¡Se busca un millonario! romance Capítulo 54

POV: Ashley.

Camino sonriente fuera del auto. Me detengo, para esperar por William. Cuando siento su presencia a mi lado, lo miro altanera, provocativa. Él se arregla su chaqueta y me mira seductor, me guiña un ojo antes de tomar mi mano y encaminarnos a la casa de altas columnas.

—Buongiorno, signor O' Sullivan —saluda un mayordomo, cuando la puerta se abre sin que hayamos llamado. Luego asiente hacia mí—. Perdere.

—Buengiorno.

Escuchar otra vez la sexy voz de William hablando italiano me deja impactada. Yo no hago más que mirar sin saber lo que dicen, aunque supongo que haya sido buenos días.

—Il signor Alessandro Berlusconi può vederlo in questo momento. Continua, per favore —dice el hombre y abre la puerta del todo, invitándonos a pasar.

—Grazie —responde Will.

Seguimos al hombre dentro y me quedo impactada por lo inmenso del lugar; aunque la verdad, parece un laberinto de tan grande y tantos pasillos. Llegamos a una puerta amplia y de madera robusta, el mayordomo da dos golpes y al instante se escucha una voz profunda diciendo algo que no logro entender, pero debe ser que podemos pasar, porque el mayordomo abre la puerta y nos pide que entremos con un gesto.

William pone su mano en mi espalda baja y me presiona para que camine, entramos a lo que creo es el despacho del tal Alessandro. Detrás de un escritorio antiguo e imponente, veo a un hombre alto y musculoso, con el cabello y los ojos oscuros y su piel ligeramente bronceada.

Se levanta en cuanto nos ve entrar.

—Will... —saluda efusivo y con una sonrisa. Viene a nuestro encuentro—, que alegría verte, amigo.

Se dan un sonoro abrazo, de esos en los que se golpean la espalda con fuerza en un gesto de amistad verdadera.

—Igual, Ale, no habíamos tenido oportunidad de volver a coincidir. Pero, otra vez, necesito de tus consejos, así que, aquí me tienes.

Will abre sus brazos y ambos ríen, divertidos. Alessandro se gira y luego mira expectante a su amigo, esperando tal vez que me presente.

—Ella es Ashley Moon, mi...asistente —responde y la duda en su voz es evidente. Yo sonrío a Alessandro y extiendo mi mano, para saludarlo formalmente, él la toma y da una sacudida profesional.

—Un gusto, señorita. —Asiente—, yo soy Alessandro Berlusconi.

—Igualmente, es un gusto conocerlo, señor Berlusconi.

—Will, ¿qué pasó con Margot? —pregunta intrigado Alessandro, cuando cae en la cuenta de mi lugar en todo esto.

—La promoví a Gerente de Logística —explica William, quien vuelve a poner su mano en mi espalda baja y me señala una de las butacas para que me siente.

El gesto no pasa desapercibido para los sagaces ojos del anfitrión, pero no dice nada, solo sonríe conocedor. William toma asiento a mi lado e ignora la expresión de su amigo.

—Y bueno, ¿qué me cuentas? Antes de ponernos serios deberíamos ponernos un poco al día, ¿no crees? —murmura William y lo mira a la expectativa.

Alessandro sonríe otra vez, pero esta vez hay algo diferente ahí; es una sonrisa como las que adoro ver bailar en los labios de William cuando me mira.

«El Berlusconi está enamorado», concluyo internamente.

—Pues, ¿qué te digo? —dice y alza sus hombros, despreocupado—. Me casé.

William se atraganta con su propia saliva y comienza a toser. Me asusto y trato de golpear su espalda, pero Alessandro me detiene.

—No te preocupes, eso es para molestarme —comenta tranquilo y la sonrisa sigue ahí.

Yo vuelvo a observar a William y, en sus ojos, hay lágrimas acumuladas por el impacto de sus movimientos bruscos.

—¿Te casaste? —carraspea, luego que deja de toser—. El que se jactaba de no enamorarse, cayó rendido.

—Fue imprevisto, sí —responde el aludido; pierde su mirada en un punto visible solo para él y se queda pensativo. Luego recupera su sonrisa y agrega—: Ya tendrán la oportunidad de conocerla.

En ese preciso instante mis tripas suenan. Todos, incluida yo, miran hacia donde se supone están mis tripas y me observan divertidos. Por supuesto, mi cara arde de vergüenza.

—Puedo pedir algo para comer, si lo desean —dice Ale, viéndome directamente a mí, pero pidiéndole un permiso tácito a Will.

—Hoy no desayunamos, pero yo no estoy hambriento —farfulla William—, si quieres puedes pedir algo sencillo para Ashley.

