Inmediatamente después se oyó el sonido de unos pasos, al mismo tiempo se empujó la puerta. El tiempo pareció detenerse en este segundo.
Una voz con pánico perturbó el silencio en la habitación.
José se estremeció y sus pupilas se contrajeron fuertemente. Antes de la presa del pánico, se había adelantado y sin pensarlo, agarró el fragmento de espejo en la palma de Daniela.
Su acto actual de cortarse la muñeca con fuerza hizo que el fragmento produjera una profunda herida en la palma de la mano de José.
El olor a sangre era abrumador.
—¿Te estás matando?
Su voz, como una pesadilla, sonó a los oídos.
Daniela, con la mente perdida, de repente abrió los ojos desmesuradamente cuando el colapso arruinó su calma y al segundo siguiente:
—¡Ah!
Con un duro grito, comenzó a forcejear y, en desorden, agitó los trozos en su mano.
—Suéltame... no me toques...
—¡Daniela Moya!
En este momento, José se vio enfadado por completo.
Nunca esperó que ella se suicidara. Si hubiera llegado más tarde, ¿habría estado muerta?
Igual traición... Igual muerte... ¡Su corazón no pudo soportar más cosas así!
—Daniela, ¿quién permitió que te suicidaras? ¿Quién te dio las agallas?
—Ah... suéltame, no me toques, vete...
Pero ella había perdido la razón. La herida en su muñeca no era profunda y el débil dolor estimuló su dedicación a la muerte. Una vez que uno se quedara atrapado en el abismo de la paranoia, no había forma de salvarse.
José frunció fuerte el ceño. Su mano le sujetó los hombros y la miró fríamente desde arriba,
—¿Suicidio? ¿Crees que es un alivio?
«¿Por qué se repite en ella la tragedia del año de Martina?»
«¿Es que me equivoqué?»
«O...»
—¡Eres tú... quien me obligaste a matarme!
El grito histérico volvió a destruir el breve momento de serenidad de Daniela.
Al momento siguiente, ella, caída en miedo, volvió a luchar desesperadamente. Rodando sobre sí misma, alargó la mano para recoger otro fragmento y se lo clavó hacia el corazón sin previo aviso.
—¡Puf!
El afilado fragmento se pinchó en la mano de José que se ponía sobre su pecho.
La sangre que al instante surgió se convirtió en una flor particularmente provocativa a su vista.
El tiempo parecía haberse congelado en este momento.
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