La cara de Antonio cambió ligeramente,
—Preguntaré a los farmacéuticos brasileños para ver si podemos aumentar la dosis.
—¡No es la dosis, es que mi cuerpo se ha vuelto inmune a este medicamento, Antonio, diles que desarrollen otro nuevo medicamento para el dolor!
—Sí, señor, ¿conocía Luis su ataque de anoche?
—¿Me dejará ese viejo zorro?
José se rio, pero en un instante su mirada se suavizó, dijo:
—Pero qué bueno que Daniela estaba conmigo, ella me salvó por segunda vez.
Antonio se sorprendió ligeramente,
—¿Fue la señorita Moya?
—Esa mujer...
Antes de que José pudiera terminar su frase, vio la figura de Daniela saliendo del baño, y le dio un gesto para que ella se acercara.
Daniela frunció los labios con cierto descontento y se acercó de mala gana,
—¿Qué pasa?
—¡Daniela, quédate en la ducha conmigo!
José se levantó y miró a Antonio al mismo tiempo,
—¡Antonio, prepara el coche y vamos a la oficina en media hora!
Antonio asintió la cabeza y se fue.
Daniela miró a José, preguntando de nuevo con incertidumbre:
—¿Qué has dicho? ¿Tomar un baño contigo?
—¡Sí, báñate conmigo!
José asintió sin pensarlo, se adelantó, tomó los hombros de ella y subió al primer piso con ella.
Sin embargo, Daniela frunció un poco el ceño,
—¿Por qué quieres que me duche contigo? Bueno... ¡No quiero ducharme contigo!
—No te preocupes, ¡es una simple ducha!
—¡No te creo!
—Daniela, ¿de verdad no entiendes mi indirecta? La cuestión no es que no vaya a volver hasta la noche, sino la preparación que tendrás que hacer.
—¿Qué preparación?
Daniela tardó en responder, parpadeó pensativa e intentó preguntar:
—¿Tu cena de marisco?
José guardó silencio y decidió no dar más explicaciones. Un rato después, se cambió de ropa, y solo entonces respondió en voz baja:
—Bueno, es una cena de marisco, así que prepárala bien. Come un poco más esta noche y coge energía.
Entonces se acostaría con él.
—¡Está bien, lo intentaré!
Sin embargo, Daniela no captó su indirecta desde el principio y asintió suavemente con la cabeza.
—¡Daniela, me voy!
—¡Bueno, nos vemos esta noche!
Daniela contestó en voz baja, sin sentir realmente su partida, hasta que escuchó sus pasos que se alejaban, y el sonido del motor en la planta baja.
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