Sorpresa de una noche romance Capítulo 144

Debido a las palabras de Lydia, Eduardo no quiso hablar con ella para nada en el camino al Jardín Campestre.

En el camino, Lydia intentó hablar con Eduardo varias veces, pero se sintió intimidada por su frialdad.

Hasta que...

—Lydia, ¿siempre piensas que me he hecho la cirugía estética?

Justo cuando Lydia pensaba que Eduardo no iba a hablar con ella hasta el final, Eduardo habló de repente.

Había ira en su tono. Lo que le enfadaba a Eduardo era que Lydia pensara que él, un hombre noble y agraciado, se haría la cirugía estética sólo para ser más guapo como esa gente...

Lydia sintió que el corazón le daba un vuelco. Rápidamente agitó la mano con una brillante sonrisa y dijo:

—Bueno, ¿he dicho algo malo? Pero tu cara tiene un aspecto tan delicado que siempre me hago esa pregunta. Pero, ¿realmente nunca te has sometido a una cirugía estética? Um, ¡entonces has nacido para ser tan hermosa!

—¿Bonito? —preguntó Eduardo.

¿Por qué sintió que estaba describiendo a una mujer?

Lydia estaba demasiado avergonzada para hablar más. Al ver el rubor de su cara, a Eduardo se le ocurrió de repente una idea perversa. Se inclinó hacia ella y le dijo:

—Tal vez realmente me he sometido a una cirugía estética. ¿Qué tal si lo compruebas tú mismo?

—Bueno, no creo que tenga que hacer eso...

—¿De verdad? —Eduardo pudo comprobar que Lydia estaba ansiosa por probar. Como era de esperar, en cuanto terminó de preguntar, Lydia extendió la mano. Sus hermosos dedos estaban a punto de tocar la cara de Eduardo.

Eduardo detuvo a Lydia abrazándola y luego le mordió los labios. —¿Cómo te atreves a probar de verdad?

—Dijiste que... Um...

Antes de que Lydia pudiera refutar, Eduardo ya la interrumpió besando sus labios. Mordió con maldad los labios de Lydia antes de soltarla.

—Esto es un castigo para ti.

Al ser liberada, Lydia se tocó los labios y no se atrevió a decir nada

No volvería a decir esas palabras a Eduardo.

Después de un largo rato, Lydia respiró profundamente e intentó cambiar de tema. —Bueno, ¿nos reunimos con el señor Ramón directamente después de nuestra llegada? O...

—Hablemos de ello más tarde.

La atmósfera se congeló de nuevo.

Lydia estaba ansiosa y se sonrojó. Quería hacer algo para distraerse, pero no podía calmarse por todos los medios. Especialmente cuando había un hombre tan guapo sentado a su lado.

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