Sorpresa de una noche romance Capítulo 92

Eduardo no se molestó con ella y la sacó de las sábanas. Lydia, aún somnolienta, fue arrastrada a lavarse y a cambiarse de ropa. Los ojos de Lydia estaban aún poco abiertos, fue a elegir una camisa blanca con una falda de cuadros y se recogió el pelo en una coleta, dándole un aspecto juvenil.

—Eduardo, ¿qué haces despertándome tan temprano? No es que me dejes salir a trabajar…

Lydia era muy trabajadora y de niña solía estar mal alimentada, por lo que era una persona que trabajaba muy duro con la idea de que debía ganar dinero si tenía la oportunidad.

Pero.. tenía la pequeña afición de dormir.

—Vamos a ver al abuelo —dijo Eduardo.

Observó a Lydia y las comisuras de sus finos labios se curvaron ligeramente. Estaba acostumbrado a ver a Elena y a las chicas con sus vestiditos de marca, pero ahora había algo diferente al ver a Lydia con este atuendo juvenil y vibrante.

Una mujer tan joven y enérgica…

—¿Qué estás mirando? ¿Tengo algo en la cara? O ¿mi ropa es demasiada vieja? Voy a ponerme otro conjunto.

Lydia pensó que a Eduardo no le gustaba su atuendo. Después de todo, cada vez que iba a la familia León, Elena llevaba elegantes vestidos, pero ella sólo tenía conjuntos baratos… Debería haber avergonzado a Eduardo, ¿verdad?

Lydia tenía en la cabeza cuál era su traje más caro, pero Eduardo le dijo, —Este vale, vamos.

Dicho esto, el hombre ya había tomado la delantera y se marchó.

Sin atreverse a atrasarse, Lydia le siguió. Hoy llevaba unas zapatillas de lona blancas y corría muy rápido, sin perder de vista a Eduardo.

Lydia llegó a la familia León con Eduardo y se encontraron con un ambiente sorprendentemente lúgubre en la casa. El señor Ricardo estaba sentado en el sofá del salón con un poco de enfado en la cara, mientras Elena y Carmen estaban de pie. Y había trozos de porcelana esparcidos por el suelo, ¡se podía ver que habían sido rotas a propósito!

¿Había discutido?

O…

Lydia miró a Eduardo con cierta preocupación, sólo para ver que la cara de Eduardo tampoco era muy buena, como si tampoco hubiera visto venir esta escena.

—Papá, llevo 20 años casado y siempre he hecho lo que tú dices. Dijiste que enviarías a mi hijo a estudiar al extranjero y acepté cuando aún era pequeño, y me mantuviste al margen de los negocios del Grupo Emperador para que pudiera jugar a las cartas y relacionarme con las esposas ricas. ¡Ahora dices que quieres dejar a Lydia al mando de los asuntos de la casa! ¿Qué sabe Lydia? ¿Por qué no dijiste que le dejarías estas cosas a mi hija? ¿Siempre has visto a Elena como una extraña? —Carmen protestó un poco malhumorada.

Durante veinte años se había dejado la piel esperando que llegara el momento en que se convirtiera en la nuera y, al morir Ricardo, tuviera las riendas del poder. ¡Pero ahora Ricardo quería entregarle el poder a Lydia! Cómo no iba a enfadarse.

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