Si es destino estar contigo romance Capítulo 44

—¿Señor?

Hugo veía que Lucrecio parecía estar perdido en sus pensamientos, y preguntó en voz baja:

—¿Ha llegado el momento de ejecutar nuestro plan final?

Lucrecio tenía que pensar en lo que menos quería, después de todo, todo lo que había diseñado minuciosamente era para vengarse, para quitar la máscara de ese Bernardo ante el público, para hacerle perder su reputación, para mostrar a todos lo mentiroso que era.

Él ya había reunido demasiadas pruebas, pero la imagen perfecta de ese Bernardo ya había echado raíces en los corazones de la gente, y sus pruebas igual no eran suficientes para derribarlo por completo. Sin embargo, tenía el truco definitivo que era Yolanda, quería aprovecharla para hacer algo.

—Ya casi.

Lucrecio sabía que las cosas habían llegado a un punto en el que podían terminar perfectamente, pero siempre consideraba que Yolanda no era todavía capaz de sobrevivir por sí misma.

Luego todo el mundo sabría quién era Yolanda, la gente la discriminaría, ella perdería todo lo que tenía ahora mismo y su vida encontraría difícil en absoluto.

Lucrecio no quería hacerla daño, pero él no tenía otra opción. En ese momento, el móvil sonó de repente, era Yolanda, él lanzó una mirada hacia el móvil, pero no sacó la mano para tomarlo.

Hugo comprendía inmediatamente lo que quería él, cogió el teléfono y lo puso en altavoz.

—Señorita, el señor aún está ocupado, no puede coger el teléfono.

—¿Puedes darle el teléfono? Quiero hablar con él, si no, me preocupo por él, quiero saber que está bien.

La voz ansiosa de Yolanda llegó a Lucrecio.

—Cuando termine su trabajo, te llamará.

—Vale, dile que no trabaje demasiado, la salud es lo más importante, le esperaré en casa.

Yolanda colgó el teléfono.

Al escuchar la tierna voz de Yolanda, Lucrecio se sintió mejor.

La única persona en este mundo, que más se preocupaba por él, era también la que tenía que ser utilizada por él sin piedad, todos en este mundo vivían con una máscara, incluso él mismo. Y era tan ridículo que la única persona con un corazón puro tenía que ser herida por él.