¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 125

José no levantó la vista, leyendo atentamente un documento que tenía en la mano, cogió inconscientemente el café y estaba a punto de dar un sorbo cuando vio una huella tenue de labios impresa en el borde blanco de la taza.

—¿Quién trajo el café?

—Fue la señorita Moya.

José sonrió, entrecerró los ojos ante la huella labial, apretó suavemente sus finos labios contra la huella y dio un sorbo.

No era su café solo, sino con un sabor dulce y cremoso.

De repente, la echó un poco de menos.

—Señor, ¿qué le pasa?

A su lado, Antonio frunció el ceño confundido, preguntándose a qué se debía su sonrisa.

José dejó su taza y dijo:

—¡Antonio, vuelve a descansar, mañana nos ocuparemos de estos papeles!

Antonio asintió y se fue.

José se recostó en el sofá, con los dedos, rozando lentamente sus labios y oliendo, como si su mujer estuviera allí.

Al segundo siguiente, cogió el teléfono de la mesa y marcó el teléfono fijo del dormitorio.

Al mismo tiempo, Daniela estaba en el baño cuando oyó sonar el teléfono y, a medio desvestirse, se puso el pijama y volvió a la cama, contestando:

—¿Hola?

—¡Daniela, ven aquí!

La voz de José era tan encantadora en la noche.

Se le aceleró el corazón y ella asintió,

—¡Vale!

Luego caminó descalza hasta el estudio, empujó la puerta y se quedó a la luz.

—¿Qué quieres?

—¿Hiciste el café?

José levantó lentamente la cabeza, se levantó y se acercó a ella.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡SUÉLTAME, DIABLO!