Por la noche, Lydia estaba sentada en el sofá con una falda de tirantes de seda, mientras sostenía una almohada mirando series, mientras se metía papas fritas de sabor a miel en la boca.
De repente, con un "clic", se abrió la puerta.
—¿Ya vuelves?
De repente Lydia sonrió, se levantó del sofá, puso todo en la mesita, corrió con sus pantuflas, y graciosamente tomó el maletín en brazos de Eduardo, inclinó la cabeza y lo miró.
—La comida está en el comedor, y el agua en la bañera está lista, ¿quieres comer o bañarte primero?
Mirando la sonrisa y la apariencia halagadora de Lydia, no pudo evitar pensar en una frase, la amabilidad repentina debería ir acompañada de malas noticias.
Dejó que Lydia guardara el maletín, se puso las zapatillas, y miró a Lydia débilmente y sin ninguna emoción.
—Dímelo.
El cuerpo de Lydia se detuvo, pero todavía había una sonrisa en su rostro.
—Bueno, marido, ya somos marido y esposa ahora, así que ambos tenemos que enfrentar las dificultades juntos, ¿verdad?
—¿Y qué?
Al oírla llamarle marido, Eduardo se quedó aturdido.
Eduardo ya sabía lo que pasó por la tarde, era el presidente del Grupo Emperador, ninguna pequeña acción podía escapar a sus ojos, tan pronto como pasó ese asunto de Ana hoy, Miranda se lo contó sin perder ningún detalle.
La razón por la que no preguntó fue porque quería esperar y ver qué haría Lydia con eso.
Como su esposa, Lydia no podía actuar demasiado débil.
—Hubo un escándalo sobre nosotros al mediodía, ¿sabes? —dijo Lydia tentativamente, al ver que Eduardo no respondía, continuó diciendo casualmente— A esos paparazzi les gusta sacar fotos a escondidas, sólo fuimos a enmarcar la obra de abuelo, dicen que estamos profundamente enamorados...
Dijo Lydia mientras observaba atentamente la expresión de Eduardo.
Porque cuando regresó al mediodía, Javier le dijo muy en serio que tenía problemas con lo que pasó en el Grupo Emperador por la tarde, y que las consecuencias podrían estar causadas.
Lydia seguía tocándose la sien con una mano, este tipo de conversación parecía ser que una esposa le preguntara a su marido infiel, ¿verdad? ¿Cómo parecía tan incómoda?
—Dímelo.
Eduardo tiró el agua mineral terminada a la basura antes de mirar a Lydia.
Hoy llevaba un vestido blanco de seda y gasa, con dos finos tirantes en los hombros, dejando al descubierto su esbelto cuello y hermosos huesos de mariposa, que parecía muy atractiva.
¿Esta chica lo llevaba a propósito?
Eduardo retiró la mirada y Lydia dijo de inmediato.
—Cometí el error de no taparle la boca a Ana en ese momento y dejarla hablar. ¡No debería darle la oportunidad de hablar!
¡De esta manera, no causaría tantos problemas!
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Final sin sabor...