Tras escuchar lo que dijo Ana, el móvil de Elena casi se cae al suelo...
En el despacho del presidente, Eduardo llevaba un traje recto con los puños ligeramente remangados, dejando ver su delicada muñeca y su brazo masculino. Su pelo, suave sobre la frente, tenía un aspecto eminente.
Javier llamó a la puerta y entró en el despacho. Cuando vio a Eduardo, no pudo evitar sentirse sorprendido. El presidente era tan guapo. No le extrañó que aquellas mujeres intentaran acosarle una tras otra.
—Señor León, la señorita Agusto lleva una hora esperando fuera... dijo que no se iría hasta que le viera. ¿No deberíamos dejarla entrar?
preguntó Javier tímidamente. A Eduardo no le importó en absoluto. De repente pensó en Lydia. La última vez, le pidió a Javier que invitara a Lydia a cenar, pero no esperaba que Clara viniera también. No comió mucho en esa comida. Más tarde se enteró de que Lydia volvió sola a casa y comió fideos instantáneos.
Parecía que no quería que se quedara con Clara.
—¿Sr. León? ¿Me ha oído?
—Sí... —Eduardo frunció el ceño. Nunca se había distraído así, y no sabía qué le había pasado hoy. Tras dejar el bolígrafo, Eduardo miró a Javier y le dijo:
—Dile que estoy ocupado y que hoy no puedo verla.
—Bien. Hay otra cosa. La señorita León ya conoce su lugar en el departamento de publicidad. Ya se lo he advertido. Parece que no se atreve a hacer nada por el momento —Dijo Javier.
Esto estaba dentro de las expectativas de Eduardo, pero...
Hay una cosa que Eduardo debe tener en cuenta.
Eduardo golpeó los dedos sobre la mesa como si estuviera pensando en algo. Frunció los labios y preguntó:
Lydia la miró:
—Bueno, como ya sabes, no sirvo para nada, así que tengo que trabajar más.
—No lo sé, pero sé que un hombre capaz siempre está ocupado —dijo Isabel—. creo que vale la pena que la empresa te contrate. Puedes hacer el trabajo de tres personas solo.
—...
—Pero de todos modos, el Grupo Emperador lo dirige tu marido. Trabajas para tu propia familia.
Al escuchar a Isabel burlarse de ella, Lydia se sonrojó. ¿Su familia? Sí. Era la esposa de Eduardo para otras personas. Al pensar en esto, las comisuras de la boca de Lydia se curvaron.
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Final sin sabor...