; por eso me sorprende que unos pocos minutos después, lleguemos, eso significa que queda relativamente cerca de mi apartamento.

—Estos primeros días, yo te traeré, pero ya ves que queda bastante cerca —comenta y yo despego mis ojos de la ventanilla, para mirarlo—, cuando se te asigne el auto podrás hacer el traslado por tu cuenta.

—Auch —simulo un dolor en el pecho, pongo mi mano a modo de fingido malestar.

—No me malinterpretes —ríe, con un sonido ronco—, no te estoy abandonando en el primer día de trabajo. Solo quiero que te sientas cómoda.

—Yo me siento cómoda contigo —digo al instante y me arrepiento cuando veo sus ojos relucir.

—No lo parecía —responde, sin embargo, hace un gesto con su barbilla apuntando a mi posición.

Yo bajo la mirada y veo mi cuerpo completamente pegado a la puerta; mis manos están recogidas sobre mis muslos y casi que existe un abismo de distancia entre nosotros.

Cierro los ojos apenada y suspiro. Vuelvo a mirarlo y con arrepentimiento, me disculpo.

—Lo siento, Will. Se sintió todo demasiado intenso —confieso y él asiente, sonríe con entendimiento y extiende su mano otra vez, para unirla con la mía.

Yo no dudo y me acerco un poco a él. Tomo su mano y así nos quedamos unos segundos. No importa que llevemos unos minutos detenidos en la puerta del edificio donde reside O' Sullivan Enterprises.

—¿Estás nerviosa? —pregunta él, cuando siente mis manos frías. Asiento, cabizbaja. Él pone un dedo bajo mi barbilla y alza mi cabeza. Cuando unimos nuestros ojos, los suyos me muestran una tranquilidad infinita—, no lo estés. Confía en mí.

Asiento otra vez, con mayor seguridad. Con sus ojos hace una señal para salir de una vez, me está pidiendo permiso.

—Estoy lista —aseguro.

William sonríe, toca el cristal de la ventanilla con sus nudillos y al instante, Ricardo abre la puerta. Se baja y luego deja su mano extendida para que yo pueda tomarla. Cuando estamos en la acera, Ricardo se retira y nos quedamos solos. Aunque no tan solos, porque un mar de gente pasa por delante de nosotros; la mayoría, ejecutivos que caminan acelerados y hablando por sus celulares, y que por poco podemos evitar que colisionen contra nosotros.

Miro hacia arriba, boquiabierta, al edificio de vidrio y acero que se extiende por encima de nosotros y casi me caigo hacia atrás, intentando encontrar la cima. Sin embargo, no es de los más altos de los alrededores, aunque la presencia sí es imponente y segura. Cuento al menos unos veinte pisos y todavía falta un poco más.

—¿Todo esto es tuyo? —pregunto embobada.

William ríe, con evidente diversión. Toma mi mano, que había soltado cuando un apurado intentó pasar entre nosotros.

—Sí, es mío, pero ya sabrás todo eso cuando subamos.

Le sonrío con timidez ante mi actitud demasiado emocionada.

—Lo siento —sonrío nerviosa.

William niega divertido y nos dirige hacia las amplias puertas giratorias de cristal y acero, a juego con todo el enchape frontal del edificio. Una vez dentro, otro mar de gente sigue a sus labores como si el jefe no hubiera llegado y mucho menos, lo hiciera acompañado. Eso me da una señal de que las cosas por aquí pueden ser no tan complicadas.

Vamos directo al ascensor. De una manera extraña, cuando nos acercamos, los que están esperando van hasta el otro ascensor, que queda justo al lado. Las puertas frente a nosotros se abren con un pitido y entramos. Pasan unos segundos donde creo que los demás subirán junto a nosotros, pero no lo hacen. Las puertas se cierran.

—Siempre lo hacen —dice Will, sin que yo pregunte—, no sé la razón, porque nunca he puesto este tipo de regla.

—Es raro, que todos eviten subir junto a ti en el mismo ascensor —comento, medio divertida—. ¿Estás seguro que eres un buen jefe? ¿No serás de esos ogros que les gusta joder la vida de sus trabajadores?

Lo que era un intento de broma, resultó ser una mala idea.

En un segundo estaba justo al lado de William mirándolo con diversión y, al otro, me encuentro empotrada contra la pared de metal, con William pegado completamente a mi cuerpo. Sus manos toman las mías y las suben por encima de mi cabeza. Mi pecho se acerca un poco más a él sin poder evitarlo, por la posición en que se encuentran mis brazos. Siento su respiración acelerada chocar con la mía; su boca está demasiado cerca y cuando creo que me desmayaré sin remedio al observar sus labios acercarse a los míos, cierro los ojos.

«Va a besarme», pienso. Y lo deseo más que nada.

Entreabro los labios y espero, pero cuando siento que desvía su boca hasta mi oreja, tengo que aguantarme un jadeo de decepción.

—No, Ashley —dice, ronco y bajo—, no te besaré. Somos amigos, ¿recuerdas?

Ahogo un gemido patético, ante mi actitud. Intento respirar profundo para encontrar un poco de calma, pero mis sentidos se llenan de su olor masculino y delicioso. Mucho peor.

Pasa su nariz por mi mejilla y toma una respiración profunda, justo como hice yo antes. Mi cuerpo se eriza completo y en mi estómago mil mariposas levantan vuelo.

—Hueles exquisito, preciosa. —Otra vez, su voz ronca y su aliento demasiado cerca de mí—. Aclarando tus dudas, solo sabrás cómo soy en mi faceta de jefe cuando lo vivas sobre tu piel. Recuerda que te avisé, que trabajar conmigo no sería fácil.

Un sonido raro sale de mis labios con su última palabra. Y es que su lengua, tuvo un ligero contacto con la comisura de mi boca. Siento un calor sofocante subir por mi cuerpo, mi cabeza se nubla en medio de tantas sensaciones juntas. Hasta que de repente, siento frío.

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