¡Se busca un millonario! romance Capítulo 55

POV: Ashley.

Saco de mi maleta el vestido negro. Ese que guardé con la esperanza de no tenerlo que usar.

«Irónico, ¿Verdad?».

Es ajustado. Muy ajustado. La tela elastizada se pega a mi silueta y acentúa mis curvas. La abertura que lleva desde el muslo, deja mi pierna izquierda completamente expuesta y el escote es sencillo, nada muy llamativo.

Me doy una ducha de agua caliente para relajarme. Algo me dice que hoy será una noche intensa. Especial. Los nervios me embargan y mientras lavo mi cabello, pienso en todo lo que puede suceder.

William no me puso límite de tiempo, pero de igual manera no me demoro mucho. Salgo del baño, luego de secar mi cabello liso y aplicar crema por todo mi cuerpo; me dispongo a maquillarme. Lo hago con tonos claros, que no carguen mucho mi rostro, puesto que iré vestida de negro. Dibujo una línea en mis ojos un poco más gruesa de lo que acostumbro y pinto mis labios con un rojo intenso. Hago unas ondas en las puntas de mi cabello y lo acomodo, pero lo dejo suelto.

Decido usar uno de los conjuntos de encaje que Esme me obligó a comprar. Por último, me coloco el vestido y los zapatos dorados de tacón y punta fina.

Me miro al espejo y no me reconozco. Esta no soy yo. Nunca antes me había vestido de esta forma tan...elegante.

Y me gusta.

Me gusta lo que veo. Me gusta cómo me siento. Me gusta para quién lo hago.

Me aplico unas goticas de perfume en el cuello y respiro profundo, antes de salir de la habitación.

—Will... —llamo, pero no me contesta.

Frunzo el ceño y lo busco por toda la suite, incluso me aventuro a entrar a su habitación. El olor a él me golpea el rostro en cuanto lo hago. Un olor sexy, masculino; a cuero y menta.

No lo veo por ningún lado y regreso a la sala común. Una tarjeta, acompañada de una rosa roja hermosa y una llave dorada de estilo antiguo, llama mi atención. Es de color marfil y al tacto, se siente un material rugoso, fino. Abro la tarjeta y una caligrafía estilosa que reconozco, me hace sonreír.

¡Hola, preciosa!

Te espero en la azotea. Sube en el ascensor y coloca la llave en la abertura del panel.

El resto lo podrás ver solo si te apuras.

Tuyo, Will.

Tomo la llave y la guardo junto a la tarjeta en mi pequeño bolso. Guardo también, mi teléfono y la tarjeta magnética que abre la habitación. Mis manos tiemblan expectantes y logro controlarlas por los pelos.

Salgo de la suite y voy directa al ascensor. Saco la llave y la coloco en la abertura indicada. El aparato se mueve con un traqueteo y comienza a subir. Miro al suelo, a un punto fijo, para no marearme. La ansiedad me llena y poco puedo hacer para evitarla. El sonido de las puertas al abrirse, suena y resuena en mis tímpanos, como una molesta alarma.

Doy un paso fuera y encuentro una única puerta. Con nervios, la abro.

Lo que me espera del otro lado, jamás me lo hubiera imaginado.

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POV: William.

Elegante. Y sensual.

Regia. Y provocativa.

Rostro dulce. Cuerpo de pecado.

Es lo primero que pienso cuando la veo. Cuando las curvas de su cuerpo, cubiertos por un vestido negro sexy y espectacular, asoman por la estrecha puerta. Pero sus ojos; esos ojos de color marrón achocolatado que ahora observan todo con impresión y sorpresa; son lo que me hipnotizan del todo.

Ella recorre cada centímetro del ambiente. Las flores, que caen por todos lados en una cortina viviente y natural. La mesa solitaria, con velas encendidas y a la espera de su llegada. La botella de champagne a un lado, en su hielera para mantener el frío; más el cuenco de fresas cubierto con deliciosa Nutella. Y al final, la enorme cama con dosel, con telas blancas demasiado finas y que son aireadas con el viento que corre a esta altura.

Quisiera explicarle que la cama siempre está ahí y que no fue una petición mía; pero las palabras se me atascan en la garganta por el nudo de nervios que siento en mi interior. Sin embargo, ella nunca pierde su sonrisa. Espero que eso sea garantía de su bienestar con todo lo que nos rodea.

Da un paso.

Otro.

Mientras se acerca, observo el movimiento de sus caderas, de su pierna, esa que sobresale de su vestido y que enseña una tentadora muestra de lo que su cuerpo es. Pecado.

Ahora está frente a mí y yo puedo admirar de cerca sus apetitosos labios pintados de rojo. Levanto una mano y con mi pulgar rozo su labio inferior. Ella se estremece y gime bajito. Yo siento una corriente nacer en los dedos de mis pies y despuntar en mi nuca.

—Estás preciosa, Ashley —declaro y mi voz se oye ronca y baja. Gutural.

Ella me observa, desde mi rostro y bajando su mirada por todo mi cuerpo; luego vuelve a encontrarse con mis ojos.

—Tú también —susurra. Y su voz también se escucha estrangulada. Necesitada.

Trago saliva ante la tensión que se respira. Decido entonces seguir con mi plan original; si seguimos mirándonos de esta forma, la llevaré sin remedio y le haré el amor entre las sábanas blancas que bailan con el viento.

Pero eso, si funciona todo como espero, debe suceder al final de la noche.

—No imaginas, preciosa, las ganas que tengo de despojarte de ese vestido y olvidar todo esto —susurro, una vez acerco mi boca a su rostro, deposito un beso húmedo en la curva de su cuello y soplo con suavidad, para estremecerla—, pero quiero darte antes, todo lo que mereces.

Ella cierra sus ojos e inclina su cabeza hacia atrás, dándome mayor acceso a su cuello. Jadea, en busca de oxígeno y respira profundo.

—Will...

—Vamos, vamos a sentarnos y hablar de lo que queremos.

Un fino hilo de jugo resbala por la comisura de su boca y ganas me dan de limpiarlo con mi lengua, pero un vistazo a sus ojos encendidos, me deja en mi lugar.

Da dos pasos y se coloca justo delante de mí; entre mis piernas y con su trasero recostado a la mesa. Se inclina. Mis ojos viajan a su escote y aunque no es tan descubierto, puedo imaginar que no lleva nada debajo. La boca ya me saliva cuando acerca la fresa a mi boca. Intento levantar las manos, para tomarla yo mismo, pero ella niega con la cabeza. Las dejo en el mismo lugar. Asiente, como si estuviera orgullosa de mi actuar tan sumiso y sonríe.

—Muerde —susurra y planta la fresa contra mis labios.

Le doy un mordisco y siento el jugo delicioso de la fruta mezclado con el dulce chocolate.

Saboreo con los ojos cerrados y gimo.

Mientras mastico, abro los ojos. Veo como ella me observa con los ojos fogosos y la boca entreabierta. Al parecer, este juego le queda un poquito grande. Ashley es tan inexperta, que me desbordan las ganas de enseñarle cuánto. Traga saliva y se mantiene erguida cuando poso una mano en su muslo descubierto. Con la palma completamente extendida sobre su piel, trazo un camino y levanto su vestido, hasta que logro ver sus finas bragas de encaje negro.

Así sentado, levanto mi mirada y la enredo con la suya, que ya me espera. Con mis manos, mientras mantengo el contacto visual, rodeo su nalgas y aprieto. De sus labios solo sale un jadeo estrangulado.

Su vientre plano se encuentra a la altura de mi boca, acerco mis labios y beso por encima de la tela. Su cuerpo se estremece y lanza oleadas de calor, a la vez que su respiración se dificulta un poco más.

Con mi boca aún pegada a su cuerpo, me levanto. Hago un camino con ella, llego a sus pechos y muerdo suavemente donde sus pezones deben estar. Cuando observo que la tela se contrae y aparecen dos puntas, sonrío satisfecho.

Me incorporo en toda mi altura y ella descubre su cuello para que lo bese. Ahora una de mis manos está en su espalda baja y la otra, rodea su cuello por el lado contrario de dónde se encuentra mi lengua haciendo estragos.

Las suyas, están desmadejadas a cada lado de su cuerpo. Por momentos, intenta sostenerse de mí, pero las sensaciones son muy fuertes.

—Preciosa... —susurro en su oreja. Ella responde con un jadeo—. Eres mía.

—Lo...sé —logra decir con un gemido cuando muerdo el lóbulo de su oreja, en ese mismo instante.

—Quiero hacerte el amor —jadeo, con dificultad—. Te necesito, ya.

Mis pantalones quieren explotar con mi miembro queriendo salir a jugar.

Su pierna, la que el vestido le permite mover, se pega a mi pierna y sube. Siento el tacón fino de su zapato rozar mis pantorrillas por encima de la tela y es como si electricidad siguiera el camino con ellos. Con mi mano la sostengo y la recuesto aún más a la mesa; pego mi furiosa erección a su intimidad, ahora más accesible por la posición de su pierna.

—Hazme tuya, Will —gime, mirándome a los ojos. Lleva sus labios hasta los míos—. Ahora.

Unimos nuestras bocas y ya no podemos parar. La devoro; mi lengua entra en su boca y disfruto el sabor ácido de la fresa mezclado con el dulce chocolate. Mis dientes juegan con sus labios y halan con ganas de morderlos con dureza. La cargo entre mis brazos, como unos recién casados, y la llevo hasta la cama con dosel. Nuestros labios nunca se separan.

La dejo sobre la cama y, cuando pretendo acostarme junto a ella para iniciar lo que sería un calentamiento previo, puesto que ella es virgen, pienso algo mejor. Me separo y ella me mira curiosa, con el ceño fruncido. Sonrío con picardía.

Le hago un gesto para que me espere y regreso a la mesa. Tomo el cuenco de fresas con chocolate y la botella de champagne.

«Esta noche será larga. Muy larga».

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