—¡Me bañaré contigo!
José parecía haberle leído la mente, en sus ojos siempre fluctuaba una ternura indescriptible.
Sonó lentamente el sonido del agua corriendo.
Un humo caliente salía paulatinamente de la enorme bañera redonda, inundando en el baño.
Daniela se mantenía rígida frente a la bañera, con tanto pánico que no osó levantar la cabeza, pero su mirada se encontró con un gran espejo en la pared justo frente a ella.
Vio su miedo y también, a José a su lado quitándose la camisa.
—¿Por qué no te desvistes?
Mientras estaba en trance, José en topless se volvió de repente y le hizo contacto visual con ojos ardientes.
Daniela sintió un ligero temblor inevitable, mordiéndose los labios con fuerza, levantó rígidamente la mano y tiró mecánicamente y con fuerza de los botones de su camisa. Sin embargo, no pudo desatar ni un solo botón en este momento.
—¿Qué te pasa?
En sus oídos se escuchaba el gentil murmullo de José.
En este momento, Daniela no podía distinguir si su ternura era real o no, ya que su corazón hacía tiempo que estaba abrumado por el miedo.
Pero luego dejó de luchar,
—¡Haz lo que quieras!
—Ja, ¿me estás seduciendo?
José soltó una risa grave y estiró las manos para rodear su cintura, doblándose para besar sus labios mientras se estrechaba a ella.
Daniela cerró los ojos con resignación y esperó a su acercamiento.
Una tras otra ropa... hasta que estaba totalmente desnuda.
Daniela se mordió los labios temblando, su corazón casi se detenía cuando su cuerpo fue levantado repentinamente y luego se dejó empapar en el agua caliente.
El confort de la temperatura del agua alivió la frialdad de su cuerpo y se olvidó de tener miedo por un instante.
Sin embargo, esta tensión volvió a invadirle en el momento en que sintió que José se sentaba a su frente.
—¿Te siguen doliendo las heridas?
Un par de sus grandes manos manoseaban de manera tierna y peligrosa en la parte posterior de su cintura.
Daniela contuvo la respiración de repente. Mientras se estremecía, su cuerpo caía en su cálido abrazo.
—Sí...
Era una avenencia que no podía rehusar. Daniela sólo se sentía patética.
Sin embargo, José, al oír sus palabras, pasó un momento de trance. Cesó sus movimientos y levantó los ojos a ella fijamente sin siquiera parpadear.
—¿A quién quieres?
—A ti...
—¡Dilo otra vez!
—Te quiero, José...
En este momento, José acabó por revelar una sonrisa de satisfacción.
Daniela creyó que su castigo no debía de ser demasiado desagradable... no obstante, se limitó a bañarla, fue sólo una ducha simple.
Por ende, la ducha de hasta media hora fue la suave tortura de José.
Ella sentía que no lo entendía en absoluto.
No entendía su ternura esta noche, ni por qué le secara el cuerpo personalmente, ni por qué le ordenara ponerse su camisa, y mucho menos su movimiento de llevarla de vuelta al descanso.
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