Sorpresa de una noche romance Capítulo 181

¿Sopa?

Lydia se sentía alegre: Eduardo se había acordado de que a ella le gustaba la sopa que hacía Juana. Sentía dulzura en su corazón.

Pero al minuto siguiente, su sonrisa comenzó a desvanecerse y empezó a sentirse incómoda al notar la forma en que Juana la miraba.

Esta fue la singular manera que tuvo Eduardo de decirle a Juana que Lydia se acostó anoche y que necesitaba la alimentación extra.

...

Lydia mantuvo la cabeza baja todo el tiempo durante el desayuno, ya que tenía miedo de mirar a Eduardo. Le preocupaba que él pudiera sacar a relucir lo que había sucedido la noche anterior - Ella fue la que dio el primer paso.

—¿Tuviste suficiente? —Eduardo ya dejó la cuchara. No comía mucho como de costumbre. Además, la comida, para él, era todo un suministro de energía. Así que no importaba demasiado lo que estuviera comiendo.

Lydia estaba a punto de responder, pero tenía la boca llena de pan y casi se ahogaba. Se dio unas palmaditas en el pecho y, mientras tanto, Eduardo ya le entregaba pensativo un vaso de agua. Lydia se sintió conmovida por su reacción. Pero antes de que diera las gracias, Eduardo dijo con melancolía:

—Parece que estabas cansada después de lo de anoche.

—¡Puff!

¿De verdad tenían que hablar de ello a primera hora de la mañana?

Lydia miró a Eduardo con incomodidad en los ojos, y su rostro se sonrojó. Quiso replicar pero finalmente reprimió sus palabras. Eduardo la miró con gran interés:

—¿Por qué estás tan roja? ¿No es porque...?

—¡No, no se trata de eso en absoluto!

—Todavía no he dicho nada —La reacción de Lydia encendió a Eduardo—. Si no tuviste suficiente, puedo...

—¿Era el Sr. Ramón, el del teléfono hace un momento? Eduardo, ¿cuándo lo conoceré? —Lydia miró a Eduardo. Estaba aquí, en Ciudad S, sobre todo para conocer sus antecedentes. Se quedó pensando en el hecho de que no había conocido al señor Ramón la última vez.

Eduardo, por supuesto, sabía lo que Lydia estaba pensando.

Levantó las cejas:

—Eso depende de mi estado de ánimo, te llevaré conmigo o no.

—Entonces, ¿qué puedo hacer para que te sientas bien? —Lydia haría lo que fuera necesario para saber más sobre su origen. Inconscientemente, bajó la cabeza y extendió la mano para palpar el colgante, sólo para descubrir que había desaparecido. Tenía la mirada puesta como si su mundo se hubiera derrumbado.

¿Dónde estaba el colgante?

—¿Se dejó en la sala de interrogatorios? —Estaba allí, en su cuello, ayer al mediodía, y la única posibilidad era que se le hubiera caído al subir al coche o a la sala de interrogatorios. De repente, Lydia se puso nerviosa. Si el colgante se había perdido, ¿cómo podría encontrar a su familia?

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