Después de la cena, Daniela se levantó para recoger los platos.
Detrás de ella, José la abrazó por la cintura y se inclinó para mordisquearle el lóbulo de la oreja,
—¡Buena chica, sube conmigo!
—¿Ahora? No hay prisa, déjame poner los platos en... ¡Ah!
Con un grito de sorpresa, Daniela fue sorprendida y recogida por José, dando zancadas hacia el primer piso.
Ella levantó los ojos, pero su mirada captó inesperadamente un destello de odio en la mirada del hombre. Asustada, se encogió inconscientemente en sus brazos con miedo, y su voz tembló al preguntar:
—José, ¿qué te pasa hoy? ¿Es por Leticia? Se supone que hoy te está buscando.
José estaba de pie, de vuelta en el dormitorio y en el baño.
—¡Hablé con ella!
—¡Quiero romper con ella, pero ella no quiere!
Mientras habla, José dejó a Daniela en la bañera, entró al mismo tiempo, y cerró los ojos perezosamente.
Daniela se quedó atónita durante unos segundos antes de reaccionar alargando la mano para desnudarlo, sus movimientos un poco torpes.
—¿Supongo que no le has hablado de mí?
—¡Solo le dije que tenía una mujer!
—¿Y luego?
—¡Dijo que averiguara sobre esa mujer!
El corazón de Daniela revoloteó y se mordió el labio con inquietud,
—Si Leticia no se rinde, entonces sabrá que soy yo.
La mandíbula de la mujer, bruscamente, fue apretada.
José entrecerró los ojos y le dio una sonrisa de satisfacción,
—¿Te repugna tanto el hecho de ser mi amante?
—¡No quiero que nadie lo sepa!
—¡Pero es la verdad!
José la tomó en sus brazos, besando su pelo, su tono suave era como un consuelo,
—¡Daniela, no tengas miedo, no quiero molestarte!
—Yo... no quiero...
—Sé buena, aprende despacio por mi bien, inténtalo...
Las luchas de Daniela se vieron poco a poco comprometidas por la persuasión de José. Por un momento, se mordió el labio y su carita pálida esbozó una sonrisa de pánico.
—¡Quítate la ropa y bésame!
Entonces José la rodeó perezosamente con sus brazos, levantando ligeramente la mandíbula, con la niebla empañando sus crueles ojos.
Daniela se sentó a horcajadas sobre sus brazos, con la cabeza inclinada, las manos desnudando a ambos lentamente, besándose, entrelazando...
José no forzó a Daniela desde el principio hasta el final.
Daniela no sabía que el compromiso era tan traicionero a sus ojos.
¡El odio que comienza con la tortura!
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