—Solo puedo matarlos después de bajar el coche.
Mientras hablaba, José miró el navegador, sugiriendo que en 2 kilómetros entraría en el tramo sin vigilancia.
—Cuando pasemos por el camino de la montaña, buscaré una oportunidad para que salgas del coche y te escondas primero.
—¿Y tú?
—¿De verdad estás tan preocupada por mí? —sorprendido, José alargó la mano para acariciar su rostro.
Daniela no estaba interesada en bromear y preguntó preocupada:
—Después de que me esconda, no estarás en peligro si te enfrentas a ellos solo, ¿verdad?
—No habrá ningún peligro.
—Yo confío en ti. No puedes mentirme.
—Te lo juro.
La mirada de Daniela era tan ardiente que José quedó impactada.
Luego, observó las señales de tráfico que le indicaban que se adentrara en el tramo montañoso, aceleró el coche, giró y el coche desapareció de repente en la vista de los asesinos. Abrió la puerta y empujó a Daniela hacia fuera.
Todo estaba oscuro y Daniela se zambulló apresuradamente en la hierba, cubriendo su boca con ambas manos, sin atreverse a respirar. Al mismo tiempo, José detuvo el coche y desapareció en la oscuridad con su pistola.
Medio minuto después.
El coche negro que venía a gran velocidad se acercó a ellos. Al ver el coche deportivo parado, los asesinos detuvieron el coche en alerta. Luego, se vio a un hombre salir del lado del coche. Se acercó cautelosamente al coche deportivo y miró dentro de él.
Justo en un momento, José, que estaba escondido en algún lugar, levantó de repente su arma y apuntó al asesino.
La noche era interminable y el olor de sangre llenó el aire.
—¡Maldita sea, voy a matarlo!
Con un rugido, uno de los asesinos sacó de repente su pistola y disparó hacia la oscuridad. Pero el resplandor de las llamas dejó al descubierto su figura.
José volvió a levantar su pistola y apuntó.
Esta vez, él no disparó directamente porque vio a otro asesino buscando su escondite. Si con este disparo podía matar a uno de los asesinos, entonces también lo encontraría el otro. Estaría en peligro.
—¡Salga si tienes huevos! —uno de los asesinos disparó su arma y amenazó.
Los dos asesinos colaboraron bien, pero José permaneció en silencio y no hizo ningún movimiento.
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