¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 136

Entonces, lo perdería todo, incluso su autoestima.

—Señor...

En el siguiente segundo, José se calmó mientras entraba en la finca.

De vuelta a la villa del sur, una vez que empujó la puerta, empezó a buscar.

Pero en ese momento llegaron pasos desde la cocina y Daniela, que estaba poniéndose el delantal, y sonrió al verlo.

—¿Vuelves tan temprano?

—¿Qué estás haciendo?

José entrecerró los ojos y miró con recelo a Daniela cuando esta se detuvo frente a él. Él era tan alto que tuvo que bajar los ojos para ver bien su hermoso rostro.

La mirada era encantadora.

—¡Bueno, lo que dijiste, era mi deber!

En ese momento, Daniela, con cara colorada, se puso de puntillas para quitarle la chaqueta del traje.

En los ojos de José apareció, en un segundo, la feliz, y en siguiente segundo, el odio.

Si todo esto fuera cierto...

¡Pero no fue así!

Al instante siguiente, alargó la mano y tomó a Daniela entre sus brazos.

Daniela dejó que la abrazara y preguntó de repente:

—Tenía pensado prepararte la cena, ¿qué quieres?

—¿Qué te gusta comer?

—Bueno... no sé, ¿qué tal pescado?

En este punto, Daniela estaba preguntando seriamente.

José se quedó sorprendido,

—Pescado...

Recordó que a Martina también le gustaba comerlo. Entonces, ¿Daniela estaba actuado como Martina delante de él?

—¿No te gusta?

Después de esperar un momento, Daniela no pudo escuchar su respuesta, así que levantó los ojos para mirarlo.

En este momento, Daniela era tímida. Sin embargo, ella no rechaza ningún movimiento íntimo de José, en su corazón, era un gesto de aceptación de él.

Sin embargo, José pensaba lo contrario. A sus ojos, cada movimiento que ella hacía, cada palabra que ella decía, era una conspiración con malas intenciones.

—¡Daniela, deprisa!

—¿Por qué?

—¡Sube luego, báñate y vete a la cama!

José estaba en su oído, dijo deliberadamente ambiguas palabras.

Daniela,con las mejillas ligeramente sonrojadas, susurró,

—¡Ahora, ni siquiera se hace noche!

—¡Bueno, tomamos nuestro tiempo!

—Vale.

Daniela no se negó.

José entrecerró los ojos, sin moverse, para ocultar el destello de odio en sus ojos.

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