Se le ocurrió a Micaela esa pregunta de Alba:
¿Él está de acuerdo con vuestra separación?
«Entonces, ¿está de acuerdo?»
Carlos prestó atención a su rica expresión y no dijo nada.
Solo entonces bajó del coche, volvió de sus confusos pensamientos.
Y se sorprendió descubrir que en realidad estaba en el barrio donde ella vivía, Barrio Fanslaño.
Volvió a quedarse un poco desconcertada y miró a Carlos con incredulidad:
—¿No deberías ir a cenar primero?
Carlos la cogió de la mano y se dirigió hacia el edificio:
—Sí, pero me gusta más tu cocina.
Micaela de repente recordó, que hace un momento señaló en una dirección determinada, y le dijo que era el lugar donde vivimos en el futuro.
Y esa dirección, parecía estar aquí...
El ascensor se abrió, Carlos se dirigió directamente a la lujosa puerta, desbloqueó hábilmente la contraseña, encendió las luces y entró.
Se quedó un poco desconcertada:
—Carlos...
—¿Qué?
Carlos puso su chaqueta en el sofá y observó el hogar. Aunque no era la primera vez que venía, se sentía más hogareño cuando Micaela estaba allí.
—¿No dijiste que te ibas a casa?
Carlos se acercó y le preguntó:
—La última vez dijiste que no querías estar conmigo, ¿verdad?
No trató de explicar por qué dijo eso ese día. Realmente quería separarse de él. Aunque su cerebro le ordenaba alejarse de forma racional, su corazón no estaba dispuesto a obedecer...
Sin esperar a que ella respondiera, él continuó:
—Ya que no quieres estar conmigo, entonces yo estaré contigo.
¿Qué?
Ella sintió sorpresa e inconscientemente preguntó a su vez:
—¿Qué diferencia hay?
—Claro que sí. Estoy contigo y me vas a mantener la vida. Me lo prometiste.
Micaela recordó que se disculpó con Carlos cuando estaban cenando en Celotierra, pero cuando él le pidió que cambiara la palabra por otra, en realidad la cambió por: te mantengo la vida.
«¿Es esta la declaración a la que se refiere?»
—¿Lo recuerdas? Jaja, tienes que cumplir tu promesa.
—Yo... —Micaela se sonroja—, ¿Cómo puedo mantener tu vida... ?
—Tú puedes, y tengo mucha hambre ahora.
Micaela recordó entonces que aún no había cenado:
—Voy a preparar algo para ti...
Sin embargo, Carlos le respondió con un beso...
La besó con ternura, sin querer soltarla hasta que ambos se quedaron sin aliento.
No sabía desde cuándo se había acostumbrado a su ternura.
Aunque Carlos tenía hambre, todavía no se olvidó de cuidar de Micaela.
Cuando terminó de comer, Carlos se levantó para limpiar los platos, pero Micaela se apresuró a detenerlo.
—Carlos, voy a lavarlos.
—A partir de ahora, tú cocinas, y yo me encargaré de lavar los platos.
Entonces, frente al fregadero de la cocina, un hombre muy guapo, estaba lavando los platos con mucho cuidado.
Naturalmente, era su primera vez...
Ella observó sus movimientos poco familiares y quiso soltar una carcajada.
Debido a la sobredosis de detergente, los platos estaban resbaladizos y varias veces no pudieron sujetarlos, cayendo al agua y salpicando a Carlos.
Micaela no pudo evitar reírse a carcajadas, y Carlos se sonrojó ligeramente. Recogió un montón de espuma y lo puso en su cara.
—Jajaja, no...
Micaela trató de esquivarlo, pero seguía siendo demasiado lento.
La primera vez que la vio reírse tan alegremente, Carlos también se puso alegre.
—Voy a lavar cada vez mejor en el futuro.
¿Futuro?
Ella empezaba a tener ganas de hacerlo.
Sacó un pañuelo para secar las manchas de agua en la cara de Carlos.
Sabía que él le estaba diciendo con sus acciones, que esperaba que viviera una vida ordinaria con ella...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te Quiero Como Eres