Sorpresa de una noche romance Capítulo 66

Esta persona, ¡quién más podría ser excepto Clara!

—Clara, más despacio, no puedo seguirte...

Siguiendo a Clara, también estaba Elena que sonreía. Elena fue originalmente prohibida salir, y no debería haber salido antes de que llegara el momento, pero hoy una familia de tres miembros de la familia Agusto vino a visitarla y Elena también fue liberada.

Su estado de ánimo estaba complicado, Clara había estado molestando a Eduardo desde que era niña, y ahora, ¡quería ver qué debería enfrentar Lydia!

Al percibir las miradas poco amables de Elena, Lydia de repente se volvió un poco tímida.

Ella no les tenía miedo a Elena y Clara, sólo que había tanta gente aquí, los padres de Clara todavía estaban ahí, ella... ¿qué debería hacer?

Debido a que Eduardo se estaba cambiando de zapatos afuera de la puerta, aún no había venido.

Clara miró a Lydia con desdén, se sentó deliberadamente junto a Ricardo y le dijo afectuosamente.

—Abuelo, llevo más de diez años en el extranjero y finalmente vuelvo, ¿no me extrañas?

—Claro que te extraño jaja, cómo puedo no extrañarte. ¡Nunca olvidaste enviarme comida deliciosa cuando estabas en el extranjero! ¡Conoces mi gusto!

—Claro, te considero como mi abuelo real.

Clara sonrió y tomó a Ricardo del brazo, Lydia quería llamar al abuelo, pero Clara la interrumpió, parada estúpidamente frente a la mesa un rato, sintiéndose un poco perdida.

Este sentimiento era muy malo...

Clara y su marido no le harían caso, y el abuelo también estaba hablando con Clara y no tenía tiempo para hacerle caso. De esta manera, parecía que ellos eran una familia, y ella era una forastera...

Parecía haber una gran roca en su corazón y no sabía dónde poner sus manos y pies.

En ese momento, un brazo puso en su hombro, y escuchó la voz baja y cálida de Eduardo.

—¿Por qué estar aquí aturdida?

Clara se levantó y sonrió, pero su sonrisa se mezcló con indiferencia y sarcasmo, señaló los regalos por todo el suelo, eran suplementos traídos por Clara desde el extranjero especialmente para Ricardo y los padres de Eduardo.

A ella siempre le había gustado Eduardo y siquiera quería mover todo lo que tenía aquí, y complacer al abuelo y a los padres de Eduardo también era algo que debía hacer todos los días.

—Oh, entonces eres Lydia...

La madre de Clara asintió a Lydia con una sonrisa, pero había algo significativo en la sonrisa.

Elena a su lado estaba muy feliz, esta gran familia, ¡a ver Lydia cómo podía soportar!

—¡Sí, lo hemos visto antes! Por cierto... Casi me acosaron justo ahora cuando volví al país, y Lydia me salvó en ese momento, ¡pero suena un poco gracioso al hablar de eso! —se rio Clara.

Eduardo frunció levemente el ceño, justo ahora Ignacio bajó de las escaleras y lo vio.

—Eduardo, ven conmigo.

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