En alguna otra parte, una notificación sonó en el celular de Jaime con una campanita. Él empezó a tener la sensación de que algo no estaba bien, ya que, después de todo, lo único que esa alerta podía significar era que su jefa estaba en peligro.
Jaime tocó la aplicación en su teléfono con velocidad y vio el mensaje que dejaba en claro que su jefa fue secuestrada.
—¡Ay! ¡Pobre de ti, jefa! —Jaime mantuvo su mirada fija en la ubicación en el mapa mientras suprimía sus emociones y luego lamentó: -¡Da al parecer que mi jefa ha hecho un enemigo en la escuela! Ella solo podrá contar con él por esta ocasión.
En el preciso momento que él iba a mandar su ubicación al celular de Alexánder, recordó el remordimiento que tenían por lo ocurrido; más allá de eso, también estaba preocupado de que llegara a revelar la verdadera identidad de Elizabeth. Al final, decidió mandarle un mensaje a Daniel desde una cuenta anónima.
—¡Por favor que estés bien, jefa!
Daniel estaba contactando a cada uno de sus amigos para que pudieran decirle la ubicación de Elizabeth cuando, de repente, recibió el mensaje que le mandó Jaime desde la cuenta anónima. Daniel echó un salto y dijo después de unos momentos:
—Alexánder, alguien me acaba de mandar una ubicación y dice que allí se encuentra Elizabeth en este instante. ¿Deberíamos ir?
Alexánder tomó el celular de su hermano. Él estaba un poco sospechoso por un momento, pero aun así decidió dirigirse hacia esa dirección y confiar en su suerte.
-Lo haremos. ¿Y si ella realmente se encuentra allí?
En ese instante, ¡él tenía que ir incluso en la situación que sea información falsa!
Alexánder abrió la puerta del auto para luego empezar a correr en la dirección marcada, mientras que Daniel lo seguía apresurado detrás de él.
Pronto llegaron a un área separada de la escuela, todo de acuerdo con la información. Era un dormitorio al que no se le había dado mantenimientos por bastantes años y se había convertido en un edificio abandonado. No era de sorprender que nadie se percatara que alguien estaba encerrado en ese edificio.
Alexánder se apresuró hacia los dormitorios y empezó a abrir cada una de las puertas que aparecía en su camino; él buscaba con tanta preocupación por encontrar a esa persona. Daniel lo siguió con jadeos a sus espaldas, mientras que una sensación de culpa crecía en su pecho. A pesar de que ellos siempre discutían por tonterías entre sí todos los días, él jamás se perdonaría en la situación que ella sí estuviera en peligro.
Elizabeth podía sentir el desagradable sabor metálico de la sangre en su boca y una sensación rasposa le molestaba la garganta con cada palabra que pronunciaba.
-No puedo negar que usted es increíble, señorita Sagarra. Usted en verdad realizó el clásico secuestro una vez más, pero la verdad es que no se me viene ninguna razón por la que usted me odie tanto -Elizabeth habló en voz alta y con claridad con toda intención para así hacerla perder el tiempo.
Nicole se rio de modo despreciativo.
-Elizabeth, tú me robaste el puesto a la número uno en la competencia e incluso te acercaste más a Daniel, ¿y me dices que no tienes la más mínima idea de por qué te odio?
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