«Así es. La información que obtuve demostró que hay una ligera diferencia. Así que, de manera indirecta, mi sexto sentido es acertado».
Victoria murmuró para afirmarlo, pero no dijo ni una palabra. Se limitó a tomar la información y la guardó doblándola muy bien. A continuación, recordó algo y le dijo a Alejandro:
—En realidad, puedo percibir que la abuela tiene miedo de someterse a la cirugía. No debiste haberle mencionado que podrían adelantarla.
Alejandro se quedó atónito.
—¿En serio?
—Sí.
Él le dio un vistazo y notó su mirada de concentración. De pronto, se dio cuenta de que lo que había dicho en el asilo era cierto. Ella había mencionado que su preocupación por Griselda no estaba relacionada con él; no lo había dicho en un arrebato de ira, sino porque en verdad veía a Griselda como su abuela.
En cuanto Alejandro se dio cuenta de eso, frunció los labios y dijo:
—De acuerdo, entiendo. La consolaré la próxima vez que la visite.
Hablaron con calma puesto que el tema de discusión era el problema de Griselda; era difícil que eso sucediera en los últimos tiempos. Sin embargo, el silencio volvió a reinar en el lugar cuando terminaron de hablar de ese asunto. Incluso el chofer se sorprendió mientras conducía. «La situación era bastante tensa cuando se subieron al auto y se sentía como si fueran a discutir en voz alta en cualquier momento. Sin embargo, no solo no discutieron, sino que comenzaron a hablar sobre el estado de salud de la gran señora Calire con amabilidad». Al principio, el hombre había pensado: «La pelea de una pareja no dura mucho».
No obstante, después de eso, el dúo dejo de hablar de nuevo y el ambiente se volvió tenso otra vez y la situación se volvió escalofriante como antes. El chofer se quedó sin habla. «Oh, bien. Como sea. No lo entiendo, así que debería concentrarme en conducir».
Cuando llegaron a la residencia Calire, Victoria se bajó del auto antes que Alejandro y se dirigió al piso de arriba. No entró dando zancadas, pero sus pasos no eran lentos tampoco. Poco después de eso, ella siguió avanzando y Alejandro se quedó atrás.
Las sirvientas notaron que Victoria entró a la casa sin expresión alguna. Poco después de que ella subió las escaleras, Alejandro también subió con una mirada amenazante.
Desde que la señora regresó a la casa bajo la lluvia antes, el ambiente en casa parecía cada vez más extraño. Las sirvientas comenzaron a sentir una leve inquietud mientras completaban sus trabajos e incluso trabajaron más duro que antes. Tenían miedo de convertirse en la bolsa de boxeo de la pareja si cometían algún error.
Una vez que ambos subieron las escaleras, las sirvientas no pudieron contenerse y se reunieron a discutir.
—A juzgar por la situación actual del señor y la señora Calire, deben estar cerca de divorciarse, ¿verdad?
—¡Dios mío! ¿Qué clase de tontería acabas de decir? Debe ser solo una pelea. No es para que se divorcien, ¿o sí?
—¿No has escuchado lo que alguien dijo el otro día? El matrimonio del señor y la señora Calire es una farsa. Está enamorado de otra persona. Ahora que esa mujer regresó, ¿cómo puede casarse con ella si no se divorcian?
—Bueno, puede que parezca así, pero han estado casados durante tanto tiempo. Seguro han desarrollado algunos sentimientos entre ellos, ¿verdad? Mira los cercanos que son el señor y la señora Calire la mayoría del tiempo. De todos modos, en mi opinión, sin duda no se divorciarán.
—Apuesto que sucederá lo contrario y creo que seguro se divorciarán. Solo esperen; sucederá pronto. Será este mes o el siguiente.
La opinión de la multitud estaba dividida y permanecieron concentradas en su discusión sobre el matrimonio de Alejandro y Victoria.
Mientras tanto, Victoria tomó una ducha cuando regresó a su habitación; estaba más tranquila que antes. De camino de regreso a casa, ella había estado pensando en ese asunto.
—Solo comprobaba si estabas dormida —respondió Alejandro con tranquilidad y compostura.
Al mencionarlo, Victoria se dio cuenta de que había estado profundamente dormida. Había estado leyendo mientras Alejandro estaba en el baño y esperaba que saliera, así podían continuar su negociación. Sin embargo, se durmió después de leer unas páginas del libro sin siquiera percatarse.
En el pasado, ella había escuchado que mencionaban que el embarazo hacía que las personas se sintieran más somnolientas de lo normal, pero nunca creyó que fuera cierto. En ese momento, parecía ser verdad. En cuanto Victoria pensó en eso, tosió con incomodidad.
—Sí, quizás estaba demasiado cansada por todo lo que sucedió esta mañana —dijo, cerró el libro que tenía en la mano y preguntó—: ¿Terminaste de ducharte?
—Sí. —Alejandro sonaba malhumorado y la miró fijo. Intentaba adivinar qué pensaba.
La actitud de la mujer parecía ser mucho mejor que la de la mañana. Después de una mayor consideración, intentó contenerse, pero, al final, no pudo resistir sus impulsos.
—¿Ya no estás…? —«¿Enfadada conmigo?». Era lo que quiso preguntar.
—Alejandro, hagamos una tregua.
Ambos hablaron al mismo tiempo. Victoria habló de manera concisa y rápida, así que él no tuvo la oportunidad de terminar la pregunta, puesto que lo interrumpió.
—¿Una tregua? —No estaba seguro a lo que se refería.
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