Una vez acordado el asunto, Alek y Nina se despidieron dejando solo a Dmitry, quien observo su marcha desde aquella terraza y mientras pasaban por las mesas de juego y hasta salir por la gran puerta de madera tallada que a alguien se le había ocurrido importar desde Francia, solo porque era un objeto antiguo.
Intento volver a su mesa y concentrarse en los naipes, pero no pudo hacerlo, aquella chica permanecía en sus pensamientos, era como un eco que exigía toda su atención. Parecía ser la mujer perfecta y de ser ciertos los rumores que habían llegado hasta él, no podía dejar pasar la oportunidad cuando su amigo la había llevado hasta él, aunque quizás ese también era el problema, su amigo, por mucho que le interesara Nina, no podía atreverse a nada mientras Alek no estuviera de acuerdo.
Su mente divagaba mientras observaba los naipes en su mano, pensando en los múltiples talentos que debía poseer esa chica, quería descubrir por sí mismo si lo que se decía de esa mujer era verdad y es que no quería darle demasiado crédito a los rumores, él vivía rodeado por ellos y la mitad eran puras patrañas, pero si en algo habían acertado esos rumores y lo había confirmado el mismo, era sobre su belleza.
Nina poseía una piel de alabastro inigualable, ojos encantadores, cabello teñido de rubio y de facciones delicadas, además de un cuerpo ardiente en el cual estaba dispuesto arder, sin duda alguna esa misteriosa mujer era una diosa hecha para él. De alguna forma lo había hechizado, aunque quizás había sido esa fugaz vista de la areola de su pezón de sus generosos senos, cuando Nina se había inclinado a recoger su pulsera, lo que le había hecho caer en su encanto y es que además de su belleza, había algo en Nina y en su mirar, así como en sus labios. Su boca lo provocaba y lo seducía sin decir nada, estaba encantado a tal punto que no pudo continuar con el juego, después de perder una ronda, decidió retirarse y tomar un vaso de vodka para intentar relajar su mente.
Pero mientras estaba en la barra del bar, no pudo evitar pensar de nuevo en aquella aparición sensual, en mirada atrayente y también en sus labios que parecían suplicar porque un hombre probara sus labios, la poseyera solo para averiguar si era tan deliciosa como lo parecía. Había visto cientos de mujeres, incluso con atributos más grandes que la misma Nina, pero había descubierto que Nina sabia jugar bien sus cartas y eso le agradaba y mucho.
No era de extrañar el porqué su amigo Alek parecía perdidamente enamorado, a tal punto de ir como un perro faldero a cumplir sus deseos sin oponer resistencia. Si bien, ambos en algunas cuantas ocasiones habían compartido amantes, ninguna había sido tan cautivadora como Nina, pero era imposible negar que le había coqueteado.
Debia hablar con su amigo antes de dar cualquier paso porque no deseaba romper con su amistad, por una mujer que apenas le había dedicado unos minutos de su tiempo, aunque bien podía haber estado jugando con él, si es que los rumores eran ciertos, debia tener cuidado con esa mujer, pero al mismo tiempo no quería ser tan precavido, quería disfrutar del misterio que envolvía a Nina.
Un vez terminada su bebida, pago su cuenta y se marchó de ahí. Últimamente, se había trasnochado lo suficiente para sentir su cuerpo cansado, lo bastante como para querer dormir hasta medio día del día siguiente, pero faltaba muy poco para aquella función de ópera, así que debia resistirlo al menos mientras Nina estuviera presente.
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