¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 126

—Pues... no sé, lo que sea.

El mayordomo sonrió amable y lentamente se adelantó,

—¡Sí, descansa un rato!

Daniela sonrió y se sentó en el sofá, viendo un periódico de hoy en la mesita, que cogió y leyó.

El titular de la noticia era una tragedia sobre una madre joven y hermosa que había ido a recoger a su hijo de ocho años a la guardería, pero había sufrido un accidente de tráfico en el camino, y ambos habían muerto en el acto. Se adjuntaron fotos debajo del artículo, un lío de sangre.

—Qué pobre...

Daniela frunció el ceño, sin atreverse a seguir mirando, y lo dejó.

Un momento después, la sirvienta llevó el almuerzo preparado a la mesa y salió de la villa. En ese momento, sonó el teléfono del salón.

Daniela se levantó y cogió el teléfono,

—¿Hola?

Al otro lado de la línea estaba la voz perezosa de José. Por alguna razón, cuando Daniela escuchó su voz, pensó en su murmullo en el oído de anoche, y su cara se sonrojó y su voz se volvió temblorosa,

—Bueno... ¿Por qué me llamas? ¿Y cuándo saliste, por qué no lo supe?

—Anoche estabas demasiado cansada, vi que seguías durmiendo, ¡así que no te desperté!

—¿Todavía tienes el descaro de decir eso? ¿Por qué estoy cansada? ¡La culpa tuya!

José se rio,

—¡Daniela, eras tú la que estaba tan buena que no podía evitar quererte más!

—¿Me estás insinuando que te voy a rechazar luego?

—¡Puedes intentarlo!

—¿Es una amenaza?

—¡No, solo por curiosidad!

—José González, ¿realmente mataste a mi mujer y a mi hijo? ¡Te haré pagar por este dolor diez veces algún día!

El rugido de ira fue acompañado por un fuerte sonido de aplastamiento.

El furioso arrebato de Luis fue seguido por una repentina caída en el sofá.

En ese momento, sonó el teléfono.

—Señor González, ¿ha visto las noticias de hoy?

La tranquila voz masculina al otro lado de la línea era la de Gabriel.

Al oír esto, Luis frunció el ceño y se rio,

—¿Has venido a burlarte de mí? Gabriel, ¡el chico es tu propio hermano! Ahora José ha ido a por ellos, está claro que se está vengando de mí por aquella noche. ¡Ya veremos!

—¡Señor González, le dije que este método no funcionaría!

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