El corazón de Lydia latía rápidamente. Nunca había estado tan nerviosa como ahora. La villa a la que llegaron era la misma a la que llegó con Eduardo anteayer, pero no tuvo oportunidad de ver a José Ramón en ese momento.
—¿Nervioso?Por supuesto...
Lydia pensó que la pregunta de Eduardo era una tontería. Estaba tan nerviosa que sus manos estaban llenas de sudor frío. No importaba cuál fuera el resultado, tenía que aprovechar esta oportunidad para averiguar su identidad.
—Yo... estoy un poco asustada —Lydia le dijo a Eduardo con calma. Empezó a confiar en Eduardo. Estaba muy nerviosa y se lo dijo a Eduardo con franqueza. Eduardo había pensado que ella se enojaría después de escuchar su pregunta, pero no esperaba que ella fuera tan honesta.
Una sonrisa apareció en su apuesto rostro. Luego puso su gran mano en el hombro de Lydia y la atrajo hacia sus brazos. Su voz era inusualmente suave y encantadora. —No te pongas nerviosa. Yo... te protegeré, mi dulce esposa.
¿Dulce esposa?
Lydia lo fulminó con la mirada. Comprobó que Eduardo había cambiado mucho desde lo sucedido la noche anterior.
Ya habían entrado mientras hablaban. Lydia vio al viejo sentado en el salón nada más entrar.
Tenía el pelo gris y unos setenta años. Llevaba ropas tradicionales y tenía un aspecto digno. Era evidente que se trataba de un hombre con conocimientos.
¿Era esta su familia?
A Lydia se le llenaron los ojos de lágrimas. Estaba tan nerviosa que ni siquiera sabía cómo debía comportarse. En ese momento, José también las vio. Recogió sus gafas de presbicia de la mesa y dijo:
Lydia se sentó nerviosa en el sofá. Tenía las palmas de las manos cubiertas de sudor frío y las uñas profundamente hundidas en las palmas. ¿Sabría José Ramón quiénes eran sus padres?
—Señor Ramón... —le recordó Eduardo a José al ver que éste estaba aturdido. Él también había notado el extraño ambiente que había entre los dos. ¿Realmente Lydia tenía alguna relación con el señor Ramón?
—Ejem... Eduardo, de hecho, te llamo para un pequeño caso. Sabes que mi nieta, Malinda, es muy amiga de Elena. Me he enterado de que hoy has encerrado a Elena y ella...
No era necesario seguir. A estas alturas, Eduardo había entendido lo que José quería decir.
Pero no esperaba que el Sr. Ramón también conociera este asunto.
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Final sin sabor...