¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 105

En este momento, no había nada más en los ojos de Daniela que él. Su voz era ronca mientras lloraba y preguntaba:

—¿Eres realmente tú? Eres tú quien ha venido a salvarme...

—Daniela, soy yo. No te preocupes. Ya estás salva.

José arrugó la frente con lástima, se inclinó y besó sus labios con ternura. Sacó una navaja y cortó el cordel que la ataba de pies y manos. Al ver las marcas en su cuerpo, no pudo evitar contener la respiración mientras se quitaba la chaqueta y la rodeaba por los hombros, para luego abrazarla.

Daniela todavía estaba en shock y se congeló en sus brazos.

No sabía cuánto tiempo tardó, pero la frialdad de su cuerpo se derritió en su calor, y su respiración y sus latidos recuperaron lentamente. Solo en ese momento podía sentirse viva.

—Daniela, ¿te sientes mejor? —preguntó José con voz suave mientras le acariciaba la espalda.

Daniela asintió suavemente con la cabeza, pero sus manos rígidas se le abrazaron incontroladamente a la cintura. Ella no quería salir de sus brazos. Incluso, quería que el abrazo durara para siempre.

José calmó sus temores con una voz suave e inclinó ligeramente la cabeza, pero en sus ojos había una ira incontrolable. No podía pensar en las consecuencias que habría tenido si hubiera llegado unos minutos más tarde.

Un rato después, Daniela le llamó con voz muda.

José respondió suavemente:

—Estoy aquí.

—Quiero salir de aquí.

—Bien, vamos juntos.

José soltó lentamente su abrazo y miró la cara de Daniela, sin poder evitar acariciar este rostro. Luego, la envolvió con fuerza con la chaqueta, le levantó el cuerpo y se dirigió hacia la puerta de la casa.

En ese momento, vio una cámara en pleno rodaje. Se detuvo, arrugó el entrecejo, luego recogió la cámara y la golpeó con fuerza antes de alejarse.

—¿Qué has hecho?

Mientras hablaba, cogió un pañuelo húmedo y le limpió poco a poco la sangre. Afortunadamente, su herida no era grave y la hemorragia se había detenido.

—¡Pensé que nadie me salvaría! —Daniela explicó.

José guardó silencio durante unos segundos antes de hablar:

—Ya acaba todo, no pienses en esto. Estás sana y salva.

—Bueno, es bueno que estés aquí.

Su oportuna aparición abrió el corazón cerrado de Daniela.

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