Sorpresa de una noche romance Capítulo 100

—Señora Lydia, ¡hola! Es un placer servirle.

La encargada era una mujer de mediana edad con una sonrisa halagadora.

Lydia miró a Eduardo confundida y en la explicación de la mujer se enteró de que la tienda era del Grupo Emperador.

La felicidad de los ricos ni siquiera podías imaginar.

Lydia tragó saliva sorprendida y calculó en silencio cuánto podía valer la tienda si la vendía.

Eduardo ya había pedido a alguien que la llevara al probador, Lydia dudó.

—Esto, no es bueno gastar tu dinero, ¿no? Aunque sea ponerlo en tu cuenta, eso es mucho...

—Llévatela.

Eduardo le dirigió a Lydia una mirada de cierto asco y las comisuras de la boca de Lydia se crisparon, y cuando volvió a salir, miró el traje azul cielo que llevaba puesto y no pudo mantener la boca cerrada por la sorpresa.

¿Esta era ella?

¡¿Cómo era que parecía tan poderosa?!

—Señora Lydia, estos zapatos son de edición limitada mundial, venga a probárselos.

El gerente le tendió un par de tacones de aguja de diamante y se los entregó a Lydia, que sólo echó un vistazo y se enamoró.

La altura del tacón estaba hecha a su medida, ¿verdad? Qué bonito…

Lydia iba vestida con un traje profesional azul cielo, con tacones de diamantes. Su rostro era hermoso, con grandes ojos llorosos, una nariz delicada y unos labios como una cereza, que daban ganas de saborearlos.

En cuanto te mirase dos veces, querrás traerle la luna.

Su belleza no era para nada afilada, sino que hacía que la gente sintiera dulzura e inocencia.

—¿Qué, crees que no me lo puedo permitir, o mi mujer no puede?

—Por supuesto que soy yo…

Vale, Lydia se calló, ahora no era solo ella, también era la esposa de Eduardo.

Pero ser una señora León era muy cansino.

Lydia se miró en el espejo y cuanto más se miraba, mejor se veía, más encantada estaba. Cuando de repente detrás del espejo aparecieron unos vendedores, tres de ellos llevando un perchero en el que había un lujoso y caro vestido de novia, ¡adornado con diamantes!

Lydia giró la cabeza y no pudo reprimir un grito ahogado. Esto era demasiado hermoso.

Miró sorprendida el vestido de novia, sólo para ver que el gerente se acercaba a Eduardo y sonreía.

—Presidente, este es el vestido de novia que encargó a los diseñadores hace una semana, y ya está terminado.

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