Pasando sus grandes manos por su larga cabellera, se inclinó, apoyó la mandíbula en su hombro y susurró:
—¿Sabes por qué Luis ha traído al médico hace un momento?
—¡No es posible que sea sincero con tu cuerpo!
En este momento, el recelo de Daniela hacia Luis era más.
José se rio ligeramente, su aliento caliente casi le sopló en la oreja:
—¡Claro que no se preocuparía por mí! Esta vez sólo no quiere perder la oportunidad. Una vez que el médico pueda demostrar que algo anda mal en mi cuerpo o descubra que he tomado drogas prohibidas, entonces podrá hacerse cargo de mi presidencia de manera descarada.
—¡Realmente es un hombre malo!
Daniela frunció los labios con indignación, sin notar lo más mínimo en su postura íntima con José.
José apoyó en el cuerpo de la mujer, jugando con un mechón de pelo negro entre sus dedos.
—Daniela, ¿tienes más preguntas?
—Sí, como por ejemplo, ¿por qué estás tomando esta peligrosa medicina prohibida? ¿No puedes usar esos analgésicos del hospital?
—Esas drogas no funcionan en mí.
—Ah, ¿y hay un patrón de tiempo para que el veneno en su cuerpo haga efecto?
—No...
—Entonces, ¿no estás en gran peligro?
Al oír esas palabras, Daniela se volvió, pero no esperaba que su cuerpo estuviera tan cerca de José, y en ese momento, su aliento lo envolvió y sus labios casi se apretaron. Tras un segundo, esquivó su mirada y preguntó en voz baja:
—¿Qué pasaría si no te dieran los analgésicos cuando te envenenaran?
—Dolor durante mucho tiempo, luego desmayarse o, en casos más graves, provocar una hemorragia en el cuerpo.
José murmuró palabra por palabra, su mirada era suave y dominante mientras, luego, se acercó lentamente...
Una vez tocados los labios, provocó un loco y enredado beso profundo.
—Como y luego descansamos, ¡hoy estoy muy cansada!
José no creyó sus palabras, acariciándole la espalda.
Daniela no podía soportar sus movimientos, así que endureció su cuerpo, sin resistirse, ni responder.
¡Esta mirada agraviada era para que él la viera!
—Vale, no te enfades, no lo haré, ¡come primero!
José sonrió, poniéndole de nuevo la chaqueta a Daniela y soltándola.
Daniela dejó escapar un suspiro de alivio y asintió con la cabeza.
El salón estaba en silencio, con el único sonido de ella comiendo.
Detrás de ella, era una mirada de deseo.
—José, ¿realmente no tienes hambre?
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