Sorpresa de una noche romance Capítulo 185

Lydia se sentó ansiosamente en el sofá del salón, sintiéndose muy complicada.

El colgante era la única reliquia que le quedaba a la abuela. Si perdía el colgante, aunque algún día encontrara a sus parientes, no tendría forma de demostrar su identidad en absoluto.

Cogió un lápiz y garabateó al azar en el papel de dibujo. Quería dibujar el colgante, pero de alguna manera acabó dibujando un retrato de Eduardo.

—¡Entra ahí!

De repente se oyó un fuerte ruido al otro lado de la puerta. Lydia se sorprendió y se levantó rápidamente. Vio a Eliseo entrar tambaleándose, seguido por Javier detrás de él.

Lydia dio un paso atrás inconscientemente y vio que Eliseo estaba un poco receloso y preocupado. También descubrió inesperadamente los moretones hinchados en la cara de Eliseo.

—¡Perdón Sra. León! Soy un imbécil. No debí mentirle y mucho menos hacerle daño, me equivoqué —Eliseo fue presionado en el suelo por Javier y dijo estas palabras con torpeza.

La cara de Eliseo se sonrojó: prefería morir aquí hoy que pedir disculpas.

Pero Eduardo lo amenazó con su familia, Eliseo no tuvo más remedio que hacer lo que le dijeron.

Era el joven amo de la familia Guillén. La arrogancia que tenía desde niño le hacía no querer agachar la cabeza, pero no se atrevía a tomar el futuro de la familia Guillén como una apuesta. De lo contrario, moriría sin un lugar donde ser enterrado.

—Eduardo te envió, ¿no es así? —Lydia estaba tranquila en ese momento.

Con Javier cerca, Lydia se sentía mucho más segura y no se preocuparía de que Eliseo le hiciera daño.

—Señora León, el señor León fue a buscar el colgante para usted. Sería su decisión de cómo se debe tratar a Eliseo —Javier se explayó.

Recién salido de la villa de Elena, Eduardo le pidió que trajera a Eliseo de vuelta y que dejara a Lydia tomar la decisión. En cuanto al propio Eduardo, tenía que —acompañar— a Elena de vuelta a casa.

Eduardo no la dejaría libre, aunque fuera su supuesta hermana. Después de todo, le había hecho algo tan terrible a Lydia.

Lydia miró a Eliseo, que ahora estaba en tan mal estado, que no se sentía para nada feliz sino más bien complicada.

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