Alexánder agachó la mirada para ver a Elizabeth en sus brazos; los labios de la joven mujer estaban pálidos y su frente estaba cubierta por sudor frío, sus quejidos sonaban adoloridos pero suaves y parecía estar en un estado de confusión con sus ojos cerrados. A pesar de ello, sus manos aún sostenían su camisa con fuerza.
A decir verdad, la única razón por la que Elizabeth provocó a Nicole con sus palabras fue porque ella escuchó el ruido a lo lejos de las puertas abriéndose momentos antes. Daba al parecer que ella tenía razón.
Ella dejó salir un largo y agudo silbido debido a que su rostro le seguía doliendo bastante en el momento.
Alexánder la colocó en el asiento trasero del auto; fue una sorpresa lo gentil que fue su voz cuando él por fin le habló:
-¿Quieres... que te llevemos al hospital?
-Eso no será necesario —Elizabeth estaba un poco
sorprendida.
Alexánder frunció el ceño por un momento y la llevó de vuelta a la residencia de los Galicia sin decir una palabra más.
Una vez que ella llegó a su habitación, Elizabeth finalmente pudo sacar el celular que había escondido en su ropa y para ver el sin fin de mensajes de texto que Jaime le mandó.
«¿ Te encuentras bien, Jefa?¿ Ya fuiste rescatada?»
A lo que Elizabeth respondió:
«Síque sí, pero fue un rescate que me costó bastante».
Jaime mandó un emoji de una carita llorando acompañado de un texto:
«¡Qué feo, jefa!¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?» « Yo me encargaré de esto, no necesitas preocuparte al respecto».
«Muy bien, jefa. Avíseme si requiere de algo».
Contestó Jaime de un modo un poco fastidioso pero carismático.
Elizabeth hizo una llamada después de haber atendido a su lacayo tan energético. La persona que contestó sonaba muy molesta cuando recibió la llamada; parecía como si ella hubiera sido la persona que vivió todo ese incidente.
-Nicole Sagarra, ¿no es así? Yo me encargaré de eso justo ahora, Eli...
-¡Te lo agradezco mucho, entonces! -Elizabeth respondió con una dulce y adorable voz.
—Por cierto, Eli, pasaré a visitar a un viejo amigo en Adesa en unos días, por lo que me encantaría verte a ti también -dijo la mujer al otro lado de la llamada con un tono demasiado dulce.
-Claro, sí. Te llevaré por aquí y nos divertiremos juntas.
Justo en ese momento, ella escuchó a alguien tocar la puerta; ella guardó su celular para poder abrir la puerta con curiosidad de saber quién era. Para su sorpresa, la persona en frente de ella era un hombre con la cara más seria del mundo.
-Aquí está la paciente, doctor. Por favor, dele una revisión.
-Usted es la señorita Zamora, ¿correcto? ¿Me permite pasar?
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