NARRA ISABELLA
La mano de papi fue a mi rostro y en sus ojos vi ira ante lo cerrado de mi ojo.
—Lo siento, no te golpeará de nuevo.
—No fue tu culpa.
—Tampoco tuya, nada que hagas merece esto. Vamos relajate mientras me encargo de atenderte.
Me quedé dormida en algún punto entre que me quedé quieta en la cama y que me dio un par de píldoras para el dolor. Al levantarme en la mañana, lo vi bebiendo café y leyendo algo en su portátil.
Mi rostro no estaba demasiado mal o no como pensé que estaría.
—¿Cómo te sientes, cariño?
—Bien, hambrienta.
—Vas a trasladarte a mi casa, tu madre sabe que lo harás y cuando ella regrese se nos unirá.
—Dijiste algo de trabajar.
—Lo hice, si. Estás en la universidad.
—Mi primer semestre de empresariales.
—Papi…
El desayuno eran panqueques, algo de fruta y café. Sus empleados nos dejaron a solas y me senté en su regazo. Con sus dedos, tomaba trozos de panqueques y los remojaba en la miel.
Sus ojos estaban clavados en mis labios, en los movimientos que hacía para envolver sus dedos y chupar la miel. Tomé un trozo con mis manos y lo alimenté. Las cosas se salieron entonces de control, me desnudó, se desnudó y traslado la comida al suelo. Al inicio no entendí hasta que vi como nos acomodó.
Estábamos sentados frente a frente, él de piernas abiertas, yo en medio, mis piernas rodeaban su cintura así que nuestras entrepiernas estaban en contacto.
Sentirlo era increíble y me frotaba con avidez mientras el colocaba miel de los panqueques en mi cuello y me lamia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Seduciendo a mi padrastro