Nerea levantó la mirada, su voz resonando con un tono juguetón, —¿Entonces, me vas a hacer caso?
—¡Claro, claro, claro! Lo que la pequeña princesa mande, el hermano suyo lo toma como la santa palabra.
De repente, la puerta se abrió con un chirrido. Amancio apareció en el marco, con la cara tensa, mirando a los dos hermanos que se reían a carcajadas. —Nere, desde que te despertaste hoy, solo has abrazado a Miguel. Ahora estás aquí susurrándole secretos. ¿Acaso ya no te acuerdas de tu otro hermano?
Nerea soltó una carcajada al ver el evidente celo de Amancio, corriendo hacia él para tomarlo del brazo. —¡Miguel y yo estábamos preparándote una sorpresa!
—¿Una sorpresa? ¿Cuál?
—¡Pasado mañana los tres iremos juntos al Gran Torneo de Piedras Preciosas!
—Eh, Nere, pero eso era una sorpresa para ti, ¿no?
La noche avanzaba, y desde el segundo piso de la villa se escuchaban risas y conversaciones. Amapola miraba hacia el estudio iluminado, apretando el celular en su mano.
Desde el primer día que llegó a esta casa, se le había hecho saber que el estudio de Miguel era territorio prohibido. Escuchando el ruido dentro, se preguntaba si la prohibición era solo para ella.
En la familia Carris, ella siempre fue solo una hija adoptiva, una extraña. Sin otro apoyo, sabía que tarde o temprano la echarían.
—Amapola, ¿sigues ahí?
La voz del otro lado del teléfono la sacó de sus pensamientos. —Sam, sí, aquí estoy. Lo siento, ¿qué decías?
—Decía, ¿no te pareció que Nerea estaba un poco rara hoy?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sus Besos Obsesionados que Despiertan mi Segunda Vida