Dos personas sentadas frente a frente.
Pero Lydia se sintió más débil que el otro.
—Adelante —los dedos de Eduardo golpearon el escritorio. Cuando entró, ya notó que Lydia contestó su teléfono.
Al ver la expresión de calma en el rostro de Eduardo, Lydia no pudo evitar las ganas de maldecir.
¿Por qué podía seguir tan tranquilo?
Estaba claro que fue él quien fue a investigar la identidad de otra persona
Pero, de nuevo, ella no había hecho nada para dañar a Eduardo, así que, ¿qué miedo tenía de que le investigaran?
Lydia moqueó y cogió boli y papel, hizo un mohín.
—En primer lugar, estamos en un matrimonio por contrato, y tú prometiste ayudarme a encontrar al dueño del collar de jade, y yo te ayudaré a mantener alejados a las mujeres, ¿verdad?
—Así es.
—Así que en ese caso los dos somos iguales, ¿no?
—Así es.
—¡Entonces quién eres tú para investigar mis antecedentes! —Lydia pensaba que no había hecho nada malo, pero odiaba la desconfianza de los demás, sobre todo cuando la persona era el mismo Eduardo con el que ella estaba cooperando.
Era como si algo bloqueara su corazón, como si alguien hubiera arrojado su corazón en un frasco de vinagre, y se sentía un poco mal.
—Te he investigado —dijo Eduardo sin ningún remordimiento, incluso se levantó y se apretó hacia Lydia.
Se acercó directamente, haciendo que Lydia detuviera en su respiración, sólo para escuchar a Eduardo explicar con calma, —Tú también puedes investigarme.
—Yo…
« Y una mierda.
—Vale, entonces, quiero saber todo sobre ti, cuéntame.
Lydia se sintió de repente como si le hubieran tendido una trampa.
Cuando le contó a Eduardo la marca de leche con la que creció, a qué instituto acudió y por qué abandonó el instituto, tuvo una profunda sensación de que le habían mentido.
Se frotó la nariz, sin atreverse a mirar a Eduardo a los ojos.
¿Este tipo fue un zorro en su vida pasada? ¿Sus ojos podían controlar la mente de las personas?
—Bien, una última pregunta, Lydia…
—Es mi turno de preguntarte —respondió finalmente Lydia de mala gana—. El collar de jade, ¿de quién es?
¡No tenía tiempo para pasar todo el día con Eduardo aquí!
Tal vez consciente desde antes de la pregunta de Lydia, los ojos de Eduardo se apagaron por un momento, y sólo después de un largo rato, hasta que Lydia pensó que Eduardo no diría nada, Eduardo dijo en voz baja y algo triste, —Es de mi maestro.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sorpresa de una noche
Final sin sabor...