Las luces brillantes de la delicada araña que había sobre ella cegaron a Lydia durante un segundo.
¿Acaba de oírle burlarse de ella?
—Eduardo, estoy esperando tu explicación —Ella apretó los puños. Estaba de rodillas en su cama en este momento y había lágrimas en sus ojos.
Lydia levantó la vista y miró fijamente a Eduardo.
Era consciente de que Eduardo definitivamente sabía algo.
—Nunca pensé que fuera el hijo de la familia Milan. ¿Pero no crees que me debes una explicación?
Como ya sabía que el colgante estaba relacionado con el señor Ramón, debía tener algunas ideas y conjeturas al respecto. Eduardo fue lo suficientemente inteligente como para hacer una investigación.
Lydia casi pensó que había sido consciente de la verdad.
Eduardo guardó silencio.
Se apoyó en la cama y ni siquiera la miró.
Esto la agitó. A medida que pasaba el tiempo, Lydia pensaba que él no le diría la verdad. De repente tuvo una fuerte sensación de impotencia porque ella no era nada comparada con Eduardo y ni siquiera podía ordenarle nada.
Se levantó de la cama y quiso salir de la habitación.
Pero justo cuando sus pies tocaron el suelo, Eduardo la volvió a meter en la cama...
Lydia empezó a luchar, pero él era mucho más fuerte que ella. Al cabo de unos minutos, no sólo no pudo deshacerse de Eduardo, sino que además se quedó sin aliento. Al final, se dejó tumbar por él y sus ojos se quedaron vacíos.
—Señor León, ya se niega a decirme la verdad. ¿Y ahora no quiere que duerma en otra habitación?
—Oh, ¿por qué otra habitación?
—Porque no quiero verte —Ella puso sus ojos oscuros en blanco y los fijó en su cara.
Sus piernas la confinaban y todo su cuerpo estaba por encima de ella, ¡lo que la estresaba!
—Oh, ¿cuándo he dicho que... no te diré la verdad?
—¿Quieres decírmelo ahora?.
Sus ojos de cierva empezaron a brillar.
Ni siquiera pensó en su posición en este momento y lo miró con entusiasmo.
Maldita sea...
La mirada de ella le hizo sentir sed y una extraña sensación... Tosió y la soltó, con un aspecto poco natural:
—Tenías razón. Ese colgante tuyo es exactamente igual al de la primera hija de la familia Milán.
Eduardo desvió la mirada y dijo eso con calma.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sorpresa de una noche
Final sin sabor...