—Hagamos algo, porque yo necesito salir en un rato —pide Alessandro—, deja que ella vaya a la cocina y pida algo, mientras nosotros nos ponemos al día.

William se gira para verme.

—¿Estarás bien con eso? —pregunta y yo asiento con una sonrisa.

Saco de mi portafolio los papeles que traemos y se los entrego, una copia a cada uno; luego me dispongo a salir del despacho. A intentar encontrar algo en este laberinto tamaño real. Cierro la puerta detrás de mí con una sonrisa y al levantar la mirada, me encuentro con una mujer de pelo rosa y ojos verdes enfurecidos.

Camina hasta mi posición y yo le sonrío, pero ella me ignora por completo y abre la puerta bruscamente.

—Dime que no acabas de follarte a una cualquiera en la oficina —dice, con voz encolerizada y yo me quedo atónita.

—Qué... —Se escucha la voz pasmada de Alessandro también. Supongo que ella es su recién adquirida esposa.

—Oh, lo siento, yo... —se disculpa, al ver como Alessandro y William revisan los papeles que les entregué.

Will tiene expresión de no entender nada, pero Alessandro, sonríe.

La forma en que se miran, ella medio furiosa y él, divertido, me causa gracia y un poco ternura.

—Cristel... —susurra su esposo.

—Yo, de verdad, lo siento. No pensé, cuando la vi a ella salir de la oficina... —intenta justificarse, se gira para mirarme de frente y añade—: Discúlpame por referirme a ti de esa forma.

—Cristel... —insiste el italiano.

—De verdad que lo siento, Ale —interrumpe ella con vergüenza.

En un momento determinado, cuando nos tomamos un descanso, Alessandro me pregunta si puedo llevar un paquete que necesita entregar cuando vaya de regreso. Por supuesto, acepto, sin preguntar mucho; si él me lo pide es porque realmente no puede hacerlo él.

Almorzamos junto con las chicas y durante todo ese tiempo no puedo quitarle los ojos de encima a Ashley. Se ve tan hermosa y juvenil compartiendo sonrisas con su nueva amiga y hablando de la mascota de Cristel. No entiendo mucho sus palabras y su sorpresa al verla por primera vez, hasta que un gato enorme nos acompaña.

Una pantera. Una maldita pantera, tienen de mascota estos locos.

De más está decir que me asusta de cojones, pero el minino parece ser de fiar. Así que, me relajo y continuamos disfrutando de la velada.

Cuando llega Gabriel, el abogado de Alessandro, decidimos retirarnos para tratar con él los temas legales y que me dé algunas recomendaciones.

Nos retiramos poco tiempo después, con la promesa de volvernos a encontrar.

(...)

Estamos sentados en el amplio balcón de nuestra suite, bebiendo un poco de champán que nos dejaron en la habitación como regalo del hotel.

—Tengo la ligera impresión de que el matrimonio de Alessandro y Cristel no fue algo decidido por ellos —comenta Ashley, pensativa. Yo asiento de acuerdo con ella—, pero quisiera de verdad que pudieran llegar a completarse. Se ven tan lindos juntos y es obvio, que están enamorados.

La dulzura en su mirada cuando habla de sentimientos es evidente. Me quedo mirándola y pienso en que nosotros andamos medio parecidos a ellos. Tratando de mantenernos impasibles, pero es más fuerte la conexión y las ganas de vivir plenamente con la compañía del otro.

Ashley se da cuenta de mi mirada y me mira con curiosidad. La intensidad de la mía la pone colorada, pero no dejo de hacerlo. Una idea se forma en mi cabeza y decido llevarla a cabo.

—¿Me acompañas esta noche? —pregunto, sin dar más detalles.

Ella se muerde el labio inferior unos segundos y asiente, luego pregunta, interesada.

—¿Qué necesito llevar puesto?

—Algo elegante, y recatado. —Frunzo el ceño al decir eso—. No quiero estar la noche completa mirando por encima del hombro quien te mira el trasero.

Ashley suelta una carcajada y yo, aunque no le encuentro lo divertido, la sigo.

—Voy a arreglarme, entonces —dice y deja la copa sobre la mesa de mimbre.

Deposita un beso en la palma de su mano y luego me lo lanza, soplando sobre ella. Me guiña un ojo y luego se va.

Yo me quedo como un tonto sonriendo.

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Il signor Alessandro Berlusconi può vederlo in questo momento. Continua, per favore: El señor Alessandro Berlusconi puede verlo ahora mismo. Siga, por favor.

Alessandro Berlusconi pertenece a la historia “Atada a un matrimonio” de Bee Alonso.

